En este artículo, deseo conceptuar y saborear la escritura de Sor Juana Inés de la Cruz en el platillo que cómicamente se llama “Manchamanteles”. En el otoño de 2020, impartí la asignatura “Gastronomía, literatura y cultura de Latinoamérica” en la Universidad Estatal de Colorado. La conjunción de la asignatura, la pregunta de una estudiante y la preparación del manchamanteles me motivaron a realizar un proyecto tripartito: cocinar el platillo, escribir un poema y esbozar un ensayo. He aquí la tercera parte del proyecto.
El manchamanteles, que aparece en el recetario Libro de cocina de Sor Juana, consiste en pollo guisado en un mole o salsa de ajonjolí, clavo, canela, chile ancho, tomate, cebolla, piña, batata y plátano maduro. El recetario de Sor Juana, publicado por el Instituto Mexiquense de Cultura, es una versión paleográfica de un manuscrito de Joaquín Cortina. En el mismo, se incluyen recetas de guisos y postres preparados, en el convento de San Jerónimo, con ingredientes americanos y no americanos.
En el siglo XVII, Sor Juana, sin saberlo, practicaba la gastronomía y filosofaba acerca de ésta. Los conceptos de gastronomía y gastrosofía surgirían dos siglos más tarde, en XIX. La noción de gastrosofía fue acuñada por Charles Fourier, como una reflexión, de orden ético, en un principio, acerca de la gastronomía. Sor Juana elaboraba recetas y cocinaba para “seducir” el paladar de las monjas y personas principales, como la Virreina, a quienes les enviaba de regalo platillos con el nombre de “recados”; también les remitía lo que llamo “gastropoemas”, sonetos en los que elabora referencialmente algún platillo. El libro de cocina inserta en la primera página el soneto “Lisonjeando oh hermana de mi amor propio”, en el que Sor Juana introduce literariamente sus recetas.
Las reflexiones de Sor Juana acerca de la cocina apuntan a dos direcciones: a la poesía y al pensamiento científico y filosófico. La primera se manifiesta en gastropoemas, en los que convergen el sabor, el erotismo y la poesía. “Acuérdome, Filis mía…” es un poema enviado, junto a un “dulce de nuez cocinado”, a la Virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, Marquesa de la Laguna, para satisfacer su “antojo” (“Antojo: Ponérsele a uno una idea frente a los ojos”).
La segunda dirección, referida a la ciencia y a la filosofía, se encuentra en su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, donde escribe: “Pues, ¿qué os pudiera contar, Señora, de los secretos naturales que he descubierto guisando? Ver que un huevo se une y fríe en la manteca o aceite y, por el contrario, se despedaza en el almíbar… pero, señora, ¿qué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina? Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito.” Los “secretos naturales” que Sor Juan “descubre” son del orden de la física y la química; cómo se transforma una sustancia sometida a una temperatura o en contacto con otra sustancia.
Octavio Paz escribió: “Sor Juana Inés de la Cruz se hizo monja para poder pensar” y yo diría que Sor Juana Inés cocinó para poder pensar. Cuando dice con refinada ironía “¿[Q]ué podemos saber las mujeres sino filosofías de cocina?” plantea la preeminencia de la reflexión filosófica sobre cualquier objeto de estudio, incluyendo la cocina, y lo reafirma cuando escribe: “[B]ien se puede filosofar y aderezar la cena”. Por su parte, la referencia a Aristóteles es sintomática de la querella contra una figura patriarcal de la filosofía. En su libro Política, el estagirita plantea una jerarquía en que la mujer está subordinada al hombre, sólo por encima del esclavo y del niño. Aristóteles se interesó en la comida, acerca de la cual escribió en su libro Acerca del alma. Sor Juana sugiere irónicamente que, si Aristóteles hubiera sabido cocinar, habría escrito mejor (acerca de las mujeres), ya que se puede “filosofar y aderezar la cena”, tal y como lo hacía la monja jerónima.
A Sor Juana se le prohibió continuar con su trabajo intelectual como castigo a su interpretación de las Sagradas Escrituras, ya que, en esa época, a las mujeres no se les permitía la exégesis bíblica. En ese sentido, San Pablo escribe: (Corintios I, XIV, 34): "Mulleres in Ecclesiis Taceant, nom enim permititur eis loquf [Cállense la mujeres en la iglesia, porque no les es dado hablar]. La biblioteca de Sor Juana fue incautada, a lo cual respondió que le podían prohibir que leyera o escribiera, pero no que pensara.
Como corolario, agregaré que la complicada elaboración de la receta del “Manchamanteles”, entre otros platillos, por parte de Sor Juana es la expresión de una gastronomía y un pensamiento novohispanos del Barroco, donde se mezclan ingredientes de los cuatro continentes; y funda, dos siglos antes, como precursora, la gastrosofía. Cocinar, pensar la comida y escribir acera de ésta significa situarse en el ámbito de la gastrosofía.