“¡Sólo tú, rayo lunar, el hermano compasivo de los seres que padecen,

has podido penetrar en mi camino para atenuar la

negrura en mis noches eternales de amargor y de inquietud…!”

 

De Luz Grecia Sosa Leyba (1923-2008), solo sabemos estos detalles. Los dos prosemas que aparecieron en Páginas Banilejas en 1944 y una foto que hemos obtenido gracias a mi amigo el escritor neibero Julio Cuevas (1955).

Sin embargo, curiosamente, ese luminoso nombre y sus letras palmers me hicieron enamorar de ella, ignorando que me llevara diez años. Ocurrió que uno de mis primos más queridos, el doctor Rogelio Cordero Castro (1906-1997), el recordado Gelo para los pimenteleños; estaba destacado en Neyba como oficial médico del ejército, y tuvo residencia y consultorio frente al parque central, justamente donde hay un hotel ahora, en la Avenida de entrada y salida de la ciudad, y cuando supo que estaba en el quinto grado, y que me faltaban algunos libros, me regaló, entre otros, los “Elementos de Ciencias Naturales” de Alberto Fesquet, que había pertenecido a esa misteriosa muchacha neybera con ese exótico nombre, y sobre todo, con esas bellas letras.

En esos años los libros eran una posesión preciosa, pasaban de mano en mano entre familiares y amigos, bien cuidados, sobre todo porque no se cambiaban como ahora que lo hacen rutinariamente.

Lo más lejos que tenía, era que aquella mujer sureña escribía y publicaba páginas líricas, precisamente en esos años.

Revisando la colección de Páginas Banilejas en el Archivo General de la Nación, imaginen mi alegría cuando encontré estas dos breves piezas líricas que ofrecemos, tal y cómo aparecieron en dicha revista, que me han hecho sospechar, que en viejos cuadernos, deben estar durmiendo el sueño del olvido otras bellas emanaciones de aquella preciosa alma sureña.

La autora tenía 21 años, si no estaba casada era una curiosidad en esos tiempos, en sus prosas algo se trasluciría, especialmente su soledad  o su tristeza. Neyba estaba bien aislada en esos años. Los prosemas de Luz Grecia, apodada Pinina cariñosamente, sirven a los investigadores para comprender cómo se vivía en esas comunidades lejanas, aunque hubieran tenido un poeta que había triunfado en Santo Domingo; y me refiero, claro está, a Apolinar Perdomo (1882-1918); indicando, entre otras cosas, que tuvieron excelentes profesores, por carecer de faltas ortográficas, por el buen uso de los signos y por las bellas letras cursivas.

Hecho este que lamentamos mucho en este país, cuando los primeros que mal redactan la lengua española, son precisamente algunos maestros que las cometen, por ello no es raro que sus alumnos piensen que son correctas.

Luz Grecia Sosa Leyba

 

Amén de cómo el romanticismo, a pesar de su nombre modernista, se mantenía en las provincias, y aunque ya su hermano Armando (1928-1972),  nuestro amigo Ángel Hernández Acosta (1922-1995), Norvo Pérez (1925-2002) y otros, se habían preocupado por expresar sus sentimientos poéticamente, no era tan frecuente que las mujeres escribieran y publicaran, mucho menos se atrevieran a enviar sus producciones a una revista de gran prestigio como Páginas Banilejas, a pesar de que ya en esos años hay muestras en esa misma publicación, en diversas revistas y periódicos y en los suplementos de los diarios de Santo Domingo, de un despertar inusitado de la mujer dominicana en la poesía y la prosa.

Siempre he tenido la tentación de publicar los nombres de esas valiosas ciudadanas que se atrevieron a lo largo de los años cuarenta y cincuenta, especialmente, para hacer comparaciones con los que se pueden contar con las manos desde 1900 a 1921, porque el postumismo despertó en muchas mujeres no solo el feminismo militante, sino la inclusión en el movimiento por la aparente facilidad de poder manifestarse sin preocupaciones de medir versos o buscar rimas,  y las de esas dos décadas, sobre todo, porque a partir de esos años pudieron ejercer el sufragio y tener cédulas personales de identidad, y por lo menos, en la letra, se les reconoció la igualdad; un hecho que falta mucho quizás para cumplirse como lo indican los Derechos humanos y nuestras leyes.

Bajo la claridad plenilunar

Dedicado a mi querida prima y amiga Altagracia

Gisela Herasme, como humilde homenaje a su

espiritualidad y sentimentalismo.

Estoy sola… mi mirada decidora y pensativa se difunde ávidamente sobre el infinito cielo todo diáfano y azul. Lo contemplo ensimismada sin cansarme y el me muestra sonreída la carita brilladora de una luna de topacio que es el hada incitadora y emotiva de las tristes y calladas muchachas de mi pueblo legendario y soñador. Es la reina luminosa de la noche y del espacio que con sus luces doradas, saturadas de romántico esplendor, va borrando suavemente las tinieblas quejumbrosas que se extienden pavorosas, cual ropajes de negrura por doquier.

Ella inspira tiernamente a los muchos paseantes que la adoran con deleite sin igual, es que le trae a la mente los sublimes, las dulces evocaciones de algún recuerdo risueño que no ha querido morir, es que riega en el sendero el oro resplandeciente de sus rayos y le lleva hasta las almas el ensueño más florido que estremece un corazón!

¡Oh, plenilunio divino de mi pueblo! ¡Cuántos misterios encierras en tu vaga y sugestiva claridad…!

Eres tú el único aliento de las almas desoladas que deambulan sin consuelo por eterna oscuridad! ¡Sólo tú, luna adorada, has podido regar luz en mi horizonte que otras veces se tendiera con vestuario enlutecido ante mi vista! ¡ Sólo tú, rayo lunar, el hermano compasivo de los seres que padecen, has podido penetrar en mi camino para atenuar la negrura en mis noches eternales de amargor y de inquietud…!

Luz Grecia Sosa Leyba, Neyba, año del Centenario. Páginas Banilejas No. 42 de Junio de 1944

Paisaje de luna en República Dominicana (https://i.ytimg.com/vi/ymQ0efpSQYI/hqdefault.jpg)

Cantándole a mi Valle

Por Luz Grecia Sosa Leyba

Cantándole a mi valle tranquilo y placentero…! Cantándole a mi valle que se anida muy quedo entre el verde esmeralda de las lomas enhiestas saturadas de sol, cantándole a mi valle en las tardes románticas, cuando se oye a lo lejos el trinar de los pájaros y el susurro del viento entre el verde pinar…!

Cantándole en la noche taciturna y serena, cuando todo el recinto se ha cubierto de negro bajo el mudo misterio del crespón nocturnal, cuando en el infinito de la bóveda inmensa, hay enjambres de estrellas y esplendidez de luz…!

Cantándole a mi valle, envuelto en el hechizo de la aurora brillante de un suave amanecer de esos que traen aromas de rosales durmientes y canciones extrañas del ave al despertar.

Cantándole por siempre al valle idolatrado, cuyas brisas olientes, trasparentes y suaves besáronme al nacer, al vallecito heroico en donde los abuelos, hicieron a mis plantas los campos florecer…!

Neyba, 4-7-44  En Páginas Banilejas No. 45 de Septiembre 1944.

Con Luz Grecia interrumpimos la serie neybera o neibera (se puede escribir de las dos maneras) y continuaremos con otros poetas, de otros pueblos y países.

Vista del Valle de Neyba entre las sierras (https://i.ytimg.com/vi/SaX34kup9g8/hqdefault.jpg)