Los manuales nunca han tenido buena prensa, por eso nadie reconoce tener uno a mano. Los de la vieja guardia pueden reconocer haber leído el de Marighella pero jamás confesarán conocer los de Marta Harnecker. Por eso me sorprendió, al revisar la biblioteca de un amigo, tropezarme conun “Manual del demócrata” y, más aún, descubrir que sigue teniendo mucha actualidad a pesar de haber sido escrito en 1996 con motivo de un pacto (de no demócratas) cuyo nombre y objetivos ignoro y al que algún asistente, según me cuentan, llegó convencido de que asistía aun cumpleaños.
De seguro que por haber sido inspirado por ese evento, su primer capítulo sólo contiene una línea: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
El segundo capítulo abunda en críticas a las cosas que a veces hacen los demócratas por ingenuidad o por errores “tácticos o estratégicos”. Merece destacarse especialmente aquello de que “mientras más estratégico el cambio que se propone, más difícil será conseguirlo”. Llaman la atención en este capítulo dos asuntos que merecen atención especial: bajo el subtitulado de “Cuidado con la corrupción” orienta a los demócratas a que en sus luchas no pongan todos los huevos en ese canasto, pues la historia ha confirmado que se termina como el gato mirando la carnicería, particularmente después de todas esas iniciativas “anticorrupción” generosamente financiadas que terminan por lo general con un aumento de… la corrupción.
El otro punto que no se puede ignorar de este capítulo es el de “¿Quienes son los amigos de los demócratas?”, de especial importancia por la tendencia de los demócratas a utilizar y practicar con consecuencias suicidas aquello de ‘todos son iguales’, ‘ninguno sirve’, ‘nadie es honesto’. Vale recalcarlo puesmuchos demócratas olvidan que la democracia resulta del arte de unir fuerzas, aunque abunden las evidencias de que cuando se cae en la tentación del “que se vayan todos”, no se va nadie.
El capítulo tercero refiere que, a pesar de las generosas consultorías, coimas y auspicios propagandísticos pagados por los no demócratas, los demócratas siempre siguen contando en sus filas con distinguidos intelectuales con más vocación crítica que de funcionarios y con académicos que generan nuevos conocimientos a partir de los hechos y no de auto referentes sainetes.El autor del manual, que dice disponer de un buen número de artículos de opinión de los demócratas, llama también la atención sobre algunos otros asuntos interesantes.
Recomienda a los demócratasno caer en la tentación de usar muletillas como“crítica constructiva”, no sólo porque son herencia de una cultura autoritaria que no admite el disenso, sino porque reflejan al hecho deque por alguna extraña razón los demócratas se sienten obligados a explicar o justificar el desacuerdo cuando se expresa. Este señalamiento es importante tenerlo presente puesto que los demócratas siempre construyen, y no sólo a partir de la crítica. También lo hacen en su práctica cotidiana: ¿Ha visto algo más constructivo que una calle llena de gente y de carteles? En ese escenario también resulta redundante aquello de pacífico.
Propone -para ayudar a eliminar esta especie de complejo por enfrentar el mal (o sea: a los no demócratas)- eliminar de susartículos, ensayos y entrevistas expresiones como “es mi amigo” o “es mi hermano” antes de denunciar a alguien que está acabando con el país, sus recursos y sus instituciones. Los demócratas, buena gente al fin y al cabo, creen tener amigos entre los no demócratas y hasta quisieran olvidar a veces que “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. Los no demócratas, por su lado, no tienen amigos demócratas: en general no tienen amigos, tienen cómplices.
El capítulo cuarto es pura preceptiva: acerca de los contenidos de la comunicación de los demócratasinvita a abandonar los complejos y a no esperar nada bueno de los no demócratas. Los no demócratas actúan mal porque eso es parte de su ADN, no porque no sepan. Ellos hacen lo que hacen, porque son así y nunca harán lo que los demócratas desearían. Cuando decidenprolongar sus mandatos más allá del período para el que fueron electos, lo hacen sabiendo que lo que corresponde es hacer elecciones y cuando hacen elecciones y hacen trampa para resultar ganadores, saben que eso no lo haría un demócrata.
Luego de todas esas recomendaciones, el capítuloconcluye proponiendo evitar que los artículos y entrevistas, escritos y discursos parezcan informes de consultoría acerca de lo que los no demócratas deberían hacer. Parece una verdad de Perogrullo, pero por lo mismo es necesario tenerla siempre presente: Si las cosas fueran de otra manera existirían sólo los demócratas, o sólo los no demócratas.
El último capítulo del manual, igual que el primero, tiene una sola línea: “Manos a la obra”.