La marcha verde no se agota, ni se disuelve, ni pierde importancia. El movimiento sufre una fatiga momentánea bajo los efectos de gases aletargantes y redes de tiempo que lanza incesantemente el gobierno en su huida del expediente que lo acosa.
Apenas impusieron desde el exterior el caso Odebretch, escribimos, otros también, que el equipo estratégico que asiste la presidencia desde la reelección – y se ocupa del tráfico de coimas, propaganda, y mantenimiento de la imagen presidencial – puso en marcha un plan maestro para intentar rescatar al presidente y a sus allegados del expediente. Un diseño inteligente, que pretende ganar tiempo y debilitar el proceso.
Estructuraron una acusación excluyente, construida con debilidades procesales que entorpecen el caso frente a los tribunales. El diseño incluye tropiezos, chicanas, y, finalmente, el enfrentamiento entre dependencias judiciales (que ya comenzamos a ver en las últimas semanas).
Poner de mojiganga a personajes del prestigio de la magistrada Mirian Germán, a la Suprema, a la propia Procuraduría, a los abogados, y a los imputados, no es casual. Pero como todo esto suena a trama de misterio e intriga, muchos se resisten a creerlo. Sin embargo, ese espectáculo tragicómico es una trama precisa que se cumple al punto y, hasta ahora, ha podido silenciar el nombre de Danilo Medina y sus asociados, buscándoles salidas negociadas al margen de la ley.
Estoy seguro: el procurador y la presidencia dirigen la estrategia. Pero – igual que en un thriller de misterio – los cómplices quedan ocultos hasta el final de la película. ¿Quiénes asisten al villano cooperando desde la sombra? En un momento creemos que es tal y luego que es cual. Y quizá sean los que nunca imaginamos. Son muchos, y de todos los colores, aquellos que ayudan a echar tachuelas en el camino de la justicia.
¿Quiénes se prestan al mendaz juego de disfraces? Los abogados de la defensa, las altas cortes, o ninguno de los dos. Quizás parte de la estrategia consiste en enfrentarlos, y desacreditar aun más las instituciones judiciales. ¿Es la recusación una táctica de legítima chicana, o parte del juego? “Frio, frio, caliente, caliente…”, dicen el niño jugando al escondite.
Hasta puede que esa pelea entre bandas peledeistas sea parte de la componenda. Todo parece posible en esta farsa, siempre que se evite que el expediente toque al palacio.
No, señor, este no es el tollo que parece: este es un trabajo de manipulación jurídica de alta envergadura, creado por cerebros bien dotados y mejor pagados. Aquí la imaginación está cerca de la realidad. Algún día nosotros o nuestros nietos lo comprobaremos.
Es una cámara lenta manejada con habilidad y precisión. El palacio y la procuraduría han impuesto una carrera de resistencia, a larga distancia. Por eso, hay que detenerse a descansar de vez en cuando, coger impulso, organizarse, y luego seguir resistiendo.
Eso que notamos ahora en Marcha Verde es cansancio momentáneo. No debe confundirse con debilitamiento o fracaso. Es una táctica contra otra táctica. No es darse por vencido. Peor sería seguir corriendo y desmayarse en el camino sin una oposición que pueda ocuparse de salvarlos, ni de relevarlos.
Lo que hoy parece agotamiento es descanso. Por eso recomiendo a los estrategas del enlentecimiento procesal que no alimenten ilusiones. Sigan preocupándose por Marcha Verde, no le quiten el ojo de encima. Recuerden que ninguna tregua es derrota en la guerra.