En una mañana de primavera, cuando el sol comenzaba a mostrar sus primeros rayos, abrió los ojos por vez primera en la ciudad de San Cristóbal, Leovigildo Javier, en un hogar donde el silencio estaba prohibido, porque la magia de la música invadía todos los espacios y todos los rincones. ¡Era una familia de artistas, era una familia de músicos!
El padre, era un músico consagrado que fue fundador y director de la Banda Municipal de Música del pueblo. De sus hermanos, sabemos que Lenny, graduado de músico académico, durante años fue el pianista de la orquesta de Wilfrido Vargas, hoy es docente y director de la Escuela de Música de la UASD. Hipólito, estudió música, armonía y orquestación en la Unión Soviética, actualmente es miembro de la Orquesta Sinfónica Nacional, docente y ex director de la Escuela de Música, dirige en la actualidad la Orquesta de Cámara de la Facultad de Artes de nuestra universidad autónoma.
Leovigildo estaba comprometido con la formación profesional, se graduó de Ingeniero Químico, de agrimensura y de antropólogo, completando sus conocimientos con siete (7) diversas maestrías. Era un docente consagrado, actualizado, dedicado a su sacerdocio de la enseñanza, al conocimiento de las ciencias y de la investigación sin descanso. Era docente de diversas asignaturas en dos facultades y tres escuelas en nuestra Alma Mater.
Pero Leovigildo era ante todo un artista, un músico, un soñador. Era un enamorado del clarinete, el cual tocaba a la perfección. No era tan solo su oficio, se complementaba en perfecta armonía, manifestaba al través de sus notas al viento, su profundidad por su estrecha relación con la naturaleza, las aves, las flores y el universo.
Y a pesar de esos lauros académicos, científicos y artísticos, Leovigildo era un ser humano extraordinariamente sensible, humilde, amistoso, conversador, siempre con una sonrisa y en estado de buen humor. Era perfeccionista, exigente hasta con el mismo, como buen científico y mejor educador.
Pero su pasión existencial, mas allá de la academia educativa, era la Banda de Música de la UASD que fundó y dirigió por más de 14 años. Era su compensación, era su catarsis, era su espacio de más trascendencia, la vivía y la soñaba.
Leovigildo era un artista de su época, actualizado, renovándose constantemente, siempre buscando, siempre aprendiendo, siempre enseñando. Era reservado, acucioso, solidario, siempre compartiendo, con una memoria envidiable.
A pesar de su sabiduría, era tímido, como todos los artistas y no era partidario de las exhibiciones, siendo sumamente riguroso con su producción científica, pedagógica y artística. Para obtener el reconocimiento académico como antropólogo, elaboró un trabajo sobre la relación entre la Upa habanera y el merengue dominicano. Entendí siempre que era un aporte que debía divulgarse. Le externe en reiteradas ocasiones la necesidad de su publicación. Se excusaba diciéndome que estaba de acuerdo pero que lo estaba revisando. Con sus hermanos, acordamos iniciar las gestiones para publicarlo como un merecido homenaje, aun sea póstumo.
Amante de lo nuestro, preocupado con los niveles de nuestra identidad, asumió siempre una conciencia transformadora, revolucionaria, admirador de Manolo, Bosch, Caamaño y los patriotas del 14 de Junio. Por eso, este recién pasado aniversario de la gesta libertaria de la raza inmortal, en el monumento contra el olvido en el Centro de los Héroes, dirigió la Banda de Música de la UASD entonando el himno nacional y el himno glorioso en honor a los patriotas del 14 de Junio, ante la presencia del legendario Comandante cubano-dominicano de esta epopeya, Delio Gómez Ochoa.
El mismo día de su partida, junto a los miembros de la Banda y con nosotros almorzamos en la Dirección de Cultura, ya que en la tarde tenía que participar en la graduación que organiza nuestra universidad cada año, en memoria de los héroes y patriotas del 14 de Junio. A pesar del calor y el cansancio, antes de comenzar la graduación, Leo estaba ahí, sin imaginar lo que vendría después. Un infarto fulminante, acabó con su vida, cumpliendo con gran entrega y pasión, su deber como Director de la Banda de Música de la universidad. Con orgullo y por justicia, esta llevará su nombre. ¡Gracias Leo por todo lo que nos diste! Te recordaremos como apasionado, soñador, humilde e incansable amigo, artista y maestro.