De nuevo celebramos una de las fechas que más activa el comercio y provoca regalos más caros: El día de las madres. Desde abril, finalizada la semana santa, inician las promociones y los anuncios que proclaman “lo que a mamá le gustaría en su día”; “con lo que ella realmente será feliz”, “el mejor regalo para ella”. Encartes en los periódicos, anuncios de todo tipo en la radio y televisión.  Enormes y costosas vallas,  inundan la ciudad.

Yo, sin mucha propaganda, bulto ni bulla, tengo un gran regalo para las madres y por supuesto para mí. Es un regalo muy especial, graaande que nos hará más felices, que nos aliviará la carga, con el que vamos a querer seguir y no lo vamos a querer cambiar. Nos quedaremos con él y se lo podremos incluso, regalar a otras madres. Se trata de unos ojos nuevos para mirar a mamá, una mirada renovada, distinta.  Este es un gran regalo para las madres dominicanas y todas las madres del mundo.

Se trata de una mirada más humana, más real, menos idealizada. Las madres somos vistas casi como diosas, capaces del mayor de los sacrificios, la mayor entrega, con posibilidad de inmolarnos y convertirnos en mártires para hacer que los hijos y las hijas sean felices, aún a costa de nuestra propia felicidad y la renuncia a nosotras mismas.

Esta construcción inicia muy temprano en la vida, ese modelo de entrega es inyectado en nuestras mentes y emociones poco a poco, en mensajes dichos por todo el mundo.
De repente se generan expectativas por encima de las posibles, se espera que seamos no sólo buenas, sino las mejores y ay! de nosotras si no lo somos. Nos llenamos de culpa y nos castigamos por no ser como se espera que seamos. Somos nuestras peores enemigas, nos fustigamos y andamos por la vida con el dolor de no haber hecho lo suficiente. Nos criticamos, nos juzgamos, amargamos y destruimos nuestra autoestima, por no poder cumplir como se espera,  el gran papel de nuestras vidas: Ser Madre.

Mi regalo es entonces, decirles a las madres que no tienen que ser tan buenas, tan santas, tan sacrificadas. Que se vale decir NO, que podemos cansarnos, que podemos decir no quiero, sencillamente NO QUIERO y esa es suficiente razón. No quiero fregar, no quiero ir al súper, no quiero ir a esa reunión, no quiero que vengan todos los domingos a comer a mi casa. Se vale poder y no querer, se vale saber y no querer.

Lo que ocurrirá es que esa mirada traerá de vuelta una madre más real, más contenta, menos cargada, menos enferma, menos victimizada. Además esto provocará que los hijos y las parejas tengan que decir SI. Que busquen nuevas soluciones, sus propias soluciones, que se involucren, que compartan y así, dentro de algunas generaciones, tendremos familias más justas, donde todos y todas estarán a cargo, donde nadie tiene que sacrificarse más de la cuenta, pues mamá dejó de ser una diosa omnipotente y se convirtió en una mujer.

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@solangealavara2