Desde que alguien inventó esas listas internacionales para ver qué país es mejor o peor en este, en aquel, o en el otro asunto, los dominicanos vivimos en una permanente zozobra. O al menos, deberíamos vivir, si tuviéramos suficiente pudor y conciencia. Esto así, porque casi siempre aparecemos en ese tipo de clasificaciones conocidas por el nombre de Ranking, en los primeros lugares de los temas que se consideran como malos, y en los últimos puestos para los que podrían calificarse de buenos. Veamos unos ejemplos que fundamentan estas afirmaciones.

Si es en muertes por accidentes de circulación,  que no es algo malo, sino pésimo, somos los segundos en el planeta,  después de una microscópica isla del Pacífico de apenas cinco o seis mil habitantes. Si es en el costo de tarifas eléctricas, somos también los segundos universales, después de las de Italia. Pero si es en transparencia o corrupción aparecemos en los últimos puestos mundiales, al igual que sucede en educación, en la calidad del profesorado, o en pruebas de matemáticas, por no seguir citando una docena de casos más.

Ahora, vienen otros señores de fuera y  nos sacan los colores, o deberían habérnoslos sacado, diciendo que en nutrición, algo tan fundamental para la vida saludable y el desarrollo mental de una sociedad, estamos montados en la cola motora del mundo y,  en América Latina, sólo tres países están peor que nosotros.  Para el colmo, nos dicen que casi el 10% de nuestra población infantil de cinco años para abajo sufre de desnutrición, o lo que significa en palabras crudas y criollas, está falta de cuchara, o que pasa hambre en pleno Siglo XXI, en un país con suelos tan fértiles y extensos, que son capaces de alimentar a media zona del  Caribe. Pero si ya es malo aparecer en estos llamados Ranking, peor es la reacción de escepticismo que a nivel general se registra en el país. Para los ciudadanos no pasa de ser una especie de anécdota más sobre las carencias que de manera tradicional o histórica padecemos, y que en mayor o menor grado y profundidad todos las conocemos, y hasta aceptamos como moneda corriente.

Qué los hospitales son un desastre, qué cualquiera se muere no sólo por falta de oxígeno, sino por una de una triste medicina o por no tener unos chelitos para ingresar en una clínica al enfermo? Eso ya lo sabemos, lo hemos visto y padecido una y mil veces desde hace mil años. Qué hay desnutrición? claro que sí, no hay más que ir por los barrios marginados o por los campos cercanos o profundos. Acaso no somos los que hemos inventado los términos de "barriga verde" o el "mal comío"? Qué el tráfico es un caos? También somos inconscientemente conscientes de ello cuando nos saltamos la luz roja, bebemos alcohol en plena marcha, o aparcamos encima de la acera. Que hay corrupción a todos los niveles? Eso no es nada nuevo, y en el fondo tampoco es tan malo, pues quién sabe si alguna vez nos llegara nuestro turno de servirnos con la cuchara grande, debido a un nombramiento importante.

Para la mayoría de los medios de comunicación y los llamados comentaristas, ya estas noticias no pasan de ser más que una reseña más, tipo curiosidad, para llenar un cuarto, o media página, hacer un par de análisis superficiales, rasgándose las vestiduras delante de los micrófonos o las cámaras, durante unos minutos.  Son informaciones tan frecuentes y tan sabidas, que los pocos días ya pasan a ser, como la canción de Salomé, un periódico de ayer.

Para los Gobiernos, estos tipos de datos o resultados suelen estar equivocados o exagerados en su elaboración y proceso, porque no tomaron en cuenta estos o aquellos factores, o son sospechosamente tendenciosos, o están auspiciados por la oposición, o los publican enemigos declarados o solapados del régimen, solo para hacer daño. Porque nuestra realidad política es siempre maravillosa, y vivimos mejor y más boyantes que en la mítica región de Jauja.

Ahí está, o estaba hace poco, por ejemplo, en la radio, un anuncio-propaganda del Ministerio de Obras Públicas diciendo maravillas de nuestras carreteras, de su vigilancia, y de que podemos volver a nuestras casas felices y seguros.  En eso se dilapidan los dineros de los contribuyentes? Nos quieren hacer creer que todo está bien, cuando tenemos millares de accidentes al año con un altísimo costo en vidas, demasiados de ellos por el mal estado, falta de control policial, o insuficiencia de señalización en las vías?  Sencillamente nos está tomando por idiotas, por enanos mentales, e insultando nuestra inteligencia, si es que la tenemos.

En fin, mejor hubiera sido que esos gringos, o de la nacionalidad que fueran, no se hubieran inventado los Ranking que nos desnudan dolorosas realidades que no nos gustan, y no queremos verlas. Antes, cuando no había estadísticas ni listados de quiénes lo hacían mejor o peor, vivíamos sin tantas preocupaciones. Al menos, nuestras clases políticas. Malditos Ranking!