Son las 10 am de la mañana de un día miércoles soleado, y Manuel aun no se levanta, al pasar junto a él frente al Parque Duarte en plena calle Hostos, Manuel duerme sobre un cartón, a las 11a.m,  aun sigue durmiendo, mientras   los peatones casi marchan sobre su cama improvisada.

A pocos pasos, dos  miembros de la Policía Nacional, sentados en la sombra. A quienes   pregunte si existe algún organismo al cual se pueda llamar (ahora que  el 911 está de moda), para que se encarguen de recoger los niños dominicanos que deambulan por las calles. El policía casi molesto, mientras se estiraba, desde el banco  contesto- “Ello hay…, pero  aquí nadie quiere trabajá”,- Mientras   caminaba hasta donde Manuel dormía.- ¡Vamo a ve lo qu’e ¡

Manuel fue despertado y tomo su cartón, única pertenencia, y media cuadra mas allá en la calle Padre Billini, se acostó, para volver a dormirse. En un acto extraño de identificación, lo busque llegue hasta él y lo desperté, empecé a hacerle la moral como si lo conociera, mientras le hacia una serie  preguntas  absurdas, intentando saber como un niño se convierte en indigente ante los ojos de todos. Quería  saber  como se llamaba,  si se había metido algo raro,  de donde era,  donde vivía, donde estaba su familia, si iba a la escuela .Pero Manuel no solo estaba medio dormido, sino que además  estaba cansado ,eso dijo, se veía exhausto, desnutrido, la calle se  lo está comiendo ,el sucio acumulado en sus uñas y en su cuerpo lo delatan .

Le pedí que se levantara, que volviera a su casa, y que se lavara la cara, para despertarse, caminamos hacia  la calle Duarte, atravesó la calle  hacia donde estaba la llave, se voltio para decirme –“le  pusieron  candado”-, no había agua, como en muchas partes del país,  ni para lavarse la cara. Entonces  propuse a Manuel de  acompañarme al súper mercado, me dijo que no, que le dolía el pie.

-La esperare aquí-, mientras un señor que pasaba le daba una moneda de RD$25.00 y Manuel decía, ¡Gracias!

Cuando regrese del súper a los pocos minutos, Manuel había desaparecido, no estaba se lo había llevado la vida .Desde mi impotencia, repensé el  desencuentro con aquel ser.

Entre las pocas cosas que supe de Manuel  ,es que no parece violento, que es casi un habitante de la zona , que tiene 11 años, que no sabe leer ni escribir, que es capaz de agradecer, que no se ha metido nada raro ,lo cual  creí, por la forma en que respondió mis preguntas inquisitivas, mirándome a los ojos me dijo –Ah, ah, eso si no -, Me conto  que vivía con una tía en la Benito, sin hijos , solo con ella ,pero que no le gustaba vivir allí. Cuando le pregunte por su mama, Manuel  bajo los ojos, mientras caía el silencio.

Olvidaba decir que llego a   ganarse la vida como  Limpia bota, pero que “la gente de CESTUR me quito la caja…”

De este dialogo con Manuel algo  hizo que dejara de interrogarle, fue cuando le pregunte cuanto tiempo tenía en esa situación – “No me acuerdo….no se “-Parecía haber perdido la memoria del dolor y el sufrimiento, entregado a su suerte, el olvido es un recurso.

Si usted se encuentra con Manuel , podrá identificarlo, tiene  aun la mirada  transparente y fresca de cualquier niño, enmarcada en  unas tupidas pestañas negras ,es flaco ,con pequitas sobre la nariz, y esta apenas calzado por  unos calipsos, debe llevar el numero 558 mil marcado en el alma ,porque  es uno de los miles de niños dominicanos ,(hijos de la pobreza) , sin acta de nacimiento, que nunca han ido a la escuela y que deambulan por las calles   o viven en la Zona, esperando  que, la policía les pida que les limpie los zapatos de gratis, que algún maniático sexual, local o extranjero, le pague por una felación o que algún narco los use para llevar un paquetico, mientras crecen toreando el desamparo y la maldad, esperando la limosna de  cualquier  empleo .

Manuel aun se puede salvar, si tomamos en cuenta que son muchos, los hombres exitosos en este país, que  fueron Manuel alguna vez, limpia botas,  o  hijos de padres improvisados,  que con alguna ayuda salieron adelante.

Necesitamos verdaderas políticas públicas, en una sociedad donde la deuda social sigue creciendo, con un  Estado indiferente, carente de mecanismos  orientados a  proteger los hombres y mujeres del futuro,  esos, los niños que hoy, desamparados, están por nuestras calles.

Dejémonos de hipocresías, clientelismo e improvisaciones, enfrentemos el problema de nuestra población, con los embarazos tempranos e  inesperados, la infancia abandonada, la paternidad irresponsable. Solo así se pueden escapar algunos seres de enrolar las filas de la violencia, criminalidad e indigencia.

Al cierre de esta nota me entere, que ayer  que algún cuerpo policial  había recogido decenas de niños en la Zona, y no pude dejar de preguntarme si Manuel no estaría entre ellos.