Yo te hablaba a los luceros,
con la luna del espejo
de una estrella volandera.
Rafael Alberti
(Marinero en Tierra, 1924.)

Para contarte su historia, tendría que recodar aquella película de los hermanos Tavianni, donde una stella (que es siempre estrella), hace música rayos  en el firmamento, busca una ventana y dibuja un gran trazo de luz, para los que conmovidos la ven llegar desde el exilio, pan de los ojos para la enseñanza con dignidad, sin alpargatas como imaginan, pero, en cambio sí, con una hermosa sonrisa de verano presentido. (La Notti di San Lorenzo / La Noche  de San Lorenzo / 1982). 

Mientras yo era adolescente su historia no la conocía del todo, pero puedo jurar que me recibía en aquel lugar donde el río gobernaba, amo y señor en esas tardes de bellas escaleras, de limo limpiadas, olor a tinta, edificio de piedra, y una retreta de plomo y tipos, que era una música experimental, de cuando los periódicos tenían obreros  amables con caras pintadas, mientras los linotipos parían adjetivos y comas, andamios de frases completas. 

Allí me recibía, escuincle yo, ojos grandes de blues repleto, discreción de voz y agrado por ella. 

Así la conocí, tímido con mis tennis azules, franelas americanas de rayas a la redonda, entonces sabíamos que el verano era eterno y que ir en jean era un zafarrancho juvenil, acompañante en la búsqueda del saber en un tiempo incierto, nublado y jubiloso a la vez. 

¿De qué lugar de Euskadi era ella?… ¿Se sonrió alguna vez al recordar hacia el otoño, aquella balada de hojas amarillas de los bosques del norte de España, unidos entre la bruma y el misterio vasco milenario?… 

Donostia era un coro a capella, de largas fuentes en el Bidasoa, premiado de peces plateados mirados desde el puente, inocente s y juguetones en la corriente. 

Alguna vez, ella lo pensó, porque todos los ríos son fugitivos pluviales de pensamiento y agua, destino y memoria, para cielos lejanos… 

Pero en cada tarde, en la mirada adoquinada por los lentes furtivos, en la sonrisa clara de :-"Elías usted no molesta, siéntese y no se vaya", fue ganando mi corazón cuarteado y díscolo, arrimado a las fantasías del tiempo que venía. 

Siempre me pregunté si en aquella relación circunstancial había un espíritu filial de la mujer madura, que entendía la angustia del adolescente en estado de desvarío, que la visitaba para dejar un texto y al mismo tiempo, conversar como si adivinara en sus ojos, la alegría de comunicarse con un ser exquisito, sensato y trascendente, el que ella siempre había sido. 

Nunca me explicó nada, parca, meditabunda, solo asentía mis quejas, y como si se hubiera hecho un propósito de positividad cada tarde, nunca me dijo que estaba ocupada, las puertas de esa oficina simple, los antiguos sillones hondos y mullidos, el idílico olor de papel venido del río San Lorenzo, rancio olor de madera rumbo al Canadá (allí donde Terranova se confundía con Vinlandia, memorias Vikingas obligan), estaban abiertas, todo eso lo tengo agolpado en el corazón, porque al final, esos grandes momentos son los que  marcan, esas son las bellas memorias que quedan. 

Hay seres humanos que proyectan su misión, con una devoción desnoconida e infinita, infatigable. 

Al decir de  Harry Belafonte que a veces mira su vida,  cuando lo hago, me miro en la calle Las Damas con Conde, entre viejos almendros y ríos hirsutos, silentes, mortales en remolinos repentinos, me veo cruzando para entrar en aquel viejo laberinto, canciones de musgos saltarines, tapiados entre humedades y viejas columnas, olor a viejo papel , troncos envueltos en telas de cuadros oscuros, para el invierno del alma, que es el peor y no tiene fecha final. 

La Guerra Civil española nos premió, todavía ni se sospecha, entre un Antonio Prats Ventós, sinfónicas en Bellas Artes, Bienales para hacer primaveras en los años 40, cierta forma de ver el arte y valorar el patrimonio monumental ;de verdad que la Guerra Civil española hace 75 años, nos premió con estos seres que venían de una actitud fundamental. Y en medio de aquella lumbre de los tiempos, apareció ella, fascinada en el descubrimiento de una dominicanidad, que luego estudirìa a fondo, para dejar un aporte significativo. 

Motivos para recordar el Suplemento de El Caribe, justo cuando el periódico nada tenía que ver con nuestras ideas ni nuestra visión del mundo, todo lo contrario: ahí estaban los jóvenes de entonces, publicando rabietas líricas en un suplemento cultural justiciero, que tenía su mundo de valoración aparte, en cuyo espectro el mismo periódico, daba otra visión cultural del país, en esos años de "Democracia" restringida y precaria. En su nicho, con esmero, ello lo hizo plural y libre, a pesar de la envoltura… 

Impertérrita, conversadora, allí detrás de su máquina estaba ella, haciendo la honrosa labor, riendo de mis invenciones Cioranescas (viene de E. M. Cioran, un filósofo rumano hecho francés a base de libros publicados, renegado discípulo de Sartre, sin saberlo quizás o sabiéndolo), porque a discresión todo aquel mundo que reflejaban las colaboraciones era ineludible, corría la sangre como condición esencial para el progreso de concreto y algunos con los labios cerrados, no podían vivir. 

Te quedas entre nosotros y con nosotros María Ugarte, en el celeste pabellon vernàculo que tu pasión y entusiasmo describio en esta historia tan tuya como nuestra, entre crónicas y pinceladas, en el recuerdo vivo de la oscura tierra que tanto has amado…. 

Para contar tu historia, es necesario mirar el cielo desde aquella ventana, donde la Stella (que siempre es estrella) con su  rostro discreto, cruza dejando un trillo de luz. 

Quizás, ahora, porque estoy parado en Conde con Las Damas, porque miro el río párvulo de sucio pintado, con olor de lápices pluviales, pienso en ella y siento que toda María está por encima de todos los premios, que nunca un país, menos el nuestro, puede pagar con un premio, tanto desinterés y temple de amor a alguien que nunca esperó nada y se abrió entera, para abrir las pupilas a los demás: toda María está por encima de los premios Ugarte, porque hace tiempo, muchos corazones, henchidos como árboles vivos, ya la habían premiado, en la memoria del cariño: porque no es fácil regalar pestañas de sueños, luchar contra la  obscuridad y regarles a los otros toda la luminosidad del mundo, no es fácil, cierto es. María Ugarte, te quedas con nosotros, entre nosotros, aunque cruce zumbando la dulce estrella de luz, iluminando tu nuevo rostro de escritora en reposo.