Ante una turba de funcionarios-empresarios haitianos cínicos, insaciables, desleales, ingratos, disparatados, indolentes hasta con su propia gente y artífices de una veda injustificada a la importación de pollos y huevos procedentes de República Dominicana bajo el alegato malicioso de un brote de gripe aviar, al presidente nuestro, Danilo Medina, le toca poner la dosis de buen juicio, madurez, paciencia, sensatez, observación, actitud gerencial, visión de futuro, cautela, comprensión holística del problema. Y eso anda lejos de la cobardía y la blandenguería gubernamental que alegan algunos.
Mal haría él si accediera a la provocación de un grupo de mercaderes inescrupulosos de allá y a los consejos bien intencionados pero inoportunos de opinantes hiper-emocionados de aquí.
No, por ahora. No le conviene, aunque le sobre tela por donde cortar: deportar el enjambre de haitianos y haitianas ilegales, indigentes de todas las edades, que nublan nuestro territorio; suspender los grandes gastos en atención a parturientas en los hospitales públicos; establecer un estricto cordón sanitario que aminore el impacto en este lado de la isla de enfermedades infecto-contagiosas y transmisibles, como tubérculosis, VIH, cólera, malaria, que allá causan estragos; un cordón de seguridad que, al menos, disminuya el río de drogas, armas de fuego y delincuentes internacionales que entra a nuestro país desde allá.
El ardid de los negociantes haitianos está fundamentado en aterrorizar a sus gobernados que gustan de las carnes y los huevos de aves (la gripe aviar llevada de RD), y simularles que su actitud frente al gobierno dominicano representa la protección de su salud.
En el fondo de esa mentira monstruosa, matan dos pollos de un solo tiro: apuestan a desalentar las importaciones en aras de fortalecer su naciente industria avícola, y de paso renuevan una atmósfera de odios de la población haitiana respecto a la dominicana. Y eso es lo peligroso. Mucho más que los millones perdidos a causa de la veda.
No le corresponde a Medina, por tanto, seguir esa corriente pestilente. Con la calma gana más. Sobre todo si tiene presente las debilidades del país en el comercio binacional, comenzando por la improvisación, el desorden y la carencia de algún acuerdo que obligue a las partes a no actuar por caprichos.
Si el mandatario respondiera con igual o mayor intensidad, abriría las compuertas de la violencia entre haitianos y dominicanos que nada tienen que ver con esta guerrita económica, pero que ya tienen la “piel de gallina”, engranujada, por la agitación mediática de ambos lados y por la petulancia de las autoridades de allá. En cuestión de horas veríamos episodios dantescos que, luego, quizás sean indetenibles. Y, como consecuencia, vendrían los reproches y las sanciones de siempre por parte de jueces internacionales que desconocen la realidad y solo saben inclinar la balanza hacia el lado de su conveniencia.
Ante los maestros del cinismo, el Presidente va bien. El buen guerrero no es aquel que más bulla hace y se desespera. Esperemos a ver qué dice el tiempo.