El reconocido historiador y académico dominicano Emilio Cordero Michel publicó en el número 152 de la revista CLIO, órgano de la Academia de Historia dominicana, enero-agosto 1995, un artículo profusamente documentado, titulado “Gregorio Luperón y Haití”, en el cual destaca el nacionalismo y detalla las relaciones, con sus altas y bajas, del prócer dominicano con dirigentes haitianos.
El autor hace hincapié en su visión antillanista y su implicación (de Luperón) en la idea de una confederación entre las dos naciones que comparten la soberanía de la isla Quisqueya hecha en 1864 por el gobierno provisorio dominicano.
La solida documentación bibliográfica usada por Cordero Michel, quien fuera presidente de la academia de 2007 a 2010, cita correspondencias entre los actores haitianos y dominicanos que evidencian una visión vanguardista de las relaciones binacionales basadas en una vivencia de hechos trascendentales, donde el protagonista Luperón se mueve de un lado al otro de la isla en situaciones de enfrentamientos armados defendiendo respectivamente la autodeterminación de nuestros pueblos.
El autor subraya que la recuperación de la soberanía y el triunfo del pueblo dominicano ante España fue posible por la “fraternal ayuda” que le ofreció el presidente haitiano Jacques Fabre Geffrard, por lo cual ante el derrocamiento de este Luperón le escribió una correspondencia donde dice textualmente: “Nuestros pueblos han sido colocados por el Altísimo tan cerca uno del otro, para que se traten como amigos y favorezcan a la sombra de la paz sus mutuos intereses…Usted representa en Haití la concordia, la paz y el progreso, y yo veía en usted una áncora de salud y de esperanza para la independencia de mi patria y cortar de raíz el germen de la guerra civil”.
Sobre dicho apoyo haitiano le invitamos a leer inextenso el texto adjunto del maestro Cordero Michel con lujos de detalles que en la Fundación Zile hemos decidido re-difundir ampliamente en ocasión del 155 aniversario de la guerra de la restauración, considerada por el profesor Juan Bosch como “la página más notable de la historia dominicana y también la más ignorada”.
Una ignorancia demostrada por grupos antihaitianos que protagonizaron un intento fallido de boicot de la 31ma edición del concurrido evento anual “Desfile dominicano en NY” bajo el alegato de una falacia participación haitiana. Si tal fuera el caso, de ninguna manera pudiera ser inoportuna en una ocasión que coincide con la conmemoración de esa epopeya dominicana que dio lugar al episodio más fraterno y solidario entre nuestros dos pueblos, donde Luperón surge como el ícono de la amistad dominico haitiano y defensor de la soberanía insular.
La ascendencia haitiana de Luperón del lado materno ha sido señalada por varios autores dominicanos incluso Cordero Michel. Unos pocos tienen reservas sobre esa aseveración. Ojalá que no fuera cierta para evitar todo cuestionamiento a su ímpetu por la unidad entre nuestros dos pueblos que pudiera ser calificada de inclinación sanguínea.
De hecho, en su libro “La Guerra de la Restauración” el profesor Juan Bosch señala, antes de Luperon, el justo cambio de actitud dominicano frente a Haiti “al darse cuenta los lideres luchadores como Francisco Sánchez del Rosario (ya no Francisco del Rosario Sánchez) que el Haití de 1861 no era el de 1844”, por lo cual el buscó conseguir armas y recursos desde allá. Se trató de conexiones que luego Luperón explotaría de manera más amplia.
Por ende, de mucha significación es el hecho de que la embarcación usada por Luperón para sus incursiones, como “El Telégrafo”, rebautizado con el nombre de “Restauración”, fuera comprado a nombre del cónsul haitiano en San Thomas, Félix Tampier y llevaba la bandera haitiana como forma de proteger al héroe dominicano.
Pudiera ser una sana especulación pensar que de ahí tres cuartos de siglo más tarde, Balaguer en su libro “Haití y el destino dominicano” (1941), en el capítulo “Hacia la confederación de ambos pueblos”, plantearía, entre otros, la formación de una marina de guerra bajo las banderas de los dos países.
Es oportuno recordar que el mismo Juan Pablo Duarte, ante las dificultades para articular las acciones del Partido Nacional, se alió con “Los reformistas” opositores de Boyer en Haití hasta viajar juntos a Venezuela con el revolucionario haitiano Alcius Ponthieux en agosto del 1842 en busca de apoyo a su lucha, según precisa Julio Campillo Pérez en el texto “Duarte y la presidencia” (CLIO No 152).
Para Cordero Michel, Luperón, como fiel seguidor de Polanco, Bonó y Espaillat, debió compartir sus ideas relativas a la confederación dominico-haitiana. De hecho, el 17 de julio del 1868 planteó la unidad dominico haitiano en estos términos: “Comprendiendo que entre los pueblos libres e independientes de la Republica Dominicana y de la Republica de Haití, debe existir una paz inalterable, por ser dos pueblos hermanos, llamados a vivir en la armonía y a sostener y defender juntos su independencia y libertad, para lo que se hace absolutamente indispensable que entre ambos haya un acuerdo sincero que los unifique en su política (…) debiendo todo esto fijarse por medio de un convenio…”.
Lo anterior daría lugar a las primicias de la firma del Tratado de 1874.
La abismal diferencia hoy en el orden del desarrollo institucional, político y económico entre Republica Dominicana y Haití no hace por lo pronto viable la idea de una confederación que fácilmente terminaría en una hegemonía insular dominicana contraria al interés nacional haitiano. Sin embargo todo lo relativo a la unidad, la fraternidad y la cooperación dinámica dominico haitiana debe ser ampliamente y permanentemente promovida en ambos lados.
¡Honor a Gregorio Luperón, un gigante de nuestra historia común!
Les dejo con el enlace del artículo de Emilio Cordero Michel