¡Aún no mora bajo tierra Nelson Mandela!

Su grandeza ha imposibilitado que su cuerpo aún sea separado de los sudafricanos y del mundo. Es necesario honrarlo de cuerpo presente, a la altura de sus merecimientos.

Nelson Mandela es uno de los hombres más extraordinarios del siglo XX. Su estatura moral es como la de Mahatma Gandhi.

Mandela liberó su pueblo del apartheid, una de las más oprobiosas formas de discriminación que haya sufrido conglomerado humano en la época en la que ya existía la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la que la mayoría de las constituciones del mundo proclamaban la no discriminación por razón de raza o de color.

Mandela no claudicó jamás. Emprendió la lucha sin tregua para liberar a su pueblo, mantuvo en alto sus principios y propósitos recluido por 27 años en una prisión de las peores condiciones para la supervivencia y desde allí se constituyó en un estandarte  que mantenía viva la lucha.

Él es un ejemplo de coraje, templanza, honor, dignidad, consistencia, entrega, humildad, coherencia. Él es un ícono de lo mejor de la raza humana.

!Qué privilegio tenemos los ciudadanos del mundo de esta época al poder compartir nuestro presente con Nelson Mandela; conocerlo aunque sea a distancia y ser parte de una generación que compartió con él, su tiempo de existencia física en el planeta.!

Él dijo: "La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera como su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré por toda la eternidad".  La verdad es que más allá de su criterio y deseo, creo que hombres como él no duermen ni aún después de muertos. Adquieren una nueva forma de existencia y se levantan y cuidan el universo. Se dimensionan sobre todos y todas, en base a lo que sembraron en vida. Para hombres así, de la estatura de él, las cosas no son tan simples como vivir y morir.

Mandela alguna vez dijo: "Necesitamos situar la erradicación de la pobreza en el primer lugar de las prioridades mundiales. Hemos de tener claro que todos compartimos una humanidad común y que nuestra diversidad en todo el mundo es la mayor fortaleza de nuestro futuro conjunto", y expresó: "Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos podamos vivir en armonía y con iguales posibilidades".
No hay dudas que la inmensa mayoría del género humano cree en esos principios y valores expresados por Mandela, pero, podrán lograrse alguna vez? Qué precio habrá que pagar? Cuántos nuevos Mandela se necesitarán, para alcanzar un mundo de igualdad, democracia, paz, tolerancia, en fin, felicidad?

A pesar de la tristeza que causa la partida de un ser de la dimensión de Mandela, no lo lloro porque su ejemplo de vida, sus principios y su legado es un faro encendido que cada día nos ayuda a despejar este presente de injusticias, discriminación, autoritarismo y guerras, que aún agobian a las sociedades humanas.

¡Mandela vive y vivirá por siempre!

¡Paz a sus restos mortales y gloria eterna a su memoria!