El presidente Medina disertó en el acto de proclamación del Partido Cívico Renovador el pasado sábado. Lejos de ser revolucionario, en resumidas cuentas Danilo sólo buscó justificar su tolerancia a la prevaricación de fondos del Estado escudándose bajo el oportunismo de sus interlocutores, quienes a su vez aplaudieron como focas que esperaban a que el entrenador les diera su pescado como premio por hacer lo que se les decía. A diferencia de aquel otro discurso donde Medina pedía ‘no tirar piedras hacia atrás’, esta vez él está consciente de que su gobierno no está libre de ningún pecado.

En esta última alocución, el presidente se paró al lado del extinto Dr. Joaquín Balaguer cuando dijo que ‘la corrupción se detenía en la puerta de su despacho’. El caudillo murió en la pobreza después de haber gobernado a nuestro país durante tantos años y muy a pesar de que perteneció a la clase política más sucia (sin poder decir ‘de todos los tiempos’), pero él era el centro de todos aquellos políticos que se beneficiaron de la falta de control de gastos y de castigos con todo el peso de la ley.

Balaguer y su partido ‘banderita’ (que se mueven según soplen los famosos vientos), por más que lo han chapeado y tratado de renovar con caras nuevas, fueron los profesores del actual modelo de gobierno que existe en nuestro país, sea quien sea el gobernante, pues este sistema de boroneo, canastas, reparticiones, botellas, personas incapacitadas para dirigir las posiciones políticas que ocupan, es una herencia de los terribles años de gobierno que se vivieron en mi país en su época de oro y no nos libramos con ningún gobernante, si no pregúntenle a Abinader a ver quiénes son sus nuevos amigos.

Por otro lado, mientras el expresidente Fernández se hacía el indiferente ante los escándalos que le explotaron en las manos durante su gestión, su sucesor fue consolidándose como la esperanza para acabar con la corrupción sirviéndose en bandeja de oro cuando a Leonel no le quedó más remedio que subirlo para mantener el poder de su partido. Para los que se lo creyeron, el actual presidente se vendió como algo diferente de lo que se cocinaba en el gabinete de su archienemigo, aunque dentro del mismo partido, pero ha terminado siendo tanto testigo como cómplice de los actos más perversos de despilfarro de dinero en los últimos 12 años. Cabe recordar que mientras Medina hacía su campaña, Fernández se gastaba RD$187,000 millones mal contados, acción que lo puso en el fondo del abismo. Al final, el presidente Medina ha gobernado con aquellos políticos que Fernández le endosó, porque nunca ha podido salir de ellos, ni siquiera porque durante su campaña aseguró que bastaba el rumor público para destituir y someter a aquellos funcionarios corruptos. Sin embargo, la preocupación debe ser ahora mismo saber qué, no cuánto, nos costará la reelección.

En un país donde en los últimos 20 años no haya condenas importantes en materia de corrupción, donde el pez gordo se pasea por la calle como si nada estuviese pasando, donde no expulsen de su partido a los que tienen las manos sucias como uno bota la basura de su casa, y donde la pena máxima sea la destitución de su cargo para reciclarlo en otro de igual o menor perfil, no debe sorprendernos que los problemas de hoy sean los mismos que hace 20 años atrás. Balaguer está por ser destronado.