1. La mayoría del pueblo dominicano ha percibido pocas gratificaciones de la propiedad que su patrimonio público ha producido a lo largo de los años de historia de la república. Durante décadas un pequeño grupo de personas se ha dedicado a crear riqueza personal a partir de sus vínculos con el Estado dominicano, no solo por formar parte de un partido en el gobierno, sino por ser parte de un entramado de mafias y complicidades que transcienden las fronteras de las instituciones sociales, políticas y económicas. El poder ha sido para usarlo o mejor dicho para disfrutarlo, claro entre un club exclusivo de privilegiados.
  2. Este entramado mafioso y cómplice no ha sido estático, ha necesitado violencia explícita e implícita, en dictadura la violencia se expresaba en tortura y crimen, en la “democracia” tutelada del siglo XX en fraudes, represión selectiva, asistencialismo y clientelismo. En lo que va de siglo XXI (de 2004 en adelante), el neopeledeismo ha diseñado y normalizado un orden de poder absoluto de mayor sofisticación, donde la manipulación y la simulación se han institucionalizado y normalizado creando una atmosfera de modernidad, desarrollo y estabilidad de alta eficacia, logrando esconder la coerción y corrupción en mantos de legitimidad comprada y vocación de gobernabilidad pantalla. Todo eso contando con el profundo y agresivo desmonte de la capacidad de construcción colectiva del dominicano, creando sujetos enajenados y ensimismados en la lucha cotidiana por sobrevivir las dificultades y precariedades de cada vida privada.
  3. ¿Cómo se podría construir un proceso de movilización social masivo en medio del tedio y la anomia?, ¿De qué sirven las posiciones científicas y analíticas públicas y publicadas con críticas pertinentes sobre la coyuntura, si el mensaje no llega a los mayores afectados?, ¿Para qué construir puentes de articulación electoral entre propuestas atrofiadas de origen y agrietadas por la falta de conexión con las mayorías populares?
  4. A partir de lo expresado en el párrafo anterior, cualquier lector afirmaría que soy un pesimista militante o que nuestro proyecto nacional no tiene remedio y mucho menos futuro. Sin embargo no se trata de pesimismos o fatalidades, sino de que aprendamos a formular preguntas con sentido estratégico (las mías no tienen que ser las óptimas) antes que dar por sentado que tenemos las respuestas y sobre todo que al crear preguntas seamos capaces de salir a buscar respuestas comunes al menos a los intereses de las mayorías afectadas por quienes se lucran a nuestras costillas.
  5. La marcha verde no es aún un movimiento social en su definición más rigurosa (parecería camino a convertirse en uno) y su capacidad de conflicto y combate es hoy todavía muy limitada en alcance y enfoque, los manifiestos de posición política no son documentos épicos para llamar a la batalla final contra la hegemonía y en este momento la participación electoral parece llena de huecos por llenar y desafíos que resolver (en la que me incluyo y asumo mi cuota de responsabilidad). Mientras tanto el neopeledeismo se burla de todos sus opositores demostrándonos que todavía es muy eficaz controlando todos los aparatos de poder social, mediático, jurídico e institucional.

¿Existe solución posible y visible a corto plazo?

  1. Ninguna solución será sencilla en un cuadro de dispersión, fragilidad e incapacidad de articulación de mayorías (sean sociales, intelectuales o electorales). ¿Dónde invertir energía, tiempo y recursos?, ¿Caminando, documentando u organizando o todas a la vez?, si algo queda claro en estos momentos es que la tarea más inmediata no es vencer, sino convencer, convencer a una mayoría de dominicanos que existe un camino mejor que el ya recorrido, convencer que preservar el régimen de impunidad es peor que una alternativa de institucionalidad y democracia y luego de convencer organizar esa mayoría, para mí en un proyecto electoral coherente con la idea de lo realmente distinto, para otros en ríos de movilización de potencial social y para otros en rupturas urgentes del orden establecido (para unos pocos ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario)
  2. Importa poco en este momento la ruta preferida o escogida por quienes nos hemos constituido supuestamente en agentes de cambio político, antes que creernos con el monopolio de la verdad, la estrategia y la ruta, sería muy pertinente preguntar, concienciar e incorporar a los más afectados por el régimen de impunidad. ¿Qué es más caro y complejo?, claro que es más caro, el cambio democrático nunca es sencillo, cómodo o rápido y mucho menos en un país de ciudadanos sin conciencia de su rol histórico.
  3. Lo que nunca podemos olvidar ninguno de los actores diversos con agendas diversas (y dispersas) es que las ventanas de oportunidad en política son cíclicas y muchas veces fugaces y tardan en aparecer, evitemos la perpetuidad de los monstruos morados o la aparición de otros reciclados, los que salen cuando el viejo orden no termina de morir y lo nuevo tarda en nacer.