Trump es un tíguere mafioso, y eso no es ningún secreto. Precisamente por ser un pícaro marrullero es admirado y aplaudido por sus secuaces, y apenas tolerado por sus aliados políticos circunstanciales. Los que se sienten perdedores esperan vanamente beneficiarse de su astucia puesta a trabajar a favor de los intereses grupales. Muy pocas personas perspicaces se engañan creyendo que el protagonista de El aprendiz es un caballero honorable, pues es muy mal simulador. Siempre termina explotando la verborrea delatadora de sus verdaderas intenciones, como lo evidencia el reciente episodio de su epopeya presidencial al despedir al director del FBI, James Comey. O como cuando durante la campaña electoral solicitó a Rusia que hackeara las comunicaciones digitales de su rival. No hay engaño, porque en el fondo todo es transparente a pesar de las mentiras y subterfugios en la superficie, que ya damos por descontado. Trump no hace alarde de rectitud y prendas morales, pues no tiene vergüenza. Solo le interesa ganar y allantar, preferiblemente aplastando al competidor, y sin importarle las apariencias ni las consecuencias. “Crooked Hillary” y “lock her up” no son rechazos éticos, son solo instrumentos aplanadores en el campo de batalla. El tuitero compulsivo es un contrincante feroz, pero puede ser domado como un niño travieso porque no es capaz de ocultar sus sentimientos. Como dicen los estadounidenses, “lo que ves es lo que hay” (“WYSIWYG”).
El emergente es otra historia más difícil de contar. Proyecta una imagen contrapuesta a la desfachatez de Trump. El maquillaje y el corte de pelo son impecables, y la corbata siempre bien puesta. Se expresa con ecuanimidad y luce siempre en control. Su actuación no es histriónica, sino muy discreta y natural, siempre correcta. Sigue al pie de la letra el guion redactado en equipo, en tono pausado y sin estridencias. Maneja muy bien las situaciones conflictivas que se presentan inadvertidamente, como la protesta del elenco del musical de Broadway, Hamilton, en ocasión de su visita como vicepresidente electo. Por su serenidad inspira la confianza de poder superar cualquier crisis que requiera de temple y capacidad para escuchar y ponderar las recomendaciones de expertos a su servicio. En fin, Pence tiene a los republicanos conservadores comiendo de su mano, y a gran parte de la prensa tradicional (la que Trump y sus canchanchanes llaman reiteradamente “FAKE NEWS” y enemigos del pueblo) embelesada por su compostura de modesto predicador, que contrasta con la payasería chirriante de su jefe. El día que le toque comandar, no habrá obstáculos.
Empero, algunos agudos observadores de la política vienen cuestionando quién es el tíguere y quién el cordero. Otros analistas advierten que Pence es el Putin estadounidense. Se cuida de no ingerir bebidas alcohólicas en compañía de damas si su esposa no está presente, pero públicamente defiende con dientes y uñas las mentiras y fullerías del tíguere marrullero. Aparenta ser tan leal al tíguere mayor, como es fiel a su casta esposa. Participa sin ruborizarse de las patrañas concertadas en equipo, como la de atribuir el despido indecente del director del FBI a las recomendaciones de la procuraduría. En este reciente caso finalmente se puso de ridículo sin siquiera poder disimular culpando a su jefe de mentirle (como hiciera en el caso de Michael Flynn en febrero pasado). Dispuesto a cualquier sacrificio, cómplice del tiguere en jefe en cualquier engaño, siempre tiene una coartada bajo el brazo y ni siquiera se inmuta. Pence tiene una gran capacidad de mantenerse impertérrito al momento de mentir, dificultando considerablemente la tarea de discernir sus falsedades y sobre todo sus motivaciones para pecar. A pesar de que ya hay varios significativos casos de sus mentiras puestas al desnudo por el buen periodismo, el manso predicador sigue inmutable en su labor de escudero y cómplice, sin suscitar mayores sospechas de su verdadero carácter.
Por mucho que Pence se diferencie de Trump en su porte y vocabulario, en verdad que se parece mucho al maestro negociador en eso de no tener vergüenza. Y el manso cordero supera ampliamente al tíguere feroz en su gran capacidad de mentir sin eructar. Por eso nunca mejor dicho que la expresión callejera de “líbrame del pariguayo, que los tígueres nos conocemos”.
Lecturas:
http://www.salon.com/2017/05/12/mike-pence-is-neck-deep-in-donald-trumps-james-comey-mess/
http://www.dailymail.co.uk/news/article-4495970/Did-Mike-Pence-LIE-Comey-fired.html
http://www.politico.com/story/2017/05/11/james-comey-fired-trump-contradict-pence-238274
http://shareblue.com/morning-joe-mike-pence-needs-to-apologize-to-america-he-lied/
http://www.msnbc.com/rachel-maddow-show/mike-pence-gets-caught-making-yet-another-bogus-claim
http://www.huffingtonpost.com/entry/the-republican-plan-to-remove-trump_us_5913d4d3e4b01ad573dac120
https://www.nytimes.com/2016/07/21/us/politics/mike-pence-religion.html