1.- Creo que no tiene sentido dedicarle un día a las madres, porque el ser humano más importante existente sobre el planeta tierra se hace digno de una recordación perenne. Mantenerlas fija en la conciencia no es algo efímero, transitorio ni mucho menos pasajero. Al momento de la mujer parir se hace acreedora de estar en el pensamiento de su criatura a perpetuidad.
2.- Los hijos están comprometidos a un ininterrumpido recuerdo hacia esa persona que a gusto les alojó en su vientre. No es cuestión de traer a la memoria a la madre un día cualquiera del calendario; lo que manda el deber es revivirla, hacer de la renovación del compromiso amoroso hacia ella un deseo animoso de quererla sin restricción de ninguna índole.
3.- A las madres no hay que esperar una fecha para lisonjearlas. Ellas no merecen adulación, ni sobaderas de ocasión; cada madre se gana el mérito de predilección excepcional; cariño especial entre todos los seres humanos. La mujer tiene calificación e identificación inconfundible cuando se convierte en progenitora, razón por la cual no hay que buscar día ni mes para halagarla. En la especie humana ella es quien, dentro de todas las mujeres, se aparta de lo particular para ser algo maravilloso.
4.- Desde el fondo de mi alma siento a mamá; a cada instante percibo que ella está dentro de mí enviándome los mismos mensajes que me mandó desde el momento que me hice un niño con capacidad de asimilar sus palabras, las cuales he llevado como un apreciado legado. El mejor regalo que de por vida he hecho a mamá es no fallarle en los consejos que me dio, que para mí han sido preceptos, instrucciones a cumplir al pie de la letra.