ODEBRECHT, una formidable empresa constructora, pieza clave del complejo militar industrial brasileño, ve desmoronar de pronto su formidable imperio.
Sin que se entienda que justificamos su proceder, nos hacemos la siguiente primera pregunta: ¿Es realmente esta corporación la única que en Brasil utiliza los sobornos y los financiamientos de campaña electorales para lograr la aprobación de grandes proyectos de infraestructura? ¿Por qué ODEBRECHT, entre muchas otras grandes empresas brasileñas que han hecho exactamente lo mismo, permanece firme en el ojo del huracán de la investigación de Lava-Jato?
Responder esta pregunta requiere necesariamente conocer a fondo cómo opera el binomio complejo industrial militar-sistema de partidos en Brasil.
Como en muchos otros países de nuestra Hispanoamérica, la corrupción es el modo generalizado de operar de las grandes empresas brasileñas, con algunas particulares características. Primero, el sector construcción contrata directamente con el Estado y, segundo, no existe, como en República Dominicana y otras naciones, el mecanismo de financiación, por parte de los contribuyentes, de las campañas electorales.
De aquí que se trate de uno de los “terrenos nacionales” más fértiles para invertir, al decir de Joseph Alois Schumpeter, en el “mercado de las mercaderías políticas”. Como sabemos, los empresarios no dan un peso sin esperar una sustantiva retribución, en Brasil y en todas partes. En relación a ello, un interesante informe emitido en 2006 revelaba que las empresas brasileñas recibieron entre 14 y 39 veces el valor “donado” a los partidos a cambio de jugosos contratos con el poder público, ejecutados en años posteriores.
Como aquí, los grandes núcleos empresariales se consolidaron bajo la sombra protectora del Estado. Grupos familiares que recibieron el impulso benefactor (sin límites) del Estado, justamente lo mismo que sucedió en República Dominicana en el ejemplo de aquel fallido modelo de industrialización por sustitución de importaciones, movido en su dinámica por legislaciones especiales que justificaron enormes incentivos y exenciones fiscales. El caso más notorio fue la Ley núm. 299-68 de protección e incentivo industrial.
Nuestros apellidos más sonoros, como en Brasil los de Gerdau, Batista Sobrinho, Camargo Correa, Andrade Gutiérrez, entre otros, son pues el producto de una accidentada acumulación originaria Estado-pequeños emprendimientos familiares embrionarios. Sobra decir que, en el caso nuestro, los abuelos y bisabuelos de los actuales beneficiarios de esa lejana y muy particular acumulación originaria, no pudieron ser más que mirones de esquina en la época de la dictadura trujillista. Deberían, consecuentemente, tener en un altar, en lo alto de una montaña, al doctor Balaguer.
Las dinámicas tradicionales de acumulación y los soterrados y obscenos sistemas de relacionamientos Estado-empresa, sufren de vez en cuando, para bien o para mal, saltos verdaderamente bruscos.
En Brasil, ese brinco tuvo lugar en 2007 cuando el gran líder Lula, con un claro y probado linaje de luchador de izquierda, adoptó las provisiones estratégicas de lugar para relanzar en un estado de Sao Paulo (Sao José dos Campos) el complejo militar industrial brasileño.
En efecto, el acuerdo estratégico con Francia para la construcción de cinco submarinos, incluido uno nuclear, apoyaba el Programa de Desarrollo de Submarinos (PROSUB). Éste se proponía, legítimamente, la protección de la Amazonía (construcción de una nueva base naval en la desembocadura del Amazonas) y la defensa de las mayores reservas de petróleo encontradas hasta entonces en el mundo en la plataforma marina. Estos grandes proyectos suponían una colosal transferencia de tecnología, que es un aspecto que no se ha descuidado en la praxis política brasileña de los últimos tiempos.
Las monumentales obras dieron lugar a la creación de una nueva empresa, como sucede con frecuencia inadvertida en nuestros predios, mediante combinaciones de capitales y nombres nuevos. Se llamó Itaguaí Construcciones Navales, coordinada por la Marina de Brasil. Muchos de los compromisos fueron ya concluidos pero los que tienen que ver estrictamente con la defensa conocen rezagos y tropiezos. De paso digamos que la construcción del submarino nuclear sentaría por primera vez a Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU con tal capacidad.
ODEBRECHT se convierte así en la pieza clave de la modernización de la marina, proyectándose la construcción a 2047 de otros veinte submarinos convencionales, además de seis nucleares. En adición, con la compra de MECTRON, empresa brasileña fabricante de misiles aire-aire, anti-navío y anti-tanques, y radares, ODEBRECHT pasa a ser el motor del fortalecimiento inédito de la defensa nacional del gran país.
En este contexto, hacemos la siguiente pregunta que no es de nuestra exclusiva autoría: ¿existe un interés geopolítico por derrumbar el plan en plena marcha de Lula de fortalecer de forma inusual y con tecnología de punta la defensa del país?
Desde los exclusivos linderos del nacionalismo militar brasileño, se alzan voces muy fuertes que reiteran la respuesta a la interrogante clave anterior: los planes de modernización de la defensa de la potencia en ciernes fueron y son entorpecidos, obstaculizados y desacreditados por la derecha brasileña, aliada de las potencias occidentales, muy especialmente a los Estados Unidos. El encarcelamiento del presidente de la estatal Electronuclear, junto a otros incidentes espectaculares, parece tener, pues, la misma lectura que el mar de denuncias contra ODEBRECHT, empresa que, para qué negarlo, globalizó la práctica del pago de cohechos en las democracias institucionalmente debiluchas en las que la revelación coyuntural de los hechos es la única noticia novedosa.
Esa lectura arroja una misma contundente conclusión, a saber, lograr el debilitamiento de los sectores estratégicos de la defensa brasileña. ¿Por qué ODEBRECHT habiendo decenas de otras tantas poderosas empresas brasileñas metidas igual en el ígneo epicentro de las relaciones pecaminosas Estado-capital privado? ¿Quién en realidad maneja los hilos ocultos de la operación Lava-Jato?