MACUTEAR
“Lo que quiere es una policía que no MACUTEE. . . “
Este verbo del título deriva de la voz macuto. El macuto es una cesta tejida, flexible, que se usa (¿usó?) para llevar frutos, vegetales y para recoger granos. Las cuerdas que servían para cargarlo permitían llevarlos también sobre la espalda o colgarlo sobre el hombro. Las cantidades o carga transportadas en un macuto nunca fueron grandes. Cuando se usaba para recoger granos se llevaba sobre el vientre para mayor comodidad y celeridad en la recogida. El uso del macuto casi ha desaparecido y se ha convertido en un objeto del folclor destinado para la venta a turistas.
La difusión de la palabra en el español general quedó circunscrita al objeto descrito más arriba; por eso tardó mucho tiempo para que los europeos reconocieran la palabra o la integraran a su uso. Algunos cronistas de Indias reconocieron macutos en Suramérica; este dato ha de retenerse como una traslación del nombre a un objeto parecido al macuto objeto de este estudio. Este fenómeno fue frecuente en América de esa época. Por eso se han encontrado canoas en otras regiones y muchas otros indigenismos de las Antillas en Tierra Firme.
El macuto antillano era más largo que ancho, con la boca ancha, tejido de guano.
El verbo macutear parece que es de uso exclusivo de los hablantes de español dominicano. El macuto mismo, según indican los estudios, se usó en Venezuela y República Dominicana. Que conste, lo que es de uso exclusivo de los dominicanos es el uso del verbo, pues la acción es mundial.
Con respecto al origen de la palabra macuto, durante largo tiempo se aceptó que era una voz de origen taíno porque el primer contacto de los colonizadores con la voz fue en las Antillas. Luego cuando se estableció que se conocía también en Venezuela hubo que revisar esa opinión. Pensaron algunos que era voz caribe, aunque por ser conocida en Venezuela y las Antillas, se presume que es arahuaca.
La voz no adquirió vigencia en el español peninsular debido quizás a que al ser una cesta de tejido vegetal flexible no se asemejaba a las existentes en Europa.
Fernando Ortiz argumentó que la palabra macuto tenía antecedentes en lenguas de Angola. Además, arguye él, en idioma congo, nkutu significa saco, bolsa o talego de fibras vegetales.
Todavía en el portugués brasileño del 1948 se conocía la voz macuto, sustantivo masculino para expresar “mentira, inverdade”. La etimología atribuida a la voz era del quimbundo má, prefijo plural de cuarta clase más kuto, mentira. Fue término usado entre los negros y hoy (1948) parece haber desaparecido. A influencia africana no portugués do Brasil (1948:235). Versión en español de RG.
Una nota curiosa con rasgos que salen de lo común es la acepción que insertó D. Roque Barcia en su Diccionario general etimológico de la lengua española (1881-III-531), “Masculino americano. Paquetito hecho de yagua, que contiene cera, carne, tabaco, etc.”
No hay explicación para esta definición, pues este autor conocía la obra de Esteban Pichardo.
El macuto antillano era más largo que ancho, con la boca ancha, tejido de guano. Ya se escribió que este macuto servía para recoger en él los granos durante las cosechas. De la actividad de recolección derivó el verbo macutear, que en buen dominicano es sobornar o exigir soborno. Casi siempre quienes solicitan o reciben el macuteo son los empleados públicos, funcionarios y agentes del orden público.
Cuando el macuteo era de sumas importantes de dinero, mi hermano Julio decía que eso era seroneo, de serón, pues las cantidades de dinero no cabían en un simple macuto y se precisaba de un serón para transportarlo. El serón dominicano es “Especie de árgana hecha con fibras de guano que sirve para llevar carga en las caballerías”. Diccionario de cultura y folklore dominicano (2005:376).
Parece que la práctica del macuteo no ha cesado en la vida cotidiana dominicana; solo ha variado la forma de practicarlo y los montos.
TRABUCO
“. . . era un tercer bate de un ´line up´ que contaba con un TRABUCO de formidables bateadores”.
El primer encuentro de los niños y jóvenes dominicanos con el trabuco es por medio de la historia dominicana. En la noche del 27 de febrero de 1844 se asegura que Matías Ramón Mella realizó un disparo con un trabuco para precipitar las acciones. Esa es la acción que se conoce con el nombre de “trabucazo de Mella”.
Por fuerza de la historia los estudiantes se enteran de lo que significa un trabuco. Este trabuco es un arma de fuego prácticamente en desuso. La descripción que hacen los diccionarios es en comparación con una escopeta, más corta que esta, pero con la boca ancha y de mayor calibre.
El trabuco de la cita es una alineación extraordinaria de bateadores, que aciertan con el bate y demuestran poder en esta actividad.
Procede enseguida que se pase a la explicación con relación a la cita. El sustantivo está usado en sentido metafórico, algo que los dominicanos han logrado en su habla. El traslado que ha hecho el hablante de español dominicano es llamar trabuco a una persona o cosa extraordinaria, así como a un equipo deportivo que destaca por su desempeño. Diccionario del español dominicano (2013:668).
El trabuco de la cita es una alineación extraordinaria de bateadores, que aciertan con el bate y demuestran poder en esta actividad. Este uso de trabuco sorprendería grandemente a otros hablantes de español, pues para la mayoría de hablantes de español el trabucazo es el disparo del trabuco; la herida ocasionada por el disparo del trabuco y en el registro coloquial, la pesadumbre o susto que, por inesperado sobrecoge y aturde.
Como los dominicanos son tan aficionados al deporte del beisbol, el trabuco ha ido más lejos en ese ámbito. Se usa la palabra trabucazo para particularizar un lanzamiento de la pelota o el tiro de esta por uno de los jugadores, cuando alcanza gran velocidad o precisión. Ejemplos son, “Ese pícher tiene un trabuco en el brazo”. “El jardinero central tiró un trabucazo al plato”.
Del mismo modo que ha ocurrido con otros usos del lenguaje, los dominicanos le han imprimido un sentido diferente y exclusivo a una acción. Esto es propio de la riqueza de la lengua. Debe ser motivo de celebración.
DÍSCOLO – DISCORDANTE
“Hay temor en la nota DÍSCOLA entre pares ya que se asume que leer no es cosa de hombres”.
No todas las palabras se prestan para ser llevadas a un uso extraordinario, es decir fuera de su ambiente. El ámbito de acción delimita los significados que pueden atribuirse a casi todas las palabras. Hay que ser cauto con el uso de la figura que se llama “uso figurado”.
Las metáforas son bellas, por eso las usan los poetas. Esas son las que consisten en cambios de palabras entre el término concreto y la noción abstracta.
Los poetas disfrutan de una licencia especial para crear tropos, esto es, el uso de palabras con sentido distinto del literal, a condición de que haya alguna semejanza entre el sentido literal y el abstracto.
Díscolo es “desobediente, rebelde, indócil, indisciplinado, revoltoso, indomable, indómito, perturbador”.
No es menos cierto que en la vida diaria usamos con mucha frecuencia de las metáforas sin darnos cuenta de ello. Algunas de estas metáforas se han integrado con tanta naturalidad a la lengua que no llaman la atención, pasan inadvertidas.
Con eso de las metáforas puede suceder, guardadas todas las distancias, lo que dijo el personaje de Molière, que no sabía que hablaba en prosa, aquí en lugar de prosa colóquese metáfora.
Con respecto a las notas, en el lenguaje escrito pueden ponderarse varias características, entre ellas las de los sonidos con cierta frecuencia, que con respecto de la calificación y rasgo puede ser discordante, por eso se colocó esta palabra en el título junto al que se critica.
Díscolo es “desobediente, rebelde, indócil, indisciplinado, revoltoso, indomable, indómito, perturbador”. Discordante, por su parte, referido a persona es, que rompe la armonía del conjunto. Si en la cita se usó la palabra “pares”, se supone que ellos y ellas son miembros de un conjunto.
Por fortuna, no se califica de falta de conocimientos el asunto de la elección de una palabra inadecuada en esta situación, es más bien algo relacionado con las dotes poéticas del redactor. No hay lugar a sorpresa, en el español al igual que en otras lenguas son más los eunucos creativos que los productores formales.