Thomas Robert Malthus publicó en 1798 en forma anónima, el libro, “Ensayo sobre el principio de la población”, no lo firmó por evitar represiones del fanatismo religioso de la época.
Malthus planteaba que la población crecía en forma geométrica, mientras que la producción de alimentos aritméticamente. En forma enfática recomendaba medidas preventivas-coercitivas orientadas a equilibrar la relación población/alimentos.
Sin embargo, enfermedades, pandemias, hambrunas, guerras, catástrofes naturales y las duras condiciones laborales suavizaron el crecimiento poblacional anunciado, a tal extremo, que los 888 millones de personas de 1798 apenas llegaron a 1200 millones, en cincuenta y dos años, o sea, en 1850.
Los incipientes censos reportaron en 1900 unos 1650 millones, lo que reafirmó el fracaso de las predicciones malthusianas.
Lo cierto es, que el número de personas avanzó discretamente desde los primeros registros de estimaciones demográficas hasta 1900. Cuando Cristo anduvo en Israel existían 200 millones en todo el mundo, esto significa que en 1900 años de historia apenas creció en 1450 millones de almas.
En este punto de la historia lucía que Malthus exageró mucho tal vez impactado por la crueldad de la primera revolución industrial de Inglaterra, donde las máquinas no solo trituraban madera, mineral y aceros, sino también demolían obreros sin derechos laborales ni humanos.
El desplazamiento de personas por máquinas, el desempleo, las pésimas condiciones de vida, y rápida inmigración de gente pobre a las ciudades y la dureza del capitalismo, arrancaron predicciones no solo de Malthus, sino de Ricardo, Smith, Stuart, Quesnay y otros.
El mundo vivió 200 años sin ALARMAS ROJAS sobre el incremento de su población. El estallido de la crisis es a partir del 1950 para volverse dramática en la actualidad. Hoy por hoy las predicciones de Malthus son incontrastables.
La combinación de bienestar económico mínimo general, códigos laborales y políticas sociales, unidos a numerosos avances en salud, ausencia de catástrofes o pandemias, largos períodos de paz o ausencias de grandes guerras y la prosperidad relativa de las naciones, son propicias al crecimiento poblacional óptimo. Esto explica el censo de SIETE MIL MILLONES DE ALMAS.
Es que en apenas 62 años la población mundial creció 4500 millones, a razón de 73 millones de habitantes, a una tasa de 2.9% anual. Vivimos en ALERTA ROJA, entramos a la progresión geométrica mientras los alimentos siguen un ritmo aritmético.
Las Naciones Unidas anuncian una peligrosa crisis de agua potable, de riego y de uso general como secuela de la desertización y los cambios climáticos que están causando agravamiento de las sequías que reducen considerablemente la producción de alimentos.
Al mismo tiempo, las naciones ricas han permitido que el capitalismo salvaje, con su traje de gala, el neoliberalismo, domine las economías a sus antojos creando juegos financieros con mercados de futuros y la especulación en todos los sectores, que estrangulan la producción de riqueza real y estimulan las burbujas especulativas que están sumiendo en profundas crisis los bloques económicos en que han dividido al mundo.
Por lo general, las megaempresas transnacionales poco respetan leyes ambientales, normas de preservación de la estabilidad atmosférica, tratados para proteger la biodiversidad, o vida de todos, y mucho menos, los recursos naturales con potenciales de riquezas explotables. Todo lo explotan sin consideración alguna.
En este escenario poco cuentan las naciones pobres y emergentes. Poco cuenta el organismo que de acuerdo al derecho internacional público, tiene las riendas del equilibrio planetario, como son las Naciones Unidos y sus órganos especializados.
Resultan interesantes las medidas tomadas por el gobierno Chino al asumir la ALERTA ROJA, pues, desde décadas educa y limita su inmensa poblacional hasta lograr crecimiento cero. Asimismo, está orientando su acelerada industrialización y construcción de infraestructuras dentro del marco de la sustentabilidad de sus recursos naturales.
No obstante, a China se le exige adhesión a los protocolos sobre limitación de emisiones de gases de efecto invernadero como el de Kyoto y otros pendientes de ratificación.
Este país continente, como todas las demás naciones asiáticas de culturas y teologías milenarias, son distintas a los pueblos de occidente dominados por sus creencias revelacionistas de dioses sobrenaturales. El pensamiento oriental sigue religiones humano-naturistas que buscan la felicidad personal sin temores del mas allá, contrario al caso judaico-cristiano-islámico donde a la par de la oferta celestial existe la amenaza del infierno. Para esta teología los seres humanos son “imagen y semejanza de Dios”, haciendo la regulación poblacional un asunto complejo manejado por iglesias de pensamiento ortodoxos.
Europa, América del Norte y Australia donde predomina el pensamiento liberal propio de las iglesias reformadoras han controlado la natalidad y varias naciones se preocupan por la decadencia debido al envejecimiento poblacional.
El drama del crecimiento exponencial lo viven las naciones pobres del mundo donde habitan sobre 4000 millones de seres inmersos en la explosión demográfica mas intensa en la historia.
Pudiera decirse que los desarrollos tecnológicos actuales pueden incrementar la producción de alimentos pari passu al crecimiento de almas, con el dominio de los genomas flora-fauna que facilita nuevos productos con mayor rendimiento, mejor calidad y mas resistencia, los climas artificiales en ambientes controlados que aseguran producción continua, fertilizantes poderosos, el excelente uso de la radiación solar, cultivos acuáticos e hidropónicos y el control agroquímico y biológico de plagas.
No obstante, lo cierto es que NO se dispone AÜN de estudios exhaustivos que demuestren en forma categórica que los avances tecnológicos disponibles alcancen construir la SEGURIDAD ALIMENTARIA que demanda actualmente la población mundial, a un nivel de certidumbre, que se puede descartar la ocurrencia de hambrunas cíclicas con sus devastadoras consecuencias.
La falta de equidad y de justicia imperante, señalan que la posesión y acceso a los recursos y a las tecnologías de punta, financiamientos, dominio de mercados, a transportes eficientes a precios razonables, la conservación de alimentos y la relación salario/costo de la vida, son grandes obstáculos a vencer por la mayoría del mundo, en vista de que el gran capital continúa dominando todas las formas de producción y suministro, sin que se detenga a pensar, en los riesgos que la excesiva concentración de la riqueza y de los medios de producción, comportan para la conservación la paz mundial.
La Hispaniola con 75 mil km2 asienta 20 millones de personas en dos naciones.
Haití tiene 27700 km2 y diez millones de pobladores, una densidad poblacional de 361 habitantes/km2, en absoluta pobreza, con un per cápita de 1200 dólares anuales, sus recursos naturales destruidos y en difícil recuperación, la nación mas pobre del continente Americano. Muestra signos de estado fallido.
RD con 48670 km2 y diez millones de almas, 205 habitantes por km2, azotada por gran pobreza con 6500 dólares/año, sus ecosistemas deben protegerse rápidamente a fin de evitar la suerte de su vecino. En 1960 tenía tres millones de pobladores, pero en 52 años saltó a siete millones de habitantes. Para despegar debe mejorar su desempeño económico y reducir drásticamente la inequidad y la corrupción social.
En estas naciones vecinas las predicciones malthusianas se presentan como dura realidad con todas sus consecuencias.
Los pobres y emergentes deben colocar desde ya toda su capacidad productiva para igualar o superar el crecimiento poblacional, al tiempo que acumulan algunas reservas para tiempos difíciles. Asimismo, profundizar la educación familiar en métodos de planificación dignos y racionales. Los organismos internacionales, por su parte, deberán insistir en estos temas hasta lograr protocolos vinculantes que salven la humanidad de mayores sufrimientos. Los gobiernos del mundo tienen la palabra. FIN. 22/1/13.