Como sabemos, la salida de Leonel Fernández del PLD, planeada durante un largo tiempo por el presidente de la República y un grupo de carreristas y oportunistas de su confianza, se produjo luego del escamoteo de las primarias de octubre de 2019. Este acontecimiento, que parecía a muchos de muy difícil concreción, ha tenido serias repercusiones para el Partido  de la Liberación Dominicana.

Y es que quien abandonó el Partido no fue un trivial Pared Pérez, un delirante Jiménez, un impredecible Fadul, un prepotente y autoritario Javier García, o un insidioso Montás. Si tal hubiera sido el caso, el PLD tendría ahora asegurada una aplastante victoria en las dos próximas elecciones. Por lo demás, tampoco estuviera estremecido por las ya cotidianas renuncias de sus miembros, ni viviendo de los espejismos de una victoria que no está en la conciencia de una gran parte de los ciudadanos.

Quien abandonó el PLD fue su verdadero y genuino líder, distinguido hasta por sus enemigos por sus dotes excepcionales como hombre de Estado culto y de capacidad oratoria original y convincente. Frente a él, los demás miembros de la alta dirección son enanos políticos. Salvo dos o tres raras excepciones, todos ellos son de la convicción, con Tácito, de que la gratitud es una carga y que en política lo que debe valorarse son los beneficios, en su caso, muy personales.

El primer, pues, grave efecto de la salida de Fernández es la pérdida abrupta del liderazgo mayor del PLD. Tendrá luces y sombras como las tienen todos los que han vivido de la política en las últimas cinco décadas. También algo le faltará, porque los hombres no son seres perfectos. Cuestionarán sus flaquezas frente al cohecho evidente en sus administraciones. Pero desde desde los linderos del PLD son muy pocos los que podrían convencer a un juez del origen lícito de sus grandes fortunas en un país que, si bien ha crecido durante cuarenta años, sigue mostrando al mundo el 50% de su población bajo el umbral de la pobreza.

Podríamos hacer otros señalamientos críticos a Leonel, quizás algo más duros y rigurosos, pero es  un activo político que sin duda está muy por encima de sus múltiples contrarios, la mayoría de los cuales configura, literalmente, una manada de traidores que pasaron de los tugurios barriales y la orfandad pública a las posiciones más cimeras de la Administración. De ellas derivaron sus influencias actuales y sus millones sin dolientes.

La salida de un líder de esta categoría no pudo más que dejar profundas grietas en la otrora principal fuerza política de la nación. Profundas grietas en las direcciones intermedias, hendeduras en el Comité Central y rajas muy visibles en el mismo Comité Político, hoy apartado de los principios democráticos y sometido a un autoritarismo que estuvo agazapado maliciosamente en espera de lo que cree su hora triunfal. Debemos reconocer que el jefe se ha dedicado a cultivar las apariencias en el encierro de un silencio muy productivo, pero proverbialmente maligno.

No obstante, la principal consecuencia devastadora de la salida de Leonel se produjo en relación con el cambio en las preferencias del electorado. Por dos razones: por la salida misma de un hombre de su dimensión política, y segundo, por la determinación explícita de la cúpula apandillada del PLD de malear  sistemáticamente unas primarias a favor de un candidato hábilmente impuesto, sin experiencia de Estado y carente en absoluto de los conocimientos básicos sobre la realidad socioeconómica y la historia del país, tan necesarios cuando se trata de forjar nuevos liderazgos.

La siguiente consecuencia de la renuncia del doctor Fernández del PLD fue la conformación de un escenario político y electoral centralizadamente tricéfalo. Con Leonel en el tren morado, el PLD en realidad no tenía oposición por la que preocuparse. Ahora es otra la situación.

Sin un discurso contundente que deja al margen la corrupción e impunidad, el PRM ha ganado cierto terreno pregonando la esperanza de un cambio que no sabemos a ciencia cierta en qué consiste, mientras la nueva FP despunta con notable fuerza prometiendo derrotar al Penco y a la fracción del PLD declarada enemiga de su antiguo mentor. A pesar de los discursos grandilocuentes y subjetivos de los dirigentes morados,  el PLD sigue perdiendo simpatías en el electorado y es posible que la tendencia siga profundizándose hasta las presidenciales.

La diferencia entre el PRM (PRD histórico) y la FP es que uno tiene historia y la otra apenas comienza a labrarse; en que uno carece de liderazgo carismático y la otra lo tiene. El común denominador de estos dos partidos se puede expresar en un leitmotiv -motivo central recurrente- que favorece el entendimiento en una sola dirección: el desplazamiento del PLD del gobierno, un discurso que tozudamente resume los epílogos de todas las intervenciones públicas de estas organizaciones.

Muchos coinciden en afirmar que habrá una segunda vuelta electoral y que el doctor Fernández decidirá las elecciones. Creemos que las concluirá obviamente a favor del PRM, si fuera el caso. Difícil suponer que vaya a socorrer al mismo grupo del PLD que lo humilló y ultrajó públicamente y que, además, le quitó las primarias de octubre haciendo uso de los recursos del Estado y de todas las consabidas malas mañas electorales, ahora también electrónicas.