En agosto del 2008 Manuel (Manolito) Mora Serrano puso en circulación una obra histórica centrada en la comunidad de Pimentel, su inolvidable “Barbero”. Un pequeño pueblo que en una época floreció recostado sobre los rieles y la estación del ferrocarril, que en sus años más memorables, como él lo cuenta, fue localidad cosmopolita en la que vivieron “italianos, árabes, un inglés, varias isleñas de cocolandia, muchos boricuas, españoles, mallorquines, cubanos, haitianos y gentes venidas de todas la geografía nacional”.
Posiblemente a Manolito no le interesa que digan que su libro “Revelaciones de Pimentel” (Santo Domingo, Editora Búho, 2008), cuenta la historia de aquella pujante villa cibaeña que una vez visitó Eugenio María de Hostos y fue residencia de importantes personalidades, poetas y escritores de la República; pero al leerla con detenimiento, vemos que en ella van apareciendo en cada una de sus páginas los símbolos de una comunidad que se resiste a perderse en la memoria y que Mora Serrano, con la frescura de quien escribe con dominio absoluto del lenguaje y de la narración, se encarga de llevarnos de las manos, presentándonos a los muertos y a los vivos, a los que emigraron buscando una mejor suerte o se quedaron esperando la llegada de mejores días; a los humildes del pueblo, los comercios, el polvo, el lodo y el rugido del tren cuando salía o se acercaba a la estación, como símbolo que fue de la prosperidad; pero que la modernidad apagó para siempre:
“El tren pasaba por en medio del pueblo—contó una vez contó José Tiberio Castellanos en “Pimentel de mi infancia” y Manolito lo recrea en su obra—con su humo de carbón, su soplido de vapor de agua, sus negros de nombres ingleses y sus pasajeros cosmopolitas que los muchachos del pueblo íbamos a “vistillar”. (…). Casi frente a mi casa se detenía el tren para que la máquina “bebiera”. El agua venía a un tanque desde el río Cuaba”.
Manolito nos habla de Fernando de Castro Suárez, uno de los fundadores del pueblo, del Dr. Cordero, el primer profesional nativo de la antigua localidad de Barbero; la familia Mora y Serrano que le dio vida a aquel pedazo de patria, hervidero de pasiones y de dinero; la primera planta eléctrica y la fábrica de hielo; de la estación del ferrocarril y los años de bonanzas en Pimentel, por allá por 1918, y del gallo de hojalata de los Munné. La visita de Domingo Moreno Jimenes a Pimentel en 1971, el primer censo en 1919, los hoteles, los inmigrantes, el caserío de Cuaba, la sociedad Amidverza (Amigos de la Verdad y la Belleza), que él fundó; en fin, crónicas de la vida, pura historia de lo que ayer fue, y hoy ya no es Pimentel.
Los recuerdos del autor, que nació un 5 de diciembre de 1933, y ha publicado más de quince obras literarias, corren con sentimiento y nostalgia por las páginas de “Revelaciones de Pimentel”, un pueblo que “no lo fundaron los hombres sino los hierros y las maderas. Los hierros de los rieles y las traviesas que lo sustentaban”. De ahí, dice Manolito, que “seamos firmes en nuestro amor al terruño natal como los metales fundadores, y al mismo tiempo, tránsfuga, temporeros como las maderas”.
Cuando terminé de leer la obra me sorprendí de que Morra Serrano, para muchos el más importante escritor de la región del Cibao, escribiera que “realmente no “tenemos historia”. Entre las gestas heroicas “se habla de heroísmo, llamado El Hombre Entero, que entró una vez a tiros y tomó a Barbero por asalto. (…). La otra acción no llegó a concretarse. Fue una rebelión contra Trujillo, al inicio de la Era. Un grupo de hombres armados que se resistían a entregar sus revólveres y escopetas esperaban a los militares trujillistas en la esquina de la Calle de los Rieles con la Avenida Germán, frente a la Casa de Piedra. Se dice que mi padre impidió que se materializara la acción y que valiosas personalidades perdieran la vida”.
“El otro hito de heroicidad fue la participación de Tonino Achécar Kalaf en la invasión contra Trujillo de 1959. Finalmente, durante la Guerra Patria de Abril de 1965 hubo una acción en la que murieron dos policías y fue herido uno de los atacantes. Como consecuencia, hubo fusilamientos y actos crueles contra civiles que no estaban involucrados en los hechos”.
Dice el autor que su pueblo “no tiene historia”, lo que entiendo como una expresión de humildad, pues así es y ha sido Don Manolo Mora Serrano en toda su vida, pero de su Pimentel, su Barbero añorado, muchos participaron y otros tantos murieron en la gloriosa “Ciudad Nueva” defendiendo la dignidad y la soberanía, y cuando llegó el final de la dictadura de Trujillo en 1961, destruyeron los símbolos de aquel oprobio. Pimentel tiene historia, sólo falta que otros más se animen a completarla y reproduzcan el esfuerzo del escritor de la obra.
Algo curioso y que llama la atención en “Revelaciones de Pimentel”, es el aporte a la historia de la genealogía dominicana: a través de los fundadores y residentes de Barbero, van apareciendo los padres, abuelos, hijos, nietos, primos, tíos y sobrinos de los habitantes del poblado con una exactitud increíble, y la vinculación de cada uno con la economía, la educación, cultura, tradiciones, el amor y hasta el desamor en el ámbito restringido de su comunidad.
Debo confesarlo, con la publicación de “Revelaciones de Pimentel”, Don Manuel Mora Serrano ha sacado su pueblo, sus hombres y su historia del olvido. Ejemplo que deberían imitar nuestros jóvenes historiadores y escritores, en sus respectivas comunidades, especialmente ahora que se le está prestando atención a la historia local y a la historia de la cotidianidad como una forma de completar la historia de la República Dominicana.
Es hora de que hagamos lo que ya hizo Manolito con su natal Pimentel: comenzar a caminar por la historia de los pueblos y de sus habitantes, aunque lo hagan con nostalgia y añoranza de las cosas que ya no son, y cuenten como él: “Es el mismo solar, pero las casas donde vivimos, salvo la última frente a la Bomba, ya no son las mismas. Muchos, la mayoría han muerto o se han ido y más que calles, casas y gentes, me tropiezo con la nostalgia. Allí fui feliz, por aquel lado vivía aquella que amé. Por estos sitios escribimos poemas o escuchamos canciones o dimos serenatas, por aquel caminito bajábamos al río a bañarnos, por allá cruzaba el tren o en aquel callejón mataron a fulano o fulana se fue con zutano y abandonó la familia”.
La verdad que disfrute y aprendí de la lectura de “Revelaciones de Pimentel”, por lo que me sumo a las palabras del Maestro que lo es Don Manuel Mora Serrano en la poesía, la narrativa y en la historia: “Algún día entenderemos que un pueblo sin historia está condenado a la degradación y entonces, tal vez valoremos lo que fuimos y tuvimos.