Una frase coloquial del momento y un apodo singular marcaron la vida de quien puso a bailar a millones de personas, aterrorizó a los puritanos y aun después de muerto se volvió furor. El 11 de diciembre del 2015 hubiera cumplido 100 años, pero Dámaso Pérez Prado, sin dudas sigue siendo una leyenda de la música latina de todos los tiempos.
Vino al mundo en una de las ciudades más musicales de Cuba, Matanzas, a unos 100 kilómetros al Este de La Habana, allí donde había nacido el danzón a finales del siglo XIX y las orquestas de música bailable brotaban como flores silvestres. Otro grande de la música, Rafael Somavilla, le enseñó a tocar el piano y ese apenas fue el inicio de una carrera de experimentación musical.
Dámaso Pérez Prado (1916-1989) es el mambo y aquí comienza la controversia pues muchos estudiosos y varios de sus contemporáneos reclaman la paternidad de un ritmo emergido a finales de los años 30 del siglo XX en Cuba como derivación del danzón.
Otro monstruo de la música en la Mayor de las Antillas, Israel “Cachao” López refiere que “el danzón era muy sencillo y le hicimos un viraje de 180 grados. Cuando se hizo el mambo, en la parte final del danzón, se hizo con una velocidad increíble y la gente no podía bailarlo. Entonces acordamos reducir la velocidad”. Él asegura que Pérez Prado no fue el primero en tocarlo pero sí admite que le hizo aportes claves a este ritmo. “Le aumentó la velocidad a la que teníamos nosotros anteriormente porque ya era otra época y se bailaba diferente”, dijo “Cachao”. (Galilea, 2007).
¿Y el nombre? “Mambo es una palabra cubana. Se usaba cuando la gente quería decir cómo estaba la situación; si el mambo estaba duro era que la cosa iba mal… Me gustó la palabra… Musicalmente no quiere decir nada, para qué le voy a decir una mentira. Es un nombre. Hasta ahí no más”, reveló el propio Pérez Prado en una entrevista. (Olmo, 2016)
Y por ahí anda el asunto. Más allá de quien lo tocó primero no cabe la menor duda de que el matancero llevó al mambo a un nivel diferente haciendo lo que otros no se atrevieron. Unió lo imposible: los acordes e instrumentos de la música clásica con lo genéricamente entendido como música popular. Eso en una época como la medianía del siglo XX era prácticamente un sacrilegio. Así que no es extraño que él fuera tenido, casi, como una figura diabólica entre los músicos puritanos y los religiosos fundamentalistas.
En una entrevista concedida a uno de los editores fundadores de la revista Rolling Stone, Ralph J. Gleason, Pérez Prado lo describió así: “El mambo es un ritmo afrocubano con toques de swing estadounidense. Es más musical y con más pulso que la rumba. Colecciono ruidos y gritos, desde el canto de las gaviotas en el muelle hasta el sonido del viento a través de los árboles y de los hombres trabajando en una fábrica. El mambo es un movimiento de retorno a la naturaleza, a través, de ritmos basados en esos gritos y ruidos y en placeres sencillos”. (Olmo, 2016)
Alejo Carpentier, uno de los más renombrados escritores cubanos, en medio del furor del mambo en 1951, comentó que era la primera vez que un género de música bailable se valía de procedimientos armónicos que eran coto exclusivo de compositores calificados de “modernos”, y que, por lo mismo, “asustaban” a un gran sector del público.
Quienes lo conocieron recuerdan a Pérez Prado como un tipo parco de palabras, desmemoriado y que exigía trato preferencial en el sitio donde actuaba al punto de hacerse irascible cuando no tenía las atenciones que creía merecer. Sin embargo, el bailarín mexicano Iván Restrepo, afirma que “hay parte de verdad en todo lo anterior, pero también que cuando estaba de vena era incomparable, con muy buen sentido del humor.” (Castillo, 2016)
El novelista Óscar Hijuelos lo describió como verdadero torbellino sobre el escenario “doblando el cuerpo como si fuera de goma, dando vueltas como un perro de presa, en cuclillas como un gato, abriendo los brazos como un árbol, elevándose como un biplano, corriendo raudo y veloz como un tren, avanzando a saltos como una piedra, dando brincos como un canguro”. (Galilea, 2007)
Pero esa manera de ser no llegó sola, sería Margo Su, bailarina y fanática del mambo la responsable de desatar el huracán. Una noche de marzo de 1950, Margo vio Pérez Prado al piano dirigiendo a su orquesta mientras los bailadores se movían frenéticamente en la pista. Cuenta Iván Restrepo, que Margo no comprendía “que ese personaje físicamente tan extraño, vestido tan pésimamente (traje gris con café, chaleco o suéter y su cabeza coronada por una extraña boina), tan tieso, fuera una máquina de buena música que permanecía impávido ante la euforia que desataban sus arreglos y composiciones”. (Castillo, 2016)
Más tarde, precisa Restrepo, en su debut con una orquesta de 22 músicos, a quien todos ya llamaba “El rey del mambo”, apareció con un nuevo look y mucho más activo sobre el escenario todo fruto del ímpetu de la bailarina”. Entonces, dice, Pérez Prado “ideó dar la entrada a los diversos instrumentos de su orquesta lanzando su pie virtualmente sobre los músicos (los dirigía a patadas, pues) o con fuerte movimiento de sus brazos”.
Y concluye: “lo tieso se le quitó pronto, pero no la forma kitsch de vestir. Lo recuerdo por la calle Florida, en Buenos Aires, del brazo de dos despampanantes morenas a las que le llegaba al cuello gracias a unos botines color blanco y negro. El resto: saco sin solapa, pantalón entubado sin valenciana, camisa con pechera dura, cuello de pajarita para corbatín. Barba recortada, mechón blanco en el pelo y sombrero inglés sin forma. Tres décadas después llegó a mi casa enfundado en una especie de mameluco, botas de 10 centímetros de altura y dos damas soberbias, de 1.80 de alto, que presentó como sus futuras bailarinas” (Castillo, 2016)
Benny Moré en medio de la grabación de Locas por el mambo lanzó esta improvisación: “¿Quién inventó el mambo que me sofoca?/ ¿Quién inventó el mambo, / que a las mujeres las vuelve locas?/ ¿Quién inventó esa cosa loca?/ Un chaparrito con cara e´ foca” y ya Pérez Prado para sus amigos sería simplemente “cara de foca”. (User, 2016).
Jamás cantó pero su particular grito prácticamente es inconfundible a escala global. En Cuba aún es muy habitual que las emisoras de radio lo usen para decretar sonoramente el tercer strike a un bateador durante un partido de béisbol.
Todavía se comenta su vínculo especial con México y con dos más importantes universidades de ese país que lo amó hasta el delirio, la Universidad Nacional Autónoma y el Instituto Politécnico Nacional a las cuales les compuso sendos mambos. Mientras sigue siendo una leyenda urbana que su exilio de los años 50 de la nación azteca se haya debido a sus intenciones de tocar el Himno Nacional Mexicano a ritmo de mambo.
Dámaso Pérez Prado fue el cine porque la filmografía de la segunda mitad del siglo XX y mucho más reciente quedaría incompleta si él. Decenas de films tales como Coqueta (1949), de Fernando A. Rivero se escucha su tema “Maravillosa”, en Los apuros de mi ahijada (1951), de Fernando Méndez suena su “Mambo No. 8”; en El suavecito (1951) también de Fernando Méndez retumba el ya inconfundible “Mambo No. 5”; sin olvidar que en Cha-Cha-Cha Boom! (EE.UU. 1956) de Fred F. Sears se interpretó a sí mismo. Otro tanto hizo el cineasta cubano Santiago Álvarez quien se valió de su “Suite de las Américas” para el primer cortometraje que se hiciera tras la muerte del Che Guevara. Así lo que originalmente Pérez Prado había compuesto como homenaje a su gran amigo Benny Moré, fallecido en 1963, se tornó en el tema identificativo del guerrillero argentino-cubano.
Pero si esto no fuera suficiente directores de renombre como Federico Fellini emplearon el mambo en sus películas, este lo hizo en La Dolce Vita (1960) con el tema “Patricia”, Oliver Stone en su cinta Nacido el 4 de julio (1989) y Pedro Almodóvar en Kika (1993). Más recientemente en 2008 David Fincher se valió del tema Skokiaan para ambientar una secuencia de su muy conocido largometraje El curioso caso de Benjamin Button
El Rey del Mambo renació de sus cenizas en 1999 de la mano de Lu Vega que con una modernísima y versión de su Mambo número 5 ascendió a la cima de todas las listas de éxitos y colocó a este ritmo en la contemporaneidad. Es que el mambo de aquel “cara de foca” maravilloso sigue vivo.
Referencias
Agencias. (20 de agosto de 1988). Dámaso Pérez Prado, creador del mambo, en grave estado. El País, pág. 10.
Castillo, F. M. Arteyculturaenrebeldia. https://arteyculturaenrebeldia.com/2016/10/19/damaso-perez-prado-y-el-mambo-una-entrevista-a-ivan-restrepo-fernando-munoz-castillo/
Estrada, E. (12 de septiembre de 2014). Cinegarage. http://www.cinegarage.com/30457-damaso-perez-prado-su-mambo-en-el-cine/
Galilea, C. (31 de julio de 2007). El Pais. http://elpais.com/diario/2007/07/31/revistaverano/1185832801_850215.html
Olmo, A. D. (11 de dic 2016). Excelsior: http://www.excelsior.com.mx/funcion/2016/12/11/1133506
User, S. (2016). Saocosalsa.com. http://saocosalsa.com/efemerides-de-abril/item/101-anecdota-damaso-perez-prado