Luego de la marcha de este domingo 22 de enero he visto como muchas personas que a pesar de estar muy conscientes e inconformes con la impunidad y la corrupción, critican y se burlan de quienes tomaron un par de horas del domingo para ir a marchar varios kilómetros bajo el sol y entre miles de personas.
Creo que tienen razón en algunos puntos. El más relevante de ellos es que nada va a cambiar y que los funcionarios continuarán desfalcando el erario. Y esto es también porque lo hemos permitido durante años. Solo unos pocos han estado siempre protestando contra la corrupción. Pero aquí hay que destacar algo: hace unos años no pasaban de cien o doscientos los que iban a las protestas. Este domingo fueron miles.
Y es esa la razón por la cual no debemos dejar de marchar ni protestar. Hace dos elecciones Guillermo Moreno era una figura desconocida para la gran mayoría de la población, Minou Tavarez formaba parte del partido que hoy nos gobierna, al igual que otros tantos políticos que han ido abandonando a los partidos mayoritarios.
Protestar y marchar no obliga al gobierno a hacer justicia, porque además de ser poderes separados, no puede pisarse la cola. Lo que si logra protestar e ir a marchar es que las demás personas se interesen por entender lo que ocurre a su alrededor. De buscar el por qué miles de ciudadanos de todas las edades y estratos sociales van a coger sol, a quedarse roncos y recorrer varios kilómetros un domingo. Y cuando esas personas entienden el porqué, se unen a la causa.
Es por eso que aunque la protesta pacífica no resuelva nada inmediatamente, a la larga se crea conciencia. La violencia puede llamar mucho más la atención, pero se pierden vidas de gente inocente. Peor aún, protestar violentamente frena la economía, ocasiona destrucción en los espacios públicos y le da la excusa al gobierno corrupto a reprimir más.
Ir a marchar en contra de la impunidad y la corrupción; y por la salud, la educación y los derechos más básicos y humanos es algo también instructivo. Ayudemos a los que no saben cómo protestar o cómo hacer un cambio a hacerlo. En vez de criticar lo que los demás hacen por ti, apóyales por lo menos no criticándoles.
“Aún votar por lo correcto no es hacer nada por ello”, dice Thoureau en “Desobediencia Civil”. Ir a votar por la diferencia no basta. Todos tenemos un deber ciudadano, de vigilar, exigir y protestar lo que nos perjudica. Si queremos lograr un cambio real, hay que continuar con las protestas. Hay que exigirle al gobierno que nombre a los funcionarios que recibieron sobornos en todos los casos, los viejos y los nuevos. Hay que exigir al Ministerio Público que los someta y a la Justicia que actúe con independencia. Pero no solo a estos, sino a todos los corruptos.
Y si nada de esto ocurre en ese orden, pues entonces hay que exigir que el Presidente renuncie; puesto que, un gobierno incapaz de proteger nuestras riquezas y nuestros derechos más básicos es uno que viola la Constitución en los artículos 39, 59, 60, 61, 62, 63, 146 y el más importante, el 127. Este último es el juramento al asumir la presidencia: “Juro ante Dios y ante el pueblo, por la Patria y por mi honor, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes de la República, proteger y defender su independencia, respetar los derechos y las libertades de los ciudadanos y ciudadanas y cumplir fielmente los deberes de mi cargo”. Y si no dimite, obliguémosle.
Confucio dijo: “Si un Estado es gobernado por los principios de la razón, la pobreza y la miseria son objeto de vergüenza; si el Estado no es gobernado por los principios de la razón, la riqueza y los honores son objeto de vergüenza”, sin embargo, a nuestros funcionarios no les da ningún tipo de vergüenza, ya simplemente no les importa.
Así que, reflexionemos sobre estas pocas líneas que he escrito. Y hasta que exista “un Estado realmente libre e iluminado que reconozca al individuo como un poder más alto e independiente, del cual se deriva su propio poder y autoridad y lo trate de acuerdo a ello”, no paremos de marchar.