Marnie es una novela de Winston Graham, cuya primera edición data de 1961 y cuyos derechos para adaptarla al cine adquirió Alfred Hitchcock con la intención de que la protagonizara Grace Kelly, en lo que hubiera sido su retorno a la actuación algunos años después de haberse casado con el príncipe de Mónaco, lo cual no fue posible, por lo que el cineasta otorgó el papel a Tippi Hedren, a la que ya había dirigido en Los pájaros, luego de haberla descubierto como modelo en un comercial de televisión, y a quien pretendía convertir en la “nueva Grace Kelly”, según afirma François Truffaut en su libro, El cine según Hitchcock (Alianza Editorial, Madrid, 1974, del que poseo la tercera edición, 1990), el cual reúne 50 horas de conversación entre ambos maestros, acerca de todas las películas de Hitchcock, analizando la puesta en escena de cada una, sus orígenes, guiones y realizaciones.
Es sabido que Hitchcock se obsesionó con Tippi Hedren, la trató de manera despótica durante los rodajes de ambos filmes, la acosó, por lo que la relación profesional y privada entre el director y la actriz tuvo una “conclusión desastrosa”, de acuerdo a lo escrito por Truffaut en su citado libro, en el cual pregunta a Hitchcock qué fue lo que le interesó de la novela de Graham, a lo que el Mago del Suspense contesta:
“Me gustaba, sobre todo, la idea de presentar un amor fetichista. Un hombre quiere acostarse con una ladrona porque es una ladrona precisamente, como hay otros hombres que desean acostarse con una china o con una mujer negra. Desgraciadamente, este amor fetichista no estaba tan conseguido en la pantalla como el de James Stewart en Vértigo. Hablando crudamente, hubiera sido necesario presentar a Sean Connery sorprendiendo a la ladrona ante la caja fuerte y sintiendo deseos de arrojarse sobre ella y violarla allí mismo”.
Truffaut vuelve a preguntar: “¿Qué es lo que apasiona tanto al protagonista de Marnie? ¿Que esta ladrona depende de él porque conoce su secreto y sólo de él depende que la entregue a la policía o, sencillamente, que le parece excitante acostarse con una ladrona?”. La respuesta de Hitchcock: “Las dos cosas a la vez, absolutamente”.
En la novela de Graham y la película de Hitchcock (cuyo guionista fue Jay Presson Allen) se basa una ópera, también titulada Marnie, con música de Nico Muhly y libreto de Nicholas Wright, cuyo estreno mundial fue el año pasado en Londres y este mismo mes debuta en The Metropolitan Opera House, desde donde será transmitida por The Met: Live in HD, el sábado 10 de noviembre a las dos de la tarde, en el cine Fine Arts Novo Centro.
Es una producción de Michael Mayer con la dirección musical de Robert Spano. Encabezan el reparto Isabel Leonard y Christopher Maltman, en los roles de Marnie y Mark que en la película interpretaron Tippi Hedren y Sean Connery.
El deseo de Mark por Marnie me recuerda el de Batman (Adam West) por Gatúbela (Julie Newmar) y el de ella por él, en la serie de TV de la que fuimos fans muchos niños de mi generación que la vimos por Rahintel a partir de 1966. En Estados Unidos se emitió por ABC desde el 12 de enero de 1966 hasta el 14 de marzo de 1968 y constó de 120 episodios, o más bien 60 divididos en dos partes de media hora (la primera parte terminaba en una situación de peligro: "¿Lograrán salvarse Batman y Robin? ¿Será este el fin del dúo dinámico? No se pierdan el desenlace mañana a la misma batihora y por el mismo baticanal").
En 12 de los episodios (más bien 6 divididos en dos partes), Gatúbela fue la "villana invitada" en las temporadas que la interpretó Julie Newmar, quien, por estar ocupada en el rodaje de El oro de Mackenna, fue sustituida por Eartha Kitt en 5 episodios de la última temporada, quien no me excitaba como lo hacía Julie Newmar, objeto del deseo de algunas de mis primeras masturbaciones, gracias al primer ejemplar que tuve en mis manos de la revista Playboy que traía fotos de ella, desnuda, así como también apareció en el mencionado western El oro de Mackenna, el cual vi en su estreno en el mismo agosto de 1969 en que también vi los estrenos de 100 Rifles y La danza de los vampiros, con las no menos excitantes Raquel Welch y Sharon Tate (esta última asesinada en ese mismo mes).
Extraña coincidencia que, en aquel agosto de 1969 mientras en Los Ángeles era asesinada Sharon Tate, en Santo Domingo se estrenaba La danza de los vampiros en el Élite, cine que quedaba a tres cuadras de mi casa y donde fui a verla un día de mediados de semana (un martes o miércoles), en la tanda vespertina de las cinco y media, en la que, antes de la película, pasaban como 30 minutos de trailers de los próximos estrenos, anuncios comerciales, los sketchs cómicos del Cine Revista y dos noticieros: uno nacional (Panorama dominicano) y uno internacional (El mundo al instante), por lo que la película terminaba cerca de las ocho de la noche, cuando ya estaba oscuro.
Aunque era una comedia, el final me dio tanto miedo que salí del cine asustadísimo y tan aterrorizado que, apenas había caminado media cuadra del trayecto hacia mi casa cuando le hice honor a una de las frases que pegó Simón Alfonso Pemberton al narrar las carreras de caballos: “!AAAAAAAAA CORRER, FANÁTICOS!”
Nota: Espero que les gusten las imágenes que ilustran este artículo y que se diviertan con el siguiente enlace: