Por años hemos escuchado las quejas en torno a la pasividad de la ciudadanía, ante el exceso y estilo de gobierno, que se expresan en diferentes tipos de abusos hacia el pueblo.

Nuestra clase política es inquietantemente indiferente, no pierde su tiempo dando explicaciones, ni rendimiento de cuentas: “el poder es para usarlo”. Acostumbrados a que “to’ e’ to’, y na’ e na’”, gracias a que la población envilecida no reacciona. Sin embargo, desde el fracaso de las elecciones municipales anuladas, algo parece cambiar, ha surgido un inesperado movimiento social, solicitando explicaciones en torno a lo sucedido, agregándose otras exigencias, según pasan los días.

Estas manifestaciones se pueden inscribir, dada sus características, en los movimientos sociales que vienen sacudiendo América Latina y otras partes del mundo en épocas recientes, debido al disgusto social.

Aunque algunos dicen que esto es una continuación de la Marcha Verde, creemos que la evolución va más allá, ya que no responden a ninguna fuerza política, y traducen el hartazgo de la gente ante un estilo de gobernar, caracterizado por la corrupción, impunidad y falta de institucionalidad. Teniendo en común lo inesperado del surgimiento, y el rechazo a la clase política tradicional; como señala el sociólogo Manuel Castells, se trata de “un fenómeno global que exige la emergencia de nuevas formas culturales e institucionales.”

Sólo falta por ver cuál es el trabajo que se ha realizado a nivel de las clases más desfavorecidas, para que un movimiento de estas características se mantenga en tiempo de reclamos

Siendo esta una amenaza que pende y pone en riesgo los tradicionales sistemas políticos establecidos – democracias representativas, clientelares y disfuncionales, dictaduras light, y “monarquías” presidencialistas bananeras.

Estos movimientos sociales que buscan más y mejor democracia, nuevos valores, nuevas formas de vida y de hacer política, pueden mutar, pasando de movimientos sociales a explosiones sociales, ilustrando la rabia profunda de los pueblos, la frustración y la desigualdad históricamente cultivada.

Una de las formas de conocer algo, de lo que puede estar representando para los individuos que participan en la emergencia de un movimiento social de esta naturaleza, es a través del análisis del discurso que encierran las consignas y las características de los participantes, en su mayoría jóvenes de diferentes orígenes sociales.

La creatividad de las consignas ilustran los niveles de exigencia y hartazgo de los participantes, cuando dicen: “Este país no es un maldito cajero automático”, denuncian la desmesura de la corrupción. O para ilustrar el desencuentro político amoroso de los esposos-líderes, Margarita y Leonel: “El gobierno es más falso que el amor de Margarita a Leonel”, lo que da cuenta además que los manifestantes están informados, conocen lo que hay detrás de cada uno de los actores políticos. Dejando clara la disposición del pueblo en la actualidad: “El pueblo está tan unido que salgo a protestar con mi ex novio”, al lado de la joven manifestante, un joven con otra pancarta: “Yo soy el ex novio”.

Hay una masa que ha surgido en los 16 años de gobierno PLD, una generación que luce despierta y creativa, a pesar de los resultados de la prueba PISA, es pensante y crítica.

Sigamos de cerca la evolución de estas manifestaciones, esperando se logren respuestas a las demandas. Sólo falta por ver cuál es el trabajo que se ha realizado a nivel de las clases más desfavorecidas, para que un movimiento de estas características se mantenga en tiempo de reclamos.

Cabe analizar cuál es el impacto de 8 años de visitas sorpresas del Presidente Danilo Medina, y cuál ha sido el trabajo hecho por la vice presidenta, desde su matrimonio hace 15 años con Leonel Fernández, para ser re-elegida por tercera vez al cargo -algo nunca visto, en el escenario político mundial. Mientras los jóvenes en la Plaza de la Bandera nos recuerdan que estos movimientos sociales, finalmente, vinieron para quedarse, según Castell, y traen aroma de cambios.