El pasado viernes, en la ciudad de Oviedo, se entregaron los premios anuales Príncipe de Asturias en las áreas de ciencias sociales, humanidades y comunicación; artes, letras, investigación científica y técnica; cooperación internacional, concordia y deportes.

El premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales ha sido recibido este año por la filósofa estadounidense Martha Craven Nussbaum. Nacida en New York el 6 de mayo de 1947, la hoy profesora de la Universidad de Chicago tuvo su formación en teatro, lenguas clásicas y filosofía, graduándose a finales de los años 60 en la Universidad de Harvard, donde enseñó durante los años 70.

Reconocida estudiosa de la filosofía griega, Nussbaum se dedicó en las últimas décadas a desarrollar una línea de investigación sobre las relaciones entre calidad de vida, desarrollo económico y ética, que la llevó a la publicación de una de sus obras más influyentes: La calidad de la vida (The Quality of Life), coescrita con el Premio Nobel de Economía Amartya Sen.

Nussbaum ha desarrollado un enfoque del desarrollo humano llamado "teoría de las capacidades", con la que somete a crítica los enfoques tradicionales del desarrollo y recupera el olvidado vínculo entre filosofía y economía. Generalmente, el desarrollo económico de un país se evalúa en función de su PIB (el producto interno producto o el valor monetario de los bienes y servicios de una nación durante un período determinado de tiempo). Tomando el PIB de un país como criterio de desarrollo se puede clasificar a una nación como desarrollada en función de la cantidad de bienes y servicios que ese país produce en un año.

Lo que Martha Nussbaum ha retomado en su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales es que el crecimiento económico medido por el PIB no es suficiente para evaluar la calidad de vida de una nación, porque este criterio omite la distribución de la riqueza, así como otras variables no macroeconómicas que afectan la calidad de vida (libertad política, libertad religiosa, integridad personal, etc.). Así, por ejemplo, un país puede tener un alto PIB, pero carecer de libertad política o de conciencia, o tener un producto interno bruto elevado y sufrir graves problemas de violencia étnica o de género.

Martha Nussbaum enfatiza que debemos focalizarnos en las personas, no en las rentas o en el crecimiento económico. Al fin y al cabo, de nada sirve el crecimiento de la economía si no es para lograr una distribución más equitativa de los bienes materiales y permitir las oportunidades de realización personal en una sociedad.

Esta perspectiva combate la peligrosa ideología que, bajo el dogma de la desregularización del mercado y de su capacidad para lograr la estabilización de los conflictos, coloca el principio de la oferta y la demanda por encima del valor de las personas, ocultando un sistema de prácticas cuyo efecto padecemos hoy en la crisis financiera internacional. Los mercados no son un fin, pueden esclavizar a los seres humanos o servir de medio para desarrollar sus capacidades.

En su discurso de aceptación del premio, Nussbaum señaló que la economía requiere del input de la filosofía para estructurar una sociedad donde exista una mayor sensibilidad ante la gente.

Esto no significa que debemos pretender volver a la época donde la economía, sin técnicas de análisis propias, era una simple rama de la filosofía social. La filósofa neoyorkina se refiere a la necesidad de establecer vínculos entre la economía                -entendida como una ciencia especializada que construye un discurso técnico sobre los procesos productivos de una sociedad- y la filosofía como pensamiento crítico que nos advierte de los peligros deshumanizantes que puede generar dicho discurso.

A la vez, existe un vínculo entre ambas disciplinas porque la economía se concibe como una disciplina normativa focalizada en las personas, no como una disciplina meramente descriptiva o explicativa de los fenómenos sociales.

El pensamiento de Martha Nussbaum nos desafía a reformular los criterios para considerar el desarrollo de las naciones. En nuestro país, donde son preponderantes los discursos decimonónicos sobre el progreso socio-económico, así como las ideologías educativas instrumentalizadoras, resulta de gran relevancia reflexionar y discutir los análisis de esta provocadora intelectual en los espacios del debate social dominicano.