Un paréntesis inicial. Recordar a la mayoría de la clase política nacional que esta semana evidenció que sigue jugando con los derechos de las mujeres, que la corrupción no solo involucra dinero. Toda la sociedad debería estar denunciando la metodología utilizada para rechazar las observaciones presidenciales al Código Penal, nunca debería ser aprobada una ley negociada en la clandestinidad y presentada desde el oportunismo. A pesar del otoño creceremos…

Paso al tema que da título a este escrito.

El 15 de septiembre del año 1993, la Magistrada Miriam Germán, en un acto intencionado y responsable, que es como actúa esta mujer Salcedence: valiente y segura de su actuación como Funcionaria del Estado, escribió una carta, al entonces Presidente de la República Dominicana Dr. Joaquín Balaguer, por la que pagó un precio. En la carta, se deduce que hubo un descontento del Gobierno de Colombia con una sentencia emitida por la Magistrada frente al caso de un nacional colombiano, lo que enojó al Presidente Balaguer. Esto significó que éste profiriera insultos y estableciera sospechas sobre los motivos de la sentencia, que a juicio de la Magistrada expresaron desprecio hacia el Poder Judicial en general y desconsideración hacia su persona en particular. Ella, en su escrito, se encargó de recordarle que independientemente del valor que él quisiera darle a la Constitución, realmente la declaratoria de culpabilidad de un imputado está sujeta a principios constitucionales y normas, en las que se inscribe la presunción de inocencia y la necesidad de que los hechos sean probados más allá de toda duda, esto último, responsabilidad a cargo del Poder Ejecutivo por vía de la Procuraduría. En consecuencia, si ella emitió una sentencia favorable posiblemente estuvo más relacionado a que los hechos que se le imputaron no fueron demostrados y no a una actuación contraria a los intereses de la sana administración de justicia.

Miriam Germán le recuerda al Presidente Balaguer que si el Poder Ejecutivo, a través del Ministerio Público, tiene interés en lograr que sus peticiones sean acogidas en un proceso jurisdiccional, tiene la obligación de instrumentar expedientes que sostengan la acusación, y evidenciar que los hechos que alega fueron cometidos. Y que le parecía injusto, que la justificación ante el Gobierno de Colombia, se sustentara en proferir insultos a otro Poder del Estado y a una jueza.

Tres citas textuales de la carta:

  • “Solo cuente con mi sentencia condenatoria cuando el Ministerio Público cumpla su obligación de probar y los que investigan dejen de acomodar expedientes para luego rasgarse las vestiduras, los principios son para ser aplicados independientemente de la valoración que nos merezca el eventual beneficiario”.
  • “Al momento de juzgar, pretendo, solo pretendo hacerlo sin pasión, pero también sin miedo, no está entre mis deberes por un mero indicio, una simple sospecha, enviar un ciudadano a la cárcel”.
  • “Le escribo sencillamente porque teniendo hijos conocidos quiero que les conste que su madre no tuvo formación, ni temperamento para callar ante el insulto gratuito, importando poco la jerarquía de quien lo profiriese, ni para dejar al incierto de una página en blanco la respuesta responsable”.

De esta carta han transcurrido casi 24 años, pero es bien sabido que la Magistrada Miriam Germán ha seguido fiel a su compromiso con la ética y la transparencia. Es una persona que siempre ha actuado con seriedad, lo ha demostrado en toda su carrera. Podrán no gustarnos algunas de sus sentencias, pero sobre lo que no debemos tener duda, es que estarán fundadas en derecho, en el debido proceso, en la independencia jurisdiccional y en la honestidad personal y profesional.

La Magistrada Germán, no la tuvo fácil para llegar a la Suprema Corte de Justicia y ser la Presidenta de la Sala Penal, pero me atrevo a asegurar que lo merece más allá de toda duda. Incluso ahora, ocupando la posición que ocupa, ha tenido que escribir otras cartas para hacer valer sus derechos y lo ha hecho responsablemente. De la misma forma que defiende que el país cuente con la seguridad jurídica que solo puede garantizar la independencia jurisdiccional. Porque asume esa independencia, no como privilegio para alimentar egos, sino como responsabilidad ética de actuar siempre sin miedo, sin dobleces y sin responder a intereses mercuriales; preocupada permanentemente por el ejercicio responsable de su función jurisdiccional con apego a la Constitución, los Convenios Internacionales que reconocen derechos, la ley y, sobre todo, la justicia.

Quienes saben que yo también soy de mi Imperio de Salcedonia, podrían alegar que este escrito responde a vínculos primarios. Para ahorrar elucubraciones los plasmo directamente: la Magistrada Miriam es una persona de mi familia, su infancia estuvo ligada a mi abuelo Dr. Román Brache, médico del pueblo, primer Gobernador y Síndico, que murió antes de mi nacimiento, pero que aprendí a querer y respetar por lo bien que todo el que lo conoció habla de él. Y a mi padre, ella siempre me dice que fue mi papá, Poeta y ex Senador de la República Dominicana (que vive tranquilo y se sostiene por la responsabilidad de su familia, ya que nunca le ha sido asignada la pensión que le corresponde), quien le enseñó a amar los libros y la lectura. Estos vínculos primarios con mi ascendencia, evidentemente generan cariño, pero les aclaro, que ella emigró y mi familia se quedó en el pueblo. Yo la conocí en el ejercicio profesional, aunque claro que al conocerla, lo dicho anteriormente marcó un tipo de relacionamiento formal, pero respetuoso y cariñoso. Así que sinceramente, mi opinión y criterio sobre la Magistrada Miriam no puede ser desmeritada por ser compueblanas, muy al contrario, pienso que eso fortalece todo lo que digo.

En definitiva, lo que quiero significar, es que una profesional de su trayectoria no se merece que una persona, de la que estoy segura no tiene la seriedad profesional ni la ética de vida de esta mujer, crea que puede colocar de forma graciosa “un mensaje en las redes” para desmeritarla o generar dudas sobre su posible comportamiento frente a un expediente judicial. Ella tomó la decisión de solicitar ser excluida, y la comprendo. No lo hemos conversado, pero estoy consciente de que llega un momento en el discurrir de la existencia, en que decides que no te puedes tirar encima todas las batallas.

No sé a qué propósitos obedeció el deseo de invalidarla, sinceramente, ni siquiera sé si realmente ese fuera el motivo de sacar algún tipo de vínculo con uno de los involucrados en el caso ODEBRECH. Lo que si les aseguro es que Miriam Germán pudiese haber sostenido conversaciones en privado con todos y cada uno de las personas involucradas y, en cualquier caso y a pesar de eso, podría estar a cargo del proceso y tendríamos seguridad de que sus decisiones estarían motivadas por el derecho y la justicia. Porque como dice el político y jurista argentino, Jorge Reinaldo Vanossi, siguiendo al politólogo alemán  Ralf Dahrendorf, ella  siempre ha sabido, que para ser una buena jueza, debe estar completamente emancipada de aparcerías políticas y de gratitudes mal entendidas.

No permitamos que sigan diciendo que en este país todo el mundo tiene un precio, no permitamos que sigan sembrando la idea de que en este país no hay personas honestas y comprometidas con una mejor sociedad. No permitamos que nos arrastren al lodo “del todo el mundo roba, todo el mundo se vende, todo el mundo es corrupto”. ¡Eso no es verdad! Si eso fuese cierto, no existiría el descontento generalizado y tantas manifestaciones a favor de construir un mejor país. Permitir que personas deshonestas, en la búsqueda desesperada de justificarse, se encarguen de entrar a todo el mundo en el mismo saco no ayuda; muy por el contrario, crea desesperanza y siembra en las nuevas generaciones certezas no deseadas.

Si lo que buscamos es que no haya impunidad, necesitamos creer que hay personas que pueden actuar venciendo la mediocridad, sin dobleces, con lealtad a la ciudadanía, con decoro y con la racionalidad suficiente, para saber que estamos en situación de desborde, y que la sociedad está necesitada de referentes y de recobrar la fe en las instituciones. Si no creemos que haya personas así, ¿por qué exigimos procesos judiciales? No quiero decir que las instituciones están bien en el país, quiero decir que exijamos que funcionen bien, y que no alimentemos la falsa idea de que todo el mundo es corruptible.

Antes de concluir, quiero hacer referencia a la condición de mujer de la Magistrada, porque estoy segura que, aunado a su decisión de enfrentar con rectitud y públicamente lo que considera injusto, su género también ha influido en que le haya costado más que a otros ocupar la posición que ocupa. Así que también como mujer es un ejemplo para demostrarnos que se puede lograr que las mujeres cuenten con una mayor presencia en las instituciones, y en posiciones de dirección, para que nuestras voces tengan posibilidad de incidir en las transformaciones necesarias para una sociedad mas justa. Desde el amor, la solidaridad, y el reconocernos en toda nuestra calidad humana y profesional.