Aparte de ser uno de los autores más ampliamente estudiados del panteón latinoamericanista, Martí tiene la particularidad de ser reclamado como paradigma por las más variadas ideologías, sobre todo aquellas que se contraponen. Este cariz singular se ha visto reflejado las más de las veces en el espacio de la crítica sobre su obra y pensamiento en la forma del panegírico.

El resultado obligado de esta tendencia de lectura, afincada en las primeras décadas del siglo veinte y aún vigente, ha sido la instauración de una suerte de panteón interpretativo en torno a la figura de Martí. El más reciente estudio de Francisco Morán: Martí, la justicia infinita. Notas sobre ética y otredad en la escritura martiana (1875-1894), confronta esa mirada aséptica para poner de relieve zonas hasta ahora muy poco atendidas por la crítica sobre la obra del cubano, como lo son su tratamiento del tema obrero y la inmigración vistos a través de una conflictiva relación con la otredad.

La labor interpretativa de Morán es francamente monumental. En las páginas de su libro no hay concesiones ni a Martí ni a esos críticos que han interpretado su pensamiento por demás ambivalente a partir del análisis de algún texto canónico (Gayatri Spivak) o de la cuestionable manipulación de evidencia para forzar una lectura particular (Laura Lomas).

Con todo, Morán tampoco tiene reparos en reconocer la valía de los análisis de la obra martiana provenientes de pioneros como Julio Antonio Mella y Juan Marinello y las lecturas fundamentales de críticos más contemporáneos como Enrico Mario Santí, Julio Ramos, Rafael Rojas y Jorge Camacho.

El marco metodológico privilegiado por Morán incluye estrategias propias del análisis deconstructivista, la filología y la renovada atención a la historia y las tensiones de clase puesta en boga por la tendencia neomarxista en los estudios postcoloniales, especialmente los producidos por la Escuela de Warwick en la academia inglesa.

Aparte de esta variopinta gama de acercamientos al texto literario, Morán saca buen provecho de los postulados teóricos de Alain Badiou, Jacques Rancière y Giorgio Agamben. El fruto de esta singular empresa hermenéutica es un estudio denso y minuciosamente documentado en el cual Morán repasa la crítica sobre Martí al tiempo que pone en evidencia las contradicciones internas que afloran de la lectura pormenorizada de sus textos.

Entre los gestos críticos más osados del estudio de Morán figura la desmitificación de la lectura canónica del proyecto "democrático" de la república martiana, que el crítico revela como imbuido de un doble rasero en el cual se impulsaban los intereses de los terratenientes cubanos de la Florida en detrimento de los trabajadores del azúcar en el organigrama del futuro estado independiente. Morán identifica esa actitud de suspicacia hacia la clase obrera en un período temprano en la vida del Martí exiliado: sus años en México, entre 1875 y 1876, en donde laboró como articulista, bajo el seudónimo de Orestes, para la Revista Universal y reseñó la "huelga de sombrereros" de 1875.

Morán dedica la cuarta sección del segundo capítulo a indagar sobre los escritos del patricio en torno a la histórica huelga y encuentra que en estos se recurre a malabares propios de "las labores del estilo" (232) en Martí para a fin de cuentas justificar la medidas de corte capitalista en detrimento de los principios obreros. Pero Morán va más allá en su radiografía del Martí del período mexicano. El crítico adelanta la tesis que probará hasta la saciedad en los capítulos subsiguientes: el que, en su escritura, Martí se ubique en repetidas ocasiones en "una esfera moral superior" (234) desde la cual emite sus juicios éticos sobre el otro.

En los artículos en torno a la inmigración europea a los Estados Unidos Morán halla evidencias que refuerzan la imagen de un Martí de ribetes xenófobos rayano en la lógica eugenésica más deleznable. Morán afinca su análisis de este aspecto de la retórica martiana en tres artículos en particular: "Sobre inmigración" (1883), "Inmigración italiana" y "De la inmigración inculta y sus peligros" (1884), publicados por el cubano en La América.

Esta sección del libro es en mi opinión la mejor argumentada por la solidez del análisis ceñido al texto y la rotundidad de los planteos en torno al lugar del inmigrante en parte de la obra del cubano: "Martí vio a los inmigrantes como desestabilizadores de la identidad nacional, como una fuerza anarquizante que, por lo mismo, amenazaba los fundamentos y la solidez de la república" (571)

Por más que las setecientas páginas de análisis puntilloso puedan confundir al lector en cuanto a las intenciones del crítico, Morán no procura con su estudio ensayar una lectura "definitiva" del archivo en cuestión. Su objetivo se orienta más precisamente al abandono de cierta tendencia generalizada por parte de la crítica de leer los textos de Martí "en trance" (668). Morán consigue con creces su cometido al explorar con audacia el texto martiano en busca de nuevas aporías.