Nací en el pueblo de Constanza y mi padre Rafael Báez fue de los primeros agricultores que producía vegetales, flores, fruta y hortalizas desde el final de la Segunda Guerra Mundial; a la muerte de Trujillo disponía de un aserradero. Cierta madrugada -me contó mi madre- Rafael se desesperó al ver que no llegaba el chofer del camión que llevaría la cosecha de legumbres y flores al mercado de Santiago. Terco y temerario como era cogió el volante, condujo carretera abajo desde Constanza por la vía de Casabito y llegó a su destino; los chistes eran de las veces que se le apagó el motor. Desde los años en que mi padre era agricultor siempre inculcó que se debía cuidar la tierra pregonando como así lo hacían inmigrantes japoneses, españoles y húngaros con sus excelentes conocimientos agrícolas. También que se debía disponer de una buena estructura de riego.
El preámbulo es para hablar de alimento. Su suelo bendecido, está muriendo. Y más dinero dejará en el futuro inmediato su destino turístico, que lo que produce en ajo, papa, cebolla y una gran variedad de vegetales y frutas, hablando en términos comparativos costo-beneficio.
Ya lo dicen los entendidos: “Toda planta saca sus nutrientes de la tierra y si sigues extrayéndose los nutrientes a la tierra ésta será inservible. A lo largo de la historia la forma en que la tierra se repone y se le devuelven sus nutrientes era dejando que las plantas se descompusieran se convirtieran en abono para abastecer la tierra. Por eso es tan importante la rotación de cultivos”. Por ejemplo: un cultivo de apio absorberá ciertos químicos de la tierra. Otro cultivo, trigo u otra cosa quizás le devuelva esos químicos al suelo. Así se mantiene el equilibrio de la tierra.
Toda la zona agrícola de Constanza está preñada de químicos y han emborrachado su otrora fértil valle hoy adicto a los fungicidas, pesticidas, que en cada nueva época de siembra necesita más agrotóxicos. Década tras década la tierra pierde su valor, porque no produce igual, degenera, se debilita.
El problema de producción agrícola en Constanza no solo se restringe a su adicción química que encarece la cosecha. También es un problema energético. Todo esto sin contar las altas tasas de interés de préstamos bancarios que actualmente oscila entre 27 y 36 por ciento para los productores agrícolas. Imagínese usted que en poco tiempo lo que produce Constanza tendrá que ser importado y de hecho los productores ya se quejan de importaciones inadecuadas y del DR-Cafta que no funciona para beneficio del país en este aspecto.
Hubo tiempo en que el valle de Constanza producía solo en ajo más de 250 mil quintales por cosecha, hoy ha descendido bastante y no pasan de algunos cientos de tareas las sembradas de ajo.
Al igual que la inversión en Casabito supongo que se ha planificado la inversión inmediata en medios efectivos de producción energética y puede que eso se solucione con la presa y represas construidas, pero aún queda un problemita bien incomodo. El asunto es que se necesitarán nuevas maquinarias, vehículos, toda una estructura que no ha sido montada, pues todo lo que se hace responde a la política falaz y a las pocas reinversiones de grandes productores.
Política falaz que mantiene los más altos índices de analfabetismo de todo el país, así como también subempleo y/o desempleo en las dos terceras partes del ano, problemas de salud (tiene los más altos índices per capita de cáncer de la piel y glaucoma), saneamiento ambiental (hay que ver lo que queda de lo que una vez fue el rio Pantuflas), vivienda, educación, trabajo infantil, en el 92% de las 127 comunidades y barrios. Política falaz que solo beneficia a los “grandes productores”, le deja el hueso al Estado y crea indigencia.
La forma en que se cultiva hoy en Constanza es como aquella frase: “más caro sale la sal que el chivo”. Los datos nos dicen que las calorías de energía para producir y distribuir en los mercados son mayores que la caloría de alimentos consumidos, casi en una relación de 8 a 1.
Si los pasados gobiernos hicieron los cálculos con los cientos de millones de dólares invertidos en infraestructura en una zona que pierde poco a poco su esplendor agrícola, pero que probablemente forme parte de un gran proyecto que creará las condiciones para hacer renacer la vitalidad agrícola a Constanza, todo eso está bien y este artículo no tiene razón de ser desde la perspectiva de mercado. Sobre todo tomando en cuenta que Constanza ha sabido aportar alrededor del 4% del PIB nacional lo que condujo a ser la comunidad con mayor per cápita del país en su momento, aunque no existe distribución equitativa de estas riquezas.
Pero conceptualizando mediante un razonamiento lógico las cosas se están haciendo al revés y andamos como la ciguapa, hacia delante con los pies hacia atrás. Lo que me hace sentir que como el cuento de la ciguapa es una fantasía lo que vivimos hoy y comeremos en el futuro inmediato.
Me alegra muchísimo que Constanza tenga una remozada carretera como la de Casabito, que beneficia a Tireo, La Culata, El Castillo, Monte Llano, La Siberia, Pinar Parejo y Valle Nuevo. Hace un tiempo se invirtieron 112 millones de dólares.