Las reivindicaciones salariales de las Centrales Sindicales y de los Maestros, son dos temas dignos de atención. Y cuando digo esto, no es invitando solamente a que se conozca el tema, sino que es un llamado a que nos involucremos profunda y activamente en la materialización de los propósitos de estas luchas.
El trabajo y la educación son la base fundamental para que nuestro país pueda realmente desarrollarse. La existencia de nuestra nación debe fundamentarse sobre la base de estos dos ejes: trabajo y educación de buena calidad los cuales permitan el progreso material y espiritual de cada uno de sus ciudadanos.
Los trabajadores organizados en las diversas centrales sindicales existentes y los profesores desde la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) tienen un reclamo cuyo principal fundamento es el de vivir una vida digna. La base de este reclamo no es una aspiración poética, sino un derecho que les asiste como seres humanos, como ciudadanos y como trabajadores y maestros.
La Constitución del 2010 establece que el trabajo y la educación son derechos económicos y sociales. Sin embargo, el tratamiento dado al trabajo y a la educación nunca fue tan sublime como el dado en la constitución de 1963.
En aquella carta política, la existencia de la nación dominicana se fundamentaba principalmente en el trabajo y en el caso de la educación por su trascendencia social, el magisterio quedó erigido en función pública. Con esto el Estado colocaba en el escalafón más alto a los trabajadores y los maestros, dado el fundamento sobre el cual se justificaba la existencia de nuestra nación y la relevancia que tenía la figura del maestro en el desarrollo de la sociedad. En el 1963 se les dio a los trabajadores y maestros el papel que jamás habían tenido y que desde la fecha de abrogación de dicha constitución no hemos vuelto a ver.
Más allá de lo que pueda reflejar el papel, el rol del trabajador y del maestro no solo ha sido vapuleado por el olvido institucional, sino que la actitud de los hombres que operan las instituciones, de los mal llamados representantes del pueblo no ha dejado de estar presente. La respuesta a las reivindicaciones salariales de estos dos sectores han sido el desprecio y el chantaje de los políticos y empresarios que constituyen la contracara de la moneda en el curso de estas luchas.
En algunos casos, con amenazas de someter al incumbente del gremio de los maestros al control disciplinario del partido que lo domina y en el caso de los trabajadores con propuestas irrisorias, indolentes y abusivas que no se condicen con la realidad que pretenden palear el aumento salarial procurado.
El tímido apoyo que han recibido estos sectores de parte de la sociedad dominicana es una razón más para sumarla al rosario de circunstancias que justifican la refundación del sistema en que vivimos.
La respuesta a estas luchas seguirá siendo la misma, ceder migajas y seguir manteniendo hasta donde se pueda las condiciones infrahumanas en las que viven los trabajadores y los maestros.
La consigna debe ser una: Su lucha es nuestra lucha. Los mal llamados representantes del pueblo y los “lideres” empresariales no tienen razones para cambiar el sistema de dominación en el que vivimos y que ha sido creado para mantener el tipo de vida que tienen. Sus hijos no son educados en las escuelas en que esos maestros imparten clases y ellos no son los que devenga el salario que los trabajadores y maestros exigen aumentar. Esta lucha no es su lucha, es nuestra, reitero y por ello, sólo con el apoyo decidido de la mayoría que sangra por esa herida podremos materializarla.