- La mayoría del pueblo dominicano ha percibido pocas gratificaciones de la propiedad que su patrimonio público ha producido a lo largo de los años de historia de la república. Durante décadas un pequeño grupo de personas se ha dedicado a crear riqueza personal a partir de sus vínculos con el Estado dominicano, no solo por formar parte de un partido en el gobierno, sino por ser parte de un entramado de mafias y complicidades que transcienden las fronteras de las instituciones sociales, políticas y económicas. El poder ha sido para usarlo o mejor dicho para disfrutarlo, claro entre un club exclusivo de privilegiados.
- Este entramado mafioso y cómplice no ha sido estático, ha necesitado violencia explícita e implícita, en dictadura la violencia se expresaba en tortura y crimen, en la “democracia” tutelada del siglo XX en fraudes, represión selectiva, asistencialismo y clientelismo. En lo que va de siglo XXI (de 2004 en adelante), el neopeledeismo ha diseñado y normalizado un orden de poder absoluto de mayor sofisticación, donde la manipulación y la simulación se han institucionalizado y normalizado creando una atmosfera de modernidad, desarrollo y estabilidad de alta eficacia, logrando esconder la coerción y corrupción en mantos de legitimidad comprada y vocación de gobernabilidad pantalla. Todo eso contando con el profundo y agresivo desmonte de la capacidad de construcción colectiva del dominicano, creando sujetos enajenados y ensimismados en la lucha cotidiana por sobrevivir las dificultades y precariedades de cada vida privada.
- ¿Cómo se podría construir un proceso de movilización social masivo en medio del tedio y la anomia?, ¿De qué sirven las posiciones científicas y analíticas públicas y publicadas con críticas pertinentes sobre la coyuntura, si el mensaje no llega a los mayores afectados?, ¿Para qué construir puentes de articulación electoral entre propuestas atrofiadas de origen y agrietadas por la falta de conexión con las mayorías populares?
- A partir de lo expresado en el párrafo anterior, cualquier lector afirmaría que soy un pesimista militante o que nuestro proyecto nacional no tiene remedio y mucho menos futuro. Sin embargo no se trata de pesimismos o fatalidades, sino de que aprendamos a formular preguntas con sentido estratégico (las mías no tienen que ser las óptimas) antes que dar por sentado que tenemos las respuestas y sobre todo que al crear preguntas seamos capaces de salir a buscar respuestas comunes al menos a los intereses de las mayorías afectadas por quienes se lucran a nuestras costillas.
- La marcha verde no es aún un movimiento social en su definición más rigurosa (parecería camino a convertirse en uno) y su capacidad de conflicto y combate es hoy todavía muy limitada en alcance y enfoque, los manifiestos de posición política no son documentos épicos para llamar a la batalla final contra la hegemonía y en este momento la participación electoral parece llena de huecos por llenar y desafíos que resolver (en la que me incluyo y asumo mi cuota de responsabilidad). Mientras tanto el neopeledeismo se burla de todos sus opositores demostrándonos que todavía es muy eficaz controlando todos los aparatos de poder social, mediático, jurídico e institucional.
¿Existe solución posible y visible a corto plazo?
- Ninguna solución será sencilla en un cuadro de dispersión, fragilidad e incapacidad de articulación de mayorías (sean sociales, intelectuales o electorales). ¿Dónde invertir energía, tiempo y recursos?, ¿Caminando, documentando u organizando o todas a la vez?, si algo queda claro en estos momentos es que la tarea más inmediata no es vencer, sino convencer, convencer a una mayoría de dominicanos que existe un camino mejor que el ya recorrido, convencer que preservar el régimen de impunidad es peor que una alternativa de institucionalidad y democracia y luego de convencer organizar esa mayoría, para mí en un proyecto electoral coherente con la idea de lo realmente distinto, para otros en ríos de movilización de potencial social y para otros en rupturas urgentes del orden establecido (para unos pocos ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario)
- Importa poco en este momento la ruta preferida o escogida por quienes nos hemos constituido supuestamente en agentes de cambio político, antes que creernos con el monopolio de la verdad, la estrategia y la ruta, sería muy pertinente preguntar, concienciar e incorporar a los más afectados por el régimen de impunidad. ¿Qué es más caro y complejo?, claro que es más caro, el cambio democrático nunca es sencillo, cómodo o rápido y mucho menos en un país de ciudadanos sin conciencia de su rol histórico.
- Lo que nunca podemos olvidar ninguno de los actores diversos con agendas diversas (y dispersas) es que las ventanas de oportunidad en política son cíclicas y muchas veces fugaces y tardan en aparecer, evitemos la perpetuidad de los monstruos morados o la aparición de otros reciclados, los que salen cuando el viejo orden no termina de morir y lo nuevo tarda en nacer.