Afirmar que la llegada de 40 docentes extranjeros a nuestras universidades con la tarea de fortalecer la profesión magisterial es “colonización del siglo XXI” parece propio de quienes impiden nuestro desarrollo como sociedad. Razonar de esa manera nos llevaría a negar la experiencia del americanista Pedro Henríquez Ureña, pensador de origen y corazón dominicano, pero de ideas universales, influenciadas entre otras cosas, por sus estadías en Estados Unidos, Argentina y México. De manera inversa, ese mismo razonamiento nos llevaría a pensar que Ernesto Sabato fue “colonizado” por Pedro Henríquez Ureña durante sus años como estudiante en el colegio secundario de La Plata.

La reflexión parte de la lectura del artículo ¿La Contratación de Profesores Extranjeros o Una Nueva Forma de Colonización? publicado el 15 de julio por este mismo medio. Un tema tan delicado y trascendental como la educación amerita de discusiones extendidas y más profundas.

Las soluciones a los problemas que podamos tener como país no serán siempre de origen local. Es más, raras veces sabremos a quiénes pertenecen nuestras ideas. Cabe la pregunta: ¿existen ideas propias?

La educación como proceso puede ser entendida, de forma conservadora, como la simple transmisión de conocimiento. Podría en cambio entenderse como el fomento de la curiosidad y de la capacidad para razonar sobre las cosas que nos suceden, sobre problemas a los que nos enfrentamos, sobre nosotros mismos. No se limita al salón de clases, no; se da en espacios predominantemente informales. Es el proceso propio del diálogo con el entorno, con el otro: cruce de caminos y miradas, cuestionamientos, formulación de preguntas y apertura al cambio.

Supone, sobre todas las cosas, conductas de apertura al encuentro con los demás. La academia, en particular, que es la comunidad que acoge como hogar profesional a quienes “enseñan aprendiendo y aprenden enseñando,” supone también un alto grado de humildad. Tomemos el ejemplo del padre de la ley de gravitación universal,  Isaac Newton, quien refiriéndose a sus propios logros como científico reconoció que la verdad se construye sobre descubrimientos anteriores con su famosa frase: “Si he visto más lejos es porque he estado parado sobre los hombros de gigantes.”

Quien considera sus ideas acabadas, por lo general es una persona acabada… estancada.

Pero son otras las preguntas que deberían ocuparnos. Según la prensa local [1], el proceso de selección de los 40 docentes requirió el escrutinio de 350 CVs de profesores de los Estados Unidos, Chile, Brasil, Ecuador, Argentina, entre otros países. Entonces: ¿quiénes vienen? ¿Cuáles son los estándares de calidad establecidos por el MINERD y la MESCyT? ¿Cuáles fueron los criterios utilizados para su selección? Supongo todos querrán conocer los detalles de quienes vienen a “colonizarnos.” Por eso exhorto a que exijamos mayores niveles de transparencia de nuestras autoridades.

¿Qué tiene de paradójico el hecho de que sean egresados de la UASD quienes promuevan y gestionen la llegada al país de los docentes extranjeros? ¿Dónde está la ironía?

No es sorpresivo (aunque sí lamentable) que todavía circule la idea de que lo único bueno es lo que se cocina en cocina propia. Tan arraigada está la idea que los propios estatutos de la UASD la obligan a una especie de endogamia institucional. Si tomamos el proceso de selección del Rector, por ejemplo, vemos como el proceso se limita a los recursos humanos propios de la casa de estudios: una condena que durante años lleva a esa institución cocinándose dentro.

No es que en la UASD no trabajen ni estudien personas muy talentosas, no. Simplemente una casa de estudios que busca dar pasos importantes en el mundo de la academia debe poder seleccionar a la persona idónea para un cargo, aun cuando eso signifique traerla de fuera de la propia institución; incluso cuando eso significara que la persona fuera extranjera. “El insulto al magisterio,” a los estudiantes y a todos los que financiamos la UASD con el pago de nuestros tributos es que no se tomen las decisiones necesarias para corregir los males en la formación de nuestros docentes por discursos patrioteros de siglos pasados. A eso sí se le podría llamar ser víctima de la “colonización.”

¿Cuál es la paradoja? ¿Dónde está la ironía? ¿Acaso la UASD en su condición de universidad pública sirve a la sociedad dominicana? No recuerdo haber visto una discusión relativa a la UASD que no tuviera que ver con el presupuesto que se le otorga. Las discusiones de la UASD como academia parecerían ser cosas del pasado y no precisamente de un pasado reciente.

La educación pública es un derecho y por tanto, debe ser gratuita. Por eso aspiro a que incluso los docentes de universidades privadas defiendan el papel protagónico que deben jugar las universidades estatales en el desarrollo de cualquier sociedad. Pero habría que pecar de ignorancia para insinuar que quien no forme parte de la comunidad de una universidad estatal es inferior en cualquier sentido… Pobre de los que se formaron en el exterior y regresaron. ¿Qué estima les merecería una sociedad dominada por ideas como las que predica el autor del texto al que me vengo refiriendo? ¿Son ellos traidores a la dominicanidad?

Según el diccionario de la lengua de la Real Academia Española, potencial se refiere “a lo que puede suceder o existir,” en contraposición a lo existente. Resultaría muy fácil caer en el “gancho” del potencial: todos tenemos potencial. No hay país en el mundo que no lo tenga. Pero la disparidad de aprendizajes y de niveles de desarrollo ampliamente concebidos responde precisamente a una voluntad, sobre todo política, de convertir ese potencial en recurso disponible, en un accionar presente.

Aplaudo y comparto el optimismo con que el autor se acerca al magisterio dominicano: nadie debe perderlo nunca. Advierto, sin embargo, lo fácil que el argumento de lo potencial podría resultar en que en el 2046 estemos lamentándonos sobre por qué no hicimos tres décadas atrás lo que tardaría varias décadas en materializarse.

Respaldo la preocupación del autor por la posible descontextualización de quienes vengan a formar a nuestros docentes. No obstante debemos promover el número de doctorados per cápita, tener un título doctoral no convierte al “candidato a colonizador” en la persona idónea para la difícil tarea de formar docentes en nuestro país. Ser maestro en República Dominicana supone trabajar en entornos de mucha pobreza. Saber manejar esos entornos requiere de mucho más que buena formación académica.

A propósito del regreso de Pedro Henríquez Ureña a la palestra pública y la necesidad de rescatar sus esencias, deberíamos comenzar por entender, como él, que el conocimiento es universal. La educación es un bien público que se multiplica, casi como por ósmosis. Siempre seremos colonia y colonizadores a la vez.

P.D. ¡Me fascina el sancocho!

[1] http://www.diariolibre.com/noticias/educacion/traeran-maestros-extranjeros-para-formar-a-los-dominicanos-JA4266308