El pasado sábado 23, apareció un breve artículo en el Diario Libre firmado por mi muy apreciada Inés Aizpún, titulado “Cataluña, o cuando todos pierden”, diciendo que tras las últimas elecciones autonómicas catalanas en las que los partidos independentistas ganaron de nuevo por mayoría absoluta, con dos escaños más que en las anteriores, que “España pierde mucho, y Cataluña más”.
La verdad es que España perdió a Catalunya hace mucho tiempo por su comportamiento intolerante y abusivo, y que si la retiene es en virtud de la fuerza que le da el muy triste artículo 155 de una constitución antidemocrática y anquilosada, que niega el derecho a consultar lo que el 80% de todos los catalanes quieren saber y determinar sobre el futuro de su pueblo, y que el 1 de octubre pasado permitió cargar con miles de policías y guardia civiles contra votantes pacíficos e indefensos en un referéndum, causando un millar de contusionados y heridos, yo estuve allí, y los lectores pueden ver esos golpes salvajes contra ancianos-as y mujeres, en un You tube que no miente.
Además de perseguir con saña al presidente Puigdmont quien tuvo que exiliarse con varios ministros catalanes en Bruselas, encarcelar al vicepresidente Junqueras y otros ministros más, así como a dirigentes de entidades civiles, multar a políticos catalanes con sumas bestiales de hasta seis millones de euros, y hasta el absurdo de los absurdos, al prohibir usar el color amarillo en fuentes, fachadas, y prendas de vestir como lazos y bufandas, por ser el que más identifica al independentismo catalán.
Que los catalanes no quieren ser españoles no es de ahora, sus numerosos intentos de independizarse de España se remontan al 1641 en la llamada Guerra de los Segadores, continuando en 1714 en la guerra de Sucesión con Pau Clarís, en 1873 en el gobierno de Estanislao Figueras, en 1932 con el Presidente Francesc Maciá, en 1934 con Lluis Companys, mandado a detener en Francia por la Gestapo alemana después de finalizada la guerra civil, y fusilado por Franco en Barcelona, y ahora en el 2017 con Carles Puigdemont, quien, para que no se olvide, proclamó por mandato del pueblo la República Catalana el 27 de octubre pasado, que nuevamente fue abortada por la fuerza como todas las anteriores, por una España intolerante y represiva.
Catalunya, que este es su nombre oficial escrito, por el contrario ha ganado, y mucho. Ha reafirmado su voluntad de ser un país, pacífico, democrático y progresista, sin la imposición del yugo político y militar de España. Ha ganado de nuevo con las elecciones de 21 de este diciembre su gobierno legal y legítimo de mayoría independentista, y ha ganado sobre todo, en razón y dignidad, a una España que ha exhibido todo lo contrario, una sinrazón y una indignidad impropias de un miembro de la llamada Unión Europea.
Se queja también Inés Aizpún, que aun habiendo sacado más votos el partido Ciudadanos, de muy duro perfil nacionalista, y los otros partidos españolistas, el sistema D’Hont permite que los partidos independentistas, al obtener mayoría absoluta en escaños se queden con el gobierno de Catalunya. Ahora, como no les conviene a los españolistas, que tienen muy mal perder, ese sistema electoral vigente desde años, no es justo.
Después, continua con otra serie de recriminaciones, como el adoctrinamiento en la enseñanza, el control de la policía autonómica por parte del Gobierno catalán, convertida en un cuerpo político, en una idea y no al servicio de una sociedad. ¿Oyeron eso de un burro diciéndole a un conejo “orejón”? España sí que ha controlado el adoctrinamiento desde hace siglos -puedo dar testimonios propios y ajenos- a sus ciudadanos desde su niñez, y sí que ha tenido y tiene un cuerpo policial al servicio de un idea fija, y no precisamente muy democrática: la idea de la porra, el encarcelamiento, y la violencia. Su comportamiento del pasado 1 de octubre lo ha demostrado una vez más.
Por último, Inés Aizpún se pregunta ¿por qué los catalanes votan nacionalismo todavía? Y se responde ella misma con una explicación del filósofo y escritor Fernando Sabater: “El nacionalismo no es una idea, es una religión”. Es cierto, puesto que las religiones se basan en ideas expuestas por un líder carismático, algunas tienen éxito y acaban siendo religiones, como le ha sucedido a la católica.
La idea de la independencia de Catalunya tiene siglos de antigüedad y se ha cristalizado en un religión con fuertes creencias para los catalanes. Y ya sabemos que las religiones viven y perduran más que las ideas políticas, según la historia lo demuestra. Y es por eso que los catalanes siguen y seguirán votando, en mayor o menor medida, al nacionalismo y por siempre. Pero no importa que sean ideas convertidas en religiones o religiones convertidas en ideas, el amor profesado en mil maneras Catalunya aglutina de manera increíble a los catalanes. Y también tenemos nuestro primer mandamiento: Amarás a Catalunya sobre todas las cosas, y así lo hacemos.
Ahora, lo que es una verdad indiscutible, es que los españoles son malos, muy malos perdedores, lo llevan demostrando durante muchos siglos a través de su cada vez más disminuido peso histórico, y en su perdido dominio colonial.
Inés, aunque no coincidimos ni solo un centavo en los asuntos catalanes, te sigo admirando y queriendo, eres una excelente persona y profesional, y eso está por encima de todo. De todo. Ah, y felices pascuas para ti y para todo el Diario Libre, que por un buen tiempo me acogió en sus prestigiosas páginas. Siempre lo agradeceré.