El nombre de Marta Traba en la crítica de la cultura, del arte y de la literatura de América, es ya un signo, una representación y un camino que fija su sentido y universo en el saber sobre el hombre y el espacio de la América continental. No podemos estudiar hoy la producción ideológica y simbólica de lo que se ha llamado Latinoamérica, sin tener como testimonio su legado, esto es, su vida y obra en el marco de estudio de la creación artística y cultural.
Marta Traba nació en Buenos Aires, Argentina, el 25 de enero de 1930 y falleció en un accidente aéreo en Madrid, España, el 27 de noviembre de 1983. Su travesía intelectual ha hecho posible que su vida y obra ejemplares sean recordadas y presentificadas en el libro titulado Mirar en América, publicado por la Fundación Biblioteca Ayacucho y cuya referencia es la siguiente: Marta Traba: Mirar en América, Eds. Fundación Biblioteca Ayacucho, Caracas, Col. Clásica, No. 210, 2005, 431 páginas.
La cuidada edición de la Fundación Biblioteca Ayacucho es una selección antológica de los mejores y más representativos trabajos de Marta Traba producidos hasta su muerte. La misma ha sido realizada bajo la selección, prólogo, cronología y bibliografía de la investigadora y profesora chilena Ana Pizarro y la presentación del poeta, ensayista y crítico de arte colombiano Juan Gustavo Cobo Borda.
La bella portada consta de un detalle de la obra Torocóndor (1959) del artista colombiano Alejandro Obregón (1920-1992), y el mismo fue tomado del Catálogo titulado Obras Maestras (1941-1991), que forma parte del Catálogo de Exposición de Caracas, del 29 de agosto al 6 de octubre de 1991, datos estos referidos en la edición en cuestión.
El valor de esta edición se hace visible en el rigor informativo y en la selección de textos ubicados en el orden que presenta la misma, y que da cuenta de los ritmos evolutivos de lo que fue la actividad significativa de Marta Traba. Vida y obra de esta notable, atrevida y rigurosa investigadora, se presentan en esta edición como un ejemplo de talento, ciencia, creatividad y sobre todo deber y compromiso con un espacio artístico y cultural complejo, lleno de sorpresas en su proceso de conformación y en sus grietas.
Mirar en América es, entonces un compromiso con la cultura, el arte y el sujeto de toda la América Latina y el Caribe. Pero aún más, lo que revela esta selección de ensayos es la unidad de un pensamiento cultural y una concepción del arte, la cultura y el pensamiento crítico desde una concepción formativa e histórico-analítica, asumida por una mujer que vivió y participó desde la teoría, la crítica y la historia en dicho proceso creacional.
En efecto, la investigadora y estudiosa Marta Traba enriqueció y fortaleció la bibliografía crítica de, y, sobre el arte de América, a partir de una visión que tuvo presente las siguientes instancias de base: la cultura, el creador, la obra, el receptor, el lenguaje y los contextos de la producción simbólica. A través de estudios como Artes plásticas latinoamericanas: la tradición de lo nacional, (pp. 3-36); La cultura de la resistencia (pp. 37-57; Dos décadas vulnerables en las artes plásticas latinoamericanas (1950-1970) (pp. 58-131); Mirar en Caracas (pp. 208-219), entre otros, Marta Traba informa, precisa desde la crítica de arte y, como contexto de la crítica cultural, todo un funcionamiento estético, histórico e historiográfico sobre el producto, el sujeto y la productividad de arte en América, siendo así que la visión democrática y a la vez comprometida de la autora, cobra cada vez más valor cuando enjuicia obra artística y sociedad en conjunto y particularidad.
La lectura de nuestra autora es una lectura comprensiva, contextual y productiva, donde el arte, a su modo de ver, construye y democratiza lo sensible y lo visible como crítica a lo real. Según Marta Traba:
“A partir de las guerras de la independencia, el tema número uno del continente ha sido el de la dependencia. Bien sea denunciándola o considerándola favorable, cambiando su nombre por “condicionamiento”, “esclavitud” o “asociación” con otras potencias”, según obedezca a uno u otro punto de vista; combatiéndola de modo directo, frontal o tangencial… (Op. cit., p. 37).
Es importante entender que en el ensayo titulado La cultura de la resistencia existe una visión de libertad:
“La obstinación de la cultura por perforar el problema de la dependencia parte, desde luego, de la confianza de vencerla y superarla, y de la certidumbre de que, dentro de ella, nunca se podrá aspirar a las formas modernas de la libertad.” (loc. cit.)
La episteme crítica de nuestra autora se expresa en el siguiente fragmento, significativo para su trazado posicional, y que por lo mismo explica lo que podría ser el movimiento específico de una visión intelectual y sociocultural:
“Los modos de quebrar la dependencia han pasado genéricamente, de una emotiva fe en que rompiéndola parte a parte, en sus detalles, en sus zonas diferentes de acción, dentro de un frente múltiple de avance contra ella… Pero como es sabido, en los últimos años un proyecto global ha barrido las ilusiones particulares y se ha logrado relativa unanimidad sobre la idea de que únicamente será destruida si se produce el cambio de estructura, es decir, la transformación radical de la sociedad capitalista en sociedad socialista, de matiz múltiple…” (Ibídem.)
El marco de estudio intelectual se pronuncia en una historia de la oposición dependencia-independencia artística y cultural, en el caso de la América continental, y desde lo que la autora llama “la cultura de la resistencia”:
“Los escritores artísticos fueron siempre especialmente receptivos al problema de la dependencia, a pesar de que ahora se tienda a desmonetizar y a minimizar su influencia. Es claro que solamente sobre la base de considerar que la palabra escrita, el pensamiento emitido o la obra de arte expresada, constituyen una forma especial de poder dentro del grupo social al encarnar las aspiraciones de dicho grupo, vale la pena hablar de un papel en el problema de la dependencia.” (pp. 37-38)
La historia, la crítica, la historiografía y la sociología de las formas culturales que destaca y pronuncia Marta Traba en su vehemente, pero incisiva y puntual escritura crítica, nos conduce a entender un marco simbólico, productivo y contextual propio de una definición y explicación del arte, la cultura y la historia intelectual de la América continental. De ahí el siguiente posicionamiento diacrónico y teórico-crítico propio de su cosecha analítica:
“Por una parte, era preciso que el artista latinoamericano aprendiera a hablar en un idioma correspondiente a su tiempo; por otra parte, ese idioma lo separaba cada vez más de su situación particular, de las emergencias de dicha situación y de sus compromisos con el medio. Cuando se planteó una tajante liquidación de la dependencia a través de cortes radicales con la cultura y el lenguaje modernos, tal solución no dio más que resultados inválidos para el arte y la literatura…” (p. 39)
Esta precisión evolutiva conduce a la necesaria afirmación que desde la crítica de las ideas y de la cultura, constituye la base para un análisis más ampliado y sostenido:
“La salida negativa constituyó una nueva forma de dependencia, no a las culturas dominantes del Siglo XX, sino a los del Siglo XIX cuando no una pura desviación del terreno creativo, como pasó con los indigenismos revanchistas.” (Ibídem.)
Pero todo lo anterior es importante en la medida en que la autora precisa el contexto problemático de la cultura de la resistencia como teoría propia de la cultura continental:
“Aunque la cultura de la resistencia haya florecido en el desierto, el desierto no es, normalmente, un ámbito estimulante. Lo normal es que a la anomia social corresponda una anomia creativa, una debilidad constante ante las invasiones culturales y la docilidad mimética.” (p. 41)
Desde esta precisión podemos inferir o colegir como presupuestos, el contexto de una sociología crítica del arte latinoamericano y un argumento sobre la productividad artística y cultural localizada en tiempo, espacio y recepción. Marta Traba no vacila en afirmar que:
“Esto es lo que ha inducido a estudiosos de muy diversa extracción a ver a América Latina como un campo cultural devastado, exangüe, donde la dependencia ha marcado de modo irrevocable toda la producción creativa.” (Ibídem.)