Este tema está muy relacionado con el anterior de Las Máscaras. También con nuestra calidad de vida.
Habitualmente consideramos que el Homo sapiens alcanza la edad adulta o madurez a los 18 años, con variaciones según culturas. Nuestra especie tiene un retardo en completar la madurez (neotenia), lo que nos posibilita un desarrollo más completo y complejo. Pero hablamos de la edad cronológica, hemos descubierto que la madurez emocional, puede lograrse de forma mucho más tardía o incluso no lograrse nunca.
Todos los que leen estas líneas, dan por sentado que son personas maduras. No necesariamente es verdad. Hay una madurez cronológica, que se corresponde normalmente con la madurez biológica y con la mayoría de las inteligencias (espacial, lógica-matemática, lingüístico-verbal, interpersonal, etc.), pero la inteligencia emocional no tiene una correlación exacta con la edad.
En 1920 Thorndike habló de inteligencia social. Gardner en el 1983, introdujo el concepto de las inteligencias múltiples. Porque es evidente que algunas personas, son muy dotadas en algún tipo de inteligencia y francamente deficientes en otras. Aunque algunos autores como Payne (1985) también habían utilizado el término de Inteligencia Emocional, es Daniel Goleman en el 1995 quien lo hace popular. Concepto que nos ayuda a comprender por qué algunas personas con altos niveles de inteligencia, sorprendentemente son un fracaso en sus vidas personales o profesionales.
Es importante que comprendas que la inteligencia emocional repercute en todos los niveles de tu existencia. Hace alusión al adecuado conocimiento y manejo de las emociones. Hemos estado analizando a lo largo de nuestros conversatorios el desconocimiento que solemos tener sobre nuestra mente. Y pocas cosas son tan lamentables y limitantes en nuestras vidas, como ese desconocimiento. Piensa que no pensar es casi lo mismo que no existir.
Hay una estrecha correlación entre tus percepciones, sensaciones, pensamientos, emociones, tu organismo, tus relaciones humanas y tu integración con tu entorno o medio ambiente. Debe haber un equilibrio armónico en todo eso, para que tu existencia fluya de forma satisfactoria. Si algo te limita no sigas buscando culpables fuera de ti, más bien busca soluciones dentro de ti.
La madurez emocional debe permitirte conocer tus emociones y motivar las que mejor te favorezcan en un momento dado. No existen emociones malas, bien canalizadas todas podrían ser convenientes.
Algunas personas son desagradables contigo, porque no saben o no pueden ser de otra forma. Eso no justifica que tú no les trates con afecto. Contrario a lo que parece, te realizas mejor con lo que das, que con lo que recibes.
Tu felicidad no debe depender de otras personas. No esperes que los demás arreglen tu ambiente existencial. Es normal que no le agrades a alguien, pero si eso te atormenta, debes mejorar tu autoestima.
Siempre debes saludar, si el otro no te devuelve el saludo, es su problema, no el tuyo.
En una misma circunstancia de vida, alguien es feliz y otro lamenta su suerte. ¿Cuál de los dos tiene la razón?
Conócete mejor y baila acorde a tu música interior. Eso te permitirá descubrir aquellas cosas que nadie podrá hacer tan bien como tú y que te permitirán realizarte.
Cuando tengas la impresión de que nadie sirve, definitivamente es hora de que tú mejores. Si nadie te entiende, entiéndete tú, pon en orden tu interior y trata de entender a los demás, entenderás por qué no te entendían.
Nos inculcaron que tenemos que sentirnos mal cuando nos equivocamos. Sólo “necesitas” sentirte mal, hasta que hayas aprendido la lección y puedas mejorar.
Bien dirigidas, las emociones son los motores que nos ayudan a conseguir todo lo que nos proponemos. Fuera de control determinan que nos ahoguemos en un vaso de agua. El tiempo que pierdes hablando de lo que te falta, te impide disfrutar lo que tienes.
Es inmadurez emocional cuando esperas que venga Dios a resolver todos tus problemas, para así tú no hacer nada. En cambio es madurez cuando aceptas la vida con amor, que te da oportunidades de desarrollarte y tienes la certeza de que Dios te equipa con lo que verdaderamente necesitas.
Nadie tiene la capacidad de hacerte infeliz…a menos que tú le concedas ese derecho. Mientras mayor madurez emocional tengas, más fácil podrás encontrar razones para ser feliz.