Se escucha y se lee cientos de veces. Que un maestro dominicano gana, recibe como salario, 3.7 veces por debajo del promedio de países desarrollados, como países de Europa occidental. Se dice, queriendo decir, que nuestros maestros ganan poco. Bueno, si pretendemos que nuestros maestros ganen igual que un maestro en Alemania, es porque sus alumnos, los padres de estos y el resto de la población, somos todos alemanes.
Una de las cosas que aprendí al ser entrenado como un científico de laboratorio es, que cuando se realiza un experimento, buscando algún conocimiento que falta o la causa de algún fenómeno de nuestro interés, se seleccionan dos grupos de organismos (en mi caso ratas y ratones de laboratorio) que fuesen iguales en todo lo posible; en peso, sexo, edad, raza, condiciones de vida, alimentación y entonces a uno de estos grupos se le introducía una variante, un medicamento, una droga, una estimulación particular, una lesión cerebral y ambos grupos se sometían a una misma experiencia: recordar un laberinto, solucionar un problema, escoger una dieta particular, responder a una agresión; y si aparecen diferencias entre ambos grupos, el experimental (aquel sometido a la manipulación particular) y el control (aquel de iguales organismos, pero no manipulados en ninguna forma) podíamos comenzar a sospechar que la variable o manipulación introducida en el grupo experimental era la causa de la diferencia encontrada.
O sea, la vieja idea de los cursos de primaria que no se comparan, ni se suman, ni se restan naranjas y manzanas. O todas naranjas o todas manzanas.
Ah pero en nuestro país esto es algo desconocido. Partimos de compararnos con países desarrollados no para distinguir sociedades distintas y a lo sumo posibles, sino para exigir que siendo naranjas se nos trate como manzanas.
Y en los médicos (y los dentistas también) es de reírse si no fuese de finales tan trágicos. “Yo cobro tanto porque en los Estados Unidos esta operación cuesta el doble”. Si, pero eres un médico graduado aquí, especializado aquí, que ni siquiera manejas otra lengua para enterarte de los avances de tu “especialidad” y seamos francos- con tus notas de bachillerato y de los primeros años universitarios nunca hubieses podido entrar a una escuela de medicina en los Estados Unidos.
Entonces no pretendas cobrar (en efectivo, sin aceptar seguros-para no pagar impuestos, claro) comparándote con las manzanas cuando eres una naranja.
Y así en todo, y en todas las profesiones. Se abusa de un pueblo pobre e inculto mostrándole parámetros de sociedades tan distintas a la nuestra que para ningún estudio serio sería aceptable.
Claro, hay excepciones. Por ejemplo, los políticos. Los de aquí son las manzanas- se asignan el sueldo que les da la gana, por encima siempre de nuestras naranjas manzanosas, tienen prebendas y beneficios colaterales impensables en países de alto desarrollo, ah, y la justicia no es un asunto que le atañe a ellos. Es para las naranjas y para el resto, los limones.
Mientras que en un país que ni siquiera está dibujado bien en ningún mapamundi, sigamos exigiendo, pidiendo, forzando a que nos igualen los precios, salarios, bonificaciones, vacaciones, leyes sobre el trabajo, leyes y mas leyes y disposiciones que nuestras manzanas simplemente imponen, porque total, son para las naranjas, y pensemos que de esa manera seremos alemanes, (especialmente en lo concerniente a derechos, no a deberes) no solamente nunca lo seremos, sino que ni siquiera notaremos lo mal dibujados que estamos en los mapas y por qué al mundo entero no le importa que ocupemos una media isla, una isla entera o ninguna isla.
Tan simple que es el problema, recordemos: manzanas y naranjas no se suman, no se comparan, son distintas.