A casi un siglo de tu existencia, quiero hacer este testimonio de amor y agradecimiento.

Jamás olvidare tus enseñanzas y orientaciones en casi todos los ámbitos de m existencia.

Desde que me enseñaste a leer hasta que me educasteis domésticamente, tu trayectoria la llevo dentro de mi alma y guardada, con mucho sigilo, en mi corazón.

Siempre recordare aquellas tardes de lectura obligada, donde me introdujisteis a la sabiduría contenida en el Tesoro de la Juventud.

Las fabulas, anécdotas y datos históricos, han servido de norte a mi proceder de urbanidad e intelectual.

Además, su contenido científico me impulso hacia el complejo mundo de las matemáticas y el análisis objetivo de las circunstancias que luego se presentaron.

En el cotidiano vivir, compartimos muchas vivencias. En el “exilio dorado” fuiste fuente de fortaleza y resignación.

Luego, durante esos años difíciles, te encargasteis de que asimilara el idioma Ingles, como segunda lengua materna. Este accionar me catapulto hacia el conocimiento de otras culturas y aconteceres.

A pesar de los eventos del 1965, donde no tuvisteis presente n mi graduación de la academia militar, te dedique el discurso de cierre de dicha graduación, que causo un impacto tremendo en todos los cadetes, el profesorado y los asistentes a este trascendental evento, que siempre recordare.

En mis años de academia, tanto en Puerto Rico, como en otras latitudes geográficas, siempre te ocupasteis de que estuviera en entornos sanos y llenos de conocimiento, cultura y decisión.

A mi regreso a mi lar nativo, te encontré con el mismo vigor de regentería y decidida a que me proyectase como un profesional capaz, íntegro y sobre todo, seguro de mis conocimientos y creencias.

Con el pasar del tiempo, siempre he escuchado tus sabios consejos, que me han evitado momentos inmanejables, al punto de que casi pierdo la vida. Sin embargo, ese freno maternal, impidió que fuese víctima de intereses obscuros, amparados en enclaves foráneos, donde tuve que defender la dignidad de la nación en lo referente al rol del Estado Dominicano y la soberanía nacional; hoy día continúo trillando este trecho, lleno de piedras y abrojos.

No quisiera cerrar estas reflexiones sin antes también resaltar la influencia de mi padre adorado (Don Vi) que juntos, Tu y El, formaron parte sempiterna de mi existencia. GRACIAS MADRE QUERIDA POR TODO TU AMOR Y SOLIDARIDAD.