En su obra crítica Marta Traba refiere y cita a estudiosos como Darcy Ribeiro, Augusto Salazar Bondy, Edmundo Desnoes, y Jorge Romero Brest, entre otros. Sin embargo, nuestra autora también critica la negación de posibilidades de independencia como lo hacen otros estudiosos de América Latina:

“Sin embargo, esto no es cierto: negar drásticamente, como lo hacen Vasconi o Dos Santos, la posibilidad de una independencia parcial para la cultura, significa ubicarla al lado de la economía o la política, en una relación mecánica de causa a efecto que no le corresponde.” (Ver, Mirar en América, ibídem. op. cit.)

Saludable resulta, y esto adquiere valor en la presente edición, el planteo teórico-crítico desde una perspectiva transformadora y explicativa de un proceso diasincrónico de la interpretación y la comprensión del arte, el artista y la sociedad-cultura latinoamericana:

“La explicación de la obra de arte como un hecho específico que configura una tarea especializada, ontológicamente diferente a otras, parece tan obsoleta en los países desarrollados como apremiante en Latinoamérica. En los últimos años, a medida que un saludable proceso de politización sacudía más violentamente que nunca las nociones de dependencia, se ha hecho visible ese recrudecimiento de la reducción de la obra de arte a mensaje indiferenciado. También por eso se explica la persistencia obsesiva, por parte de artistas y escritores, en defender la naturaleza peculiar de la obra de arte. Defensa, compulsión y remordimiento alteran y pervierten la relación entre artista y sociedad latinoamericana.” (p. 43)

A través de la lectura de obras y autores, y mediante un estudio genético y sociocrítico de las estructuras y formaciones artísticas latinoamericanas y caribeñas, la estudiosa argentino-colombiana analiza la tensión cultura de la resistencia-estética del deterioro, a partir de un estudio de formas internas, contextos socioculturales y socioartísticos que revelan tanto un orden, como un des-orden y un contra-orden estético-cultural en la travesía creacional de la América continental.

Los estudios de Marta Traba han constituido una historia crítica y una teoría del arte latinoamericano a través de una cardinal que supera la oposición nacionalismo/universalismo. Para nuestra autora, la productividad artística de la América continental está marcada por la diferencia cultural y por la superación de una visión causalista y finalista de la estética, la teoría y la historia de los productos y los creadores artísticos.

De lo que da cuenta Marta Traba es de los procesos de producción de las obras de arte, sus contextos de expresión y comprensión del fenómeno artístico, estético y sociocultural latinoamericano. La crítica de arte ha sido para la investigadora argentino-colombiana un espacio atravesado por los signos, miradas y tiempos de una crisis de identidad y multiplicidad, de un archivo y un movimiento cultural cuya raíz fija sus marcos, huellas y visiones en el orden sociocomunicativo y sociohistórico de las representaciones.

Mirar en América es para Marta Traba mirar un conjunto artístico y cultural en su generalidad y singularidad.

A propósito de la mirada y el “mirar” de Marta Traba, la profesora e investigadora chilena Ana Pizarro, nos dice en el estudio introductorio a la edición de este libro lo siguiente:

“Habiéndose preocupado de “mirar” en distintos lugares y países de América Latina en donde residió o por donde pasó, varios de ellos, son en su experiencia, expresiones, decisivas. Por una parte Caracas, por la vitalidad que tiene en esa ciudad la cultura visual, más allá de su participación institucionalmente marginal. Bogotá en donde realiza una labor impresionante de catalizador intelectual al dirigir el Museo de Arte Moderno de Bogotá y liderar la discusión crítica en artes visuales durante algunos años. También Nicaragua le permite desarrollar su mirada. Más allá de toda esta labor en diferentes lugares, me parece que la experiencia de Puerto Rico es decisiva por el especial carácter del país, para que ella consolidara conceptualizaciones sobre la situación de la producción cultural latinoamericana.” (Vid. pp. XXII-XXIII)

Según nos dice Ana Pizarro en su prólogo a Mirar en América, Marta Traba era un crítico-juez en el sentido de emitir su doxa intelectual. Pero lo que hacía de ella un crítico-juez era su valentía, vehemencia y tipo de mediación en el debate crítico-cultural:

“Su compromiso intelectual era un compromiso no con una postura Ideológica. Contrariamente a la propuesta de Bayón, Marta no tuvo compromiso ideológico cerrado. Tuvo posturas de acuerdo con los acontecimientos que iba viviendo en los años sesenta…que variaban y que hicieron que sectores importantes de la izquierda la rechazaran por ellas y sectores de la derecha la acusaran de izquierdista a ultranza.” (p. XXIII)

El estudio de los escritos críticos de Marta Traba, revela el foco y la cardinal de conocimiento de lo artístico en la línea de pensamiento de una estética y una poética de la resistencia y el mirar. De ahí la apreciación de Ana Pizarro a propósito de lo que hay como intuición y comprensión estético-artística en el trabajo de Marta Traba:

“Hay, pues, en Marta Traba la obsesión por organizar el conocimiento respecto del continente, anotar su pluralidad, sistematizar sus ritmos, sus estrategias, las ormulaciones de su lenguaje particular. Como en Rama, está la obsesión de enfrentar teóricamente la modernización -el papel de las ciudades capitales en el proceso modernizador será la inquietud de los últimos escritos del crítico-, de alterar sobre sus peligros, de no transar en absoluto con

Los parroquialismos que se le enfrentan, llámense indigenismo, costumbrismos, nativismos ingenuos, porque los enemigos de la autonomía cultural que ambos críticos se esfuerzan en explicar y que propulsan como tarea, están, dice Marta, fuera y dentro de nuestras sociedades: son la penetración tanto como la satelización local, pero también los nativismos.” (pp. XXXI-XXXII).

Juan Gustavo Cobo Borda, en su presentación de Mirar en América titulada “Marta Traba, crítica de Arte”, se refiere a ella de la siguiente y puntual manera:

“Marta Traba, argentina-colombiana, fue entonces una escritora inteligente y apasionada, que dio una dura batalla, a todo lo largo del continente, de Buenos Aires a Washington, a favor del arte latinoamericano contemporáneo. Lo impulsó y analizó como periodista de prensa y televisión, como conferencista y catedrática universitaria, y como autora de varios volúmenes de crítica de arte, donde debe destacarse, en primer lugar, la energía comunicativa de un estilo sugerente, dotado de innegable valor literario.” (p. XLII)

Pero veremos cómo en Dos décadas vulnerables en las Artes Plásticas latinoamericanas (1950-1970), libro este aparecido en Siglo XXI, eds. 1973), la estudiosa elabora sus posiciones con respecto al arte latinoamericano situado en tiempo, espacio y recepción. Analizando el discurso de la crítica de arte dentro del contexto latinoamericano nos dice sobre la misma lo siguiente:

“La crítica sigue maniobrando penosamente entre la catalogación, la descripción de obras, la monografía enumerativa o el aplauso incondicional o servil a los fenómenos producidos en el extranjero.” (p. 77)

Siguiendo la misma cardinal crítica y teórica, pero ahora a propósito del artista, nos dice de manera puntual y explicativa que:

“En un gesto de humildad que parece casi autoflagelación y que es, en el fondo, una nueva manera de atraer la atención, el artista se borra y trata de traspasar su identidad, así como sus éxitos y fracasos, a la hora. Finalmente, para redondear la asunción de la nueva “subjetividad social”, comienza a reclamar la participación del público. Tal cual pasó con el expresionismo treinta años antes, no hay una sola forma de relación posible, sino tantas cuantos artistas modernos intentan rescatar al público.” (p. 78)