Las formas de particularidad y exhaustividad crítica de este discurso (nos referimos al discurso constitutivo de esta obra) compromete el desarrollo de esta obra a favor de una fundamentación crítica abierta al análisis filosófico del discurso cultural o culturalista dominicano, en la etapa de su fragmentación y su rebase nominal.
Así pues, la base bibliográfica de esta obra-ensayo asegura un campo de interés y significación donde el lenguaje pronuncia, activa, desarrolla y particulariza los diversos escenarios y escenas de la contemporaneidad. Lo dominicano, en este caso, se descompone en toda la analítica discursiva de la presente obra como “cuerpo negativo”, presentificador de vínculos históricos, políticos, culturales y biofigurales que, en el caso del designador “pueblo dominicano”, permite comprender el fracaso y la ruina de su representación.
La bibliografía como parte de los espaciamientos documentales y críticos de la obra, no parte solamente de un concepto erudito, historiográfico o teórico, sino más bien, posicional. La lógica del procedimiento crítico-intelectual se inscribe en la cosmovisión transdisciplinaria que cobra valor en los diversos desarrollos de la presente obra que, en su espaciamiento y confluencia, propicia otro cuerpo de ideas que se aleja de la figuración historicista y culturalista de la interpretación y comprensión de los problemas filosóficos, históricos, educativos, literarios, estéticos, culturales y productivos dominicanos.
Lo que en todo su desarrollo pronuncia este libro es la tropología que le sirve de base a su propio fundamento irónico, ético y subjetivador. Si dicha tropología que concibe la metáfora, la cruda metonimia y la paradoja como base de un entendimiento de los signos, textos poéticos y culturales desde un cauce que como, sugiere Susan Sontag, es el de la contrainterpretación, entonces, la escena del pensamiento crítico de nuestros días constituye su pronunciamiento analítico mediante un enmarque o contexto resistente y responsivo.
La mayoría de los ensayos que componen este libro buscan su propia independencia en la determinación temática e intencional. Tal y como podemos advertir en los bordes y ejes del mismo,los procedimientos de síntesis, postulación, demostración, organización conceptual y redaccional re-sitúan el contexto del espacio interdisciplinario, intradisciplinario y transdisciplinario de los principales posicionamientos que lo respaldan.
Resulta de interés la relación existente entre la segunda parte y la tercera parte de este libro, por demás, enjundioso, crítico y transdisciplinario de Manuel García Cartagena, pues las cardinales analíticas del mismo desarrollan un programa mediante el cual su autor no sólo enuncia las partes, procesos, recorridos, hipótesis, líneas particulares de su proyecto análitico, sino también sus actitudes, travesías epistemológicas y sociopedagógicas.
La travesía que plantea la segunda parte de esta obra rigurosa y “riesgosa” remite a encuentros y desencuentros importantes a través de su amplio temario.
Así, los problemas de la enseñanza del español, sus innovaciones y la reflexión desde la óptica de la literatura; la importancia y validez de la crítica de la literatura y para qué sirve la misma como institución; la relación existente entre poesía y sociedad y lo que la misma genera en sus claves y perspectivas, justifican la significación y la economía interpretativa de esta parte que induce a leer la tercera parte de dicha obra (véase, pp. 155-254)
En efecto, se hace legible y visible la movilidad crítica, sincrónica y diacrónica de la tercera parte p sección tercera, donde Cartagena emplea sus herramientas de lectura que ya había iniciado en la segunda sección de este libro. Se trata del ensayo número 5 de dicha sección dedicada a “la dominicanidad profunda” de Franklin Mieses Burgos, su sentido-lectura y su sentido-escritura.
La sección tercera de dicho libro corona toda una travesía donde su autor problematiza actitudes críticas de la crítica literaria y cultural dominicana del siglo XX. Cartagena se aparta de la crítica “quejosa”, circunstancial, sabatina y dominguera de los suplementos literarios y periódicos del país donde ocurre lo que el poder de un director quiere escuchar o permite escuchar. Para nuestro crítico la crítica no es alegre impostura, puerto de embarque, puerto de arribo, sino más bien, camino analítico, trazado epistémico, razón de razones, viaje hacia el texto profundo de la cultura y sus interacciones.
De ahí que en la “Advertencia” de esta sección tercera, encontremos un enmarque en torno a lo que hemos llamado la crítica muerta, que sobrevive en el caso de algunos críticos de la crítica y de los críticos, frecuentes en el espacio de suplementos únicos de cronistas utópicos, brincadores o bailarines:
“A pesar de ello, el deporte preferido de cierta crítica literaria sabatina ha consistido en asociar el patronímico dominicano a este o a aquel otro término literario de naturaleza más o menos genérica (i.e.: la “narrativa” dominicana, la “cuentística” dominicana, la “poesía” dominicana, etc.), como si quienes esto hacen no supieran que tales constructos carecen de toda suerte de extensión conceptual precisamente debido a la quiebra sistémica del campo literario dominicano, la cual no es otra cosa que un eco (un síntoma) del rosario de carencias que horadan y merman el sistema educativo dominicano desde la fundación misma de nuestra nación” (vid. p. 258)
Muchos detalles, particularidades y enmarques teórico-críticos organizan el fundamento de esta obra de Manuel García Cartagena, donde se hace legible la cardinal que abre una poética crítica de la lectura idetitaria, metaidentitaria y postidentitaria del texto cultural, filosófico, pedagógico y literario dominicano.
De ahí que la práctica critica de MGC se extienda a un régimen de la producción intelectual e ideológica dominicana basada, no solo en los argumentos, sino también en las demostraciones, particularizaciones discursivas, crítica de las instituciones nacionales y por lo mismo de los sujetos dominantes y predominantes en las esferas de poder en el país.
Así, en el último párrafo de la “Advertencia” de la sección citada, se hace pertinente leer su dimensión críticamente provocadora:
“Así como hoy día se habla de cuatro estados de la materia, para hablar de la literatura producida en la República Dominicana es necesario enunciar en qué estado esta se ha encontrado, históricamente, es decir: el estado de indiferencia colectiva. Solo así se podrá comprender por qué, hasta la fecha, ha resultado teórica y metodológicamente improcedente hablar de “literatura dominicana”, y por qué, en la actual configuración del mercado mundial en la que los grandes capitales han terminado satelizando a la República Dominicana, cada vez venimos siendo menos numerosos aquellos que nos negamos a escribir literatura europea en dominicano, literatura norteamericana en español o literatura dominicana en inglés o francés” (ibídem).
Tanto la diagnosis, como la semiosis que implica la lectura de este libro nos advierten sobre los riesgos, las perturbaciones pragmáticas de los argumentos que han ejercido poder sobre y desde la literatura dominicana. Al escuchar la crítica asumida en este libro observamos las debilidades, caídas y recaídas del discurso y la práctica culturales agazapadas en sus posicionamientos parasitarios e indeterminados y registradas en publicaciones oficiosas provenientes de núcleos intelectuales agrupados en bloques ideológicos de “circunstancias”, instituciones de bienestar, instituciones académicas basadas en la egolatría de sus principales cabezas.
De esta suerte, las conclusiones de este libro o su cierre inconcluso, involucran 5 cardinales teórico-prácticas identificables a todo lo largo de dicha obra, imprescindibles para entender el planteamiento de la misma:
- “Haber dedicado mucho tiempo a intentar pensar mi sujeto a sabiendas de que debía construir mi propio criterio de verdad me permitió librarme de ese impulso narcisista que, en el periodo actual, se valora como uno de los atributos con que debe contar en altas dosis cualquier aspirante a self made man en el campo literario, ya se trate de un "emprendedor", un "artista", un "activista" o un practicante de cualquiera de esas nuevas "profesiones liberales" que son (lista no exhaustiva): el web master, el influencer, el media analyst, etc. (op. cit. p. 395).
- “Una de las grandes ventajas de entregarse plenamente al acto de pensarse es, en efecto, la imposibilidad de producir “saber” acerca de nuestro sujeto. Confundir los resultados de la metareflexión con “saberes” positivos, del tipo de aquellos que se suelen ofrecer en venta en los mercados académicos, constituye la mejor prueba de que no se ha comprendido la diferencia radical entre pensar y pensarse” (íbidem, p. 396).
- “Entre todas las cosas que han cambiado en esta época de interminables mutaciones, la que tiene tal vez más profundas implicaciones para nuestros países caribeños es tal vez el hecho de que el pensamiento occidental ha comenzado a relocalizarse” (íbidem, p. 397).
- “La Vieja Sofía ya no quiere que sus amantes la quieran entre las vetustas paredes de su burdel principal y ha optado por abrir un gran número de pequeñas sucursales. Este gesto, recibido al principio con beneplácito y saludado como una prueba irrefutable del triunfo de la democracia, no ha tardado en conducir a la más completa saturación del gran mercado de “saberes”, ya que, súbitamente, todo aquel que alguna mañana se despertó con ganas, se las arregló para ocupar un lugar en el escaparate de uno cualquiera de esos nuevos espacios que son los burdeles sucedáneos y, sin que nadie pudiese evitarlo, se puso a “pensar” en la primera vitrina que encontró. De ese modo, el mercado del pensamiento no ha tardado en quedar tan saturado como el de los escribidores de literatura. De hecho, tan poca cosa es “pensar” en estos tiempos que, al parecer, cualquiera puede hacerlo. En cambio, pensarse…” (íbidem, p. 396-397).
- “No solamente a casi nadie le interesa pensarse, sino que, muy probablemente, de comprobarse en algún lugar la existencia de un pequeño grupo de personas que se dediquen a pensarse, drásticas medidas represivas serán inmediatamente puestas en funcionamiento con el propósito de sofocar el brote antes de que se convierta en epidemia…” (íbidem, p. 397).