La Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra celebró, en su campus Santo Tomas de Aquino, el pasado viernes, el Día del Maestro. El centro de la festividad es el otorgamiento de Reconocimiento a la Excelencia Profesoral por cada Facultad. El galardonado por la Facultad de Ciencias Administrativas y Económicas, fue este modesto servidor.
Aprovecho mi columna de ACENTO para divulgar mis palabras de agradecimiento.
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En este Día del Maestro, establecido para resaltar el rol protagónico en la preservación del mayor logro de la civilización humana, la cultura, debo de confesarles que me siento anonadado al ser designado como merecedor del Premio a la Excelencia Profesoral. Me siento como el famosísimo matemático de Princeton, John Nash en la película inspirada en un pasaje de su vida, Una mente brillante, cuando regresa al salón de profesores luego de un doloroso tratamiento de sus dolencias esquizofrénicas.
La tradición era que los colegas profesores en reconocimiento de algún logro intelectual, pasaban por donde se encontrara el profesor meritorio y le entregaban la estilográfica personal. El mérito de Nash es haber recibido el Premio Nobel de Economía sin haber estudiado esa disciplina, ya que estableció el punto de equilibrio de Nash en los mercados como alternativa al punto de equilibrio de Pareto.
Dejando atrás la historia del pensamiento económico, mi interés es resaltar que el estado de ánimo mío es equivalente al de John Nash, porque recibir este reconocimiento de mis pares y de mi Alma Mater, significa a mis setenta años recién cumplidos, que la actividad marginal que implica la docencia para cualquier profesional, se ha convertido en mi razón de ser y preocupación intelectual, aupado por el ambiente de pesquisa permanente de este centro de estudios.
Las grandes obras comienzan con un ladrillo modesto. Este es el caso de que profesionales de los más diversos campos intelectuales, se preocupen por su quehacer marginal como es la docencia, la PUCMM ofrece el Programa de Desarrollo Profesoral que dirige la Hermana Oliva Hernando, mi punto de partida para aprovechar la facilidad de actualización de la Maestría en Tecnología Educativa, y desembocar en el Doctorado en Educación, obtenido hace un año en la Universidad de Sevilla.
Este repaso de mi desvarío en el campo de la educación me lleva a reflexionar en voz alta sobre este compromiso asumido. ¿Qué propósito tiene? Esta preocupación sobre el rol de la educación en el bienestar de los pueblos me nació temprano cuando tuve contacto con la “teoría del Capital Humano” de Theodore Schultz, de la Universidad de Chicago, y se ha ido incrementado con la importancia que tiene la innovación en los procesos de desarrollo económico. La manera de sintetizar este objetivo es la respuesta a la pregunta en el video producido para esta celebración de que el objetivo de mi tarea como educador es “que los estudiantes sean más personas, que sientan que su potencial como persona lo vivan como una experiencia plena”.
Esta vocación la comparto con mi hermana, la Dra. Mu Kien Adriana Sang, y para darles una clave de la gimnasia intelectual es que hacemos pasar por el cedazo de la opinión crítica del otro cualquier trabajo que produzcamos. Esta relación es un fiel reflejo del consejo del patriarca de la familia, Don Miguel Sang, quien nos repetía que lo importante “no es tener la razón, sino saber razonar” para dotarnos de esa capacidad dialogante constructiva a sus nueve hijos. La imagen paterna me retrotrae a la del Padre Alemán, que como profesor de economía que consideraba a ésta como una Ciencia Social, haciendo más énfasis en los aspectos cualitativos de la realidad que de los cuantitativos, ya que advertía que no hay nada más práctico que una buena teoría ya que vale más una mala cuantificación de un concepto preciso a una exacta de uno difuso.” En el fondo, estamos enseñando la epistemología de nuestra disciplina, algo que he abogado con el establecimiento de un Centro de Investigaciones de Epistemología y Economía basada en la obra de Bernard Lonergan, SJ. Considero que la comprensión del Director de la Carrera de Economía, el Lic. Martin Francos, lo tomará en cuenta. Además, debo expresar constancia de mi respeto por su labor como líder de una tribu un poco cerril como los economistas y a quien se debe la postulación a este galardón que recibo en esta ocasión.
Demás está decir que si he llegado a estas reflexiones de las lecciones de hace cincuenta años aprendidas en las aulas de la Madre y Maestra de boca del Padre Alemán, quiere decir que todavía tienen vigencia seguirlas enseñando en la época de la globalización y la cibernética. Gracias por este reconocimiento que recibo en nombre de todos los maestros que nos dedicamos a ensanchar las fronteras de la civilización humana.
¡Felicidades a los maestros en su día!