Los hechos apuntan a un nuevo caso de mala gestión económica en la Cámara de Diputados con los gastos de su expresidente y actual sindico de Santiago. La información periodística desvela datos de una investigación en curso sobre el uso de dinero público para gastos personales y posibles botellas.
Este caso, de confirmarse – aunque parece ya bastante claro que así es- sería el mejor ejemplo de lo que hacen los políticos de nuestro país desde el poder: aprovecharse del dinero de todos y comprar la voluntad de la gente repartiendo el presupuesto a su gusto; es decir, atrapando votantes para ellos mismos con lo que nos pertenece a todos.
Que hay que atender a los pobres nadie lo duda, pero no solo con subsidios sino con políticas públicas que fomenten la educación y el empleo. Que den dignidad y no sirvan para mantener la situación actual, sino que la cambien mejorando la vida de las personas, dando oportunidades y no condenando a la miseria con el voto decidido.
Hay que hacer políticas públicas para que los pobres dejen de serlo. Y eso, a los políticos de siempre no les interesa.
La corrupción y el mal gasto son repugnantes: lo son las comisiones que se reparten entre unos pocos, y lo es el subsidio como norma, como única acción y como fin de la política es lo peor; el mal que enferma a nuestra sociedad.
Seguro que si le preguntan a Abel Martínez les diría que sí. Él ya hace magia con el dinero de todos. Pero yo como santiaguero, no confío en él ni en ningún otro político de los que nos ha traído hasta aquí.
Mientras el gobierno dice que todo va bien el número de pobres se sitúa, según estudios, por encima del 60% de la población. Transformar esos datos debería ser el objetivo de un buen gobierno, pero en nuestro país los políticos del mal gobierno que padecemos desde hace décadas, se conforman con ello: el subsidio a la pobreza es la mayor inversión anual.
No hay proyectos ni programas en los partidos políticos oficiales que nos hagan pensar en que quieren cambiar las cosas. Cada uno de ellos tiene su masa de pobres y su bolsa de votos.
De los cinco mil millones de pesos que Abel Martínez parece haber dedicado a los pobres desde su anterior responsabilidad como presidente de los diputados no sabemos cuántos fueron de verdad para ellos y cuántos para sus gastos o los de sus conocidos, según publica un reportaje de Acento.com.do, basado en una auditoría de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana.
Pero a la vista de la información está claro cómo actúan ante las dificultades económicas de los dominicanos, los políticos de siempre: el presidente reparte regalos en sus visitas sorpresa a las comunidades, pero no resuelve sus problemas estructurales -mejor tener el campo agradecido y a su servicio-. Abel gasta millones para sí o para su bolsa de votos.
Así hacen la política ellos. Y claro, así es imposible que cuadren los números como en el caso del dinero destinado a kits para todos los alumnos que en unos días comenzarán el nuevo curso. ¿Pueden comprarse zapatos, uniformes, mochilas, libretas y libros para 750,000 alumnos con 800 millones de pesos? Seguro que si le preguntan a Abel Martínez les diría que sí. Él ya hace magia con el dinero de todos. Pero yo como santiaguero, no confío en él ni en ningún otro político de los que nos ha traído hasta aquí. Por muchos números y datos que manejen, la verdad siempre resplandece. Ya lo verán.