“Los arquitectos deben viajar”.- Autor desconocido

 En alguna clase de arquitectura por allá, por los albores del milenio, algún profesor de proyectos (diseño, que decimos en Santo Domingo) nos comentó en el aula que los arquitectos debemos viajar.

Desde pequeño siempre nos ha llamado la atención el mundo occidental,  por sobre todas las cosas; quizás inspirado en la cultura grecorromana, si cabe el término. Incluso si miramos un poco más allá la cultura judía, en términos de interés, es nuestra frontera final y punto.

Lo grande, es que la vida – a veces- te pone en situaciones que el destierro de la ignorancia – en todas las acepciones de la palabra- se hace radical o cuando menos de una intensidad y formas nos calculadas o mesuradas… más bien de repente y de forma rompedora.

Esto nos ha pasado con Marruecos y el viaje de nuestra vida. No es por el país que lo que todavía estamos viviendo se ha convertido en el viaje de nuestra vida; es por las circunstancias y el nivel de intensidad de la situación.

En Casablanca hemos conocido una arquitectura de corte Art Déco, en franca decadencia, que a la vez que rememora con señorío otrora tiempos coloniales, contrasta con la nueva arquitectura tipo sur de La Florida que tanto nos engulle a los occidentales.

Marruecos es occidente, pero no deja de ser la puerta a un mundo diferente y desconocido para el autor. Es la frontera cultural de dos mundos, pero también es la punta norte de África. En este país, con gente extraordinariamente amable, hemos conocido que el musulmán nos queda lejos en gustos, coincidencias,  y muchas otras cosas, pero nos parece interesante en cuanto a su cultura y forma de ver la vida…y su forma de hacer la vida.

Desde ahora y en más, desde este hotel de Casablanca, la ignorancia de esta cultura nos irá a menos, y esta semana de confinamiento fronterizo -que nos vemos obligados a agotar- la usaremos para conocer un país con mucho que contar y del que esperamos aprender mucho.

¡Qué viva a diversidad! Hasta la próxima.