Paralizado en mi pensamiento revuelto en confusión y con la memoria retorcida por los amigos y colegas desaparecidos de este terrenal mundo, recibo la infausta noticia en apenas 10 minutos de la muerte del insigne escritor Marcio Veloz Maggiolo; quien con sus premios nacionales en Ensayo, Poesía y Cuentos supo engrandecer la narrativa dominicana y colocar la literatura nacional en el plano internacional. Para innumerables académicos, entre los cuales me cuento, Marcio era la estrella viva de las mejores luminarias del intelecto dominicano.
Su mayor Premio, quizás sin el saberlo, por su natural don de ser y comportamiento ejemplar tanto en la sociedad dominicana como en su familia, se aquilata en cada dominicano como un estandarte del excelente ejemplo de vida. Su sencillez era abrumadora, sin ningún desperdicio en los diferentes escenarios donde asumió su responsabilidad ya como antropólogo, escritor, Embajador, poeta, cuentista o ensayista; su desempeño era una especie de cuento, donde manifestaba la realidad, la ficción, el análisis sesudo, la vivencia rural por su ejercicio antropológico y la sabiduría que con la madurez se adquiere: todo eso lo constituye en antro integral de Don Marcio.
La vida de Marcio discurrió aplastado en el suelo en su condición de antropólogo, con su herramientas a manos hoyando para descubrir lo oculto en la tierra, donde ayer sábado ese mismo suelo soterrado lo esperaba para convertirse en memoria histórica de la Nación, y su osamenta asociarse al patrimonio que tanto el escudriño para entregarnos el tesoro arqueológico como la Iglesia colonial del sector oriental frente a la Zona Colonial. De ahí, supongo arranca el paroxismo que con inefable fuerza se aposenta la sencillez proverbial de Marcio. Era inamovible, tal roca portentosa, en su calidad de hombre honesto, trabajador, narrador y de conversación pausada, como retrocediendo para hurgar en el pensamiento las verdades ocultas, que solo a intención y honrosa distinción suelen realizar los hombres que se adueñan del análisis y el correcto discurso.
Le conocí en el Consejo de la Facultad de Humanidades siendo Director de Historia, como lo pudo ser de Letras, luego paso a ser designado con los años Embajador en el servicio exterior, también Director del Museo del Hombre. Y hago esta anécdota de su inmensa persona y don de bien. En noviembre del 2013 la Universidad Autónoma de Santo Domingo lo reconoció como Profesor Meritísimo, honor que recibí junto al grupo, al salir del Museo de la UASD, Marcio unido a su sagrada familia, al salir del mismo me invito a una foto con ellos, cuando debí ser yo el que lo solicitara como un honor. Ese grato recuerdo es una fehaciente demostración de la sencillez que adornaban su estirpe inigualable.