¡Grande fue Lula Ignacio Da Silva! Construyó un pedestal de méritos propios desde donde fue adorado por su pueblo y las izquierdas del continente. El antiguo obrero metalúrgico y dirigente sindical pasó a ser un héroe político vitoreado por propios y ajenos. Sirvió de modelo y mentor a la clase política latinoamericana. El sábado, antes de ponerse en manos de la justicia, reclamo su origen humilde y su misión redentora.
El poder político altera las personas, hipertrofiándoles el narcisismo y haciéndoles olvidar la ética, las leyes, y los deberes esenciales de su investidura. Pocos resisten esa transformación psicológica, que llega a ser una enfermedad destructiva. Basta recorrer las páginas de la historia para verificar sus desbastadoras consecuencias desde que habitamos el planeta.
A esos cambios de personalidad, resultan particularmente vulnerables aquellos que, desposeídos durante la niñez, llegaron a poseer demasiado durante la adultez. No obstante, ninguna clase escapa al fenómeno. Don Juan Bosch advirtió sobre el peligro de ese cambio en la pequeña burguesía. Y de las clases alta abundan los ejemplos. En fin, una infección del alma casi inevitable.
El ex presidente Lula, surge de la pobreza y el sufrimiento. Quizás el brinco de la gloria fue demasiado alto para él, y se sintió volando por encima del resto de los mortales entre sambas y vítores de masas. Desde arriba se fijó en el dinero, iniciándose como celestino de compañías brasileñas corrompiendo a sus colegas de África y Suramérica.
Revisando detalladamente las declaraciones del líder brasileño sobre la internacionalización de negocios, pude percatarme que se enorgullecía de entender la manera de individualizar el trato con los diferentes gobiernos, y así convencerlos para contratar a constructoras del Brasil. Hoy sabemos a qué se refería con eso de “individualizar el trato”.
Al final de su mandato, en rueda de prensa, justificó las riquezas de su hijo Fabio (un” carajo a la vela” que antes del ascenso del padre apenas llegaba a fin de mes trabajando de asistente en un zoológico, y ahora maneja compañías desde su extravagante mansión ), diciendo que era “el Ronaldinho del mundo del negocio”. Cinismo y complicidad.
Sin ningún rubor, se dio a la tarea de facilitar “asesoría política y logística” a presidentes y futuros presidente latinoamericanos, colocándoles como asesores personajes de prontuarios delictivos del talante de Joao Santana, íntimo amigo y responsable de la victoria de Danilo Medina.
Quienes quieran debatir su defensa esgrimiendo falta de pruebas judiciales, persecución política, imperio americano, trama de las derechas, revolucionario perseguido, y demás artilugios discursivos, pueden hacerlo. Pero la degradación del fundador del Partido de los Trabajadores ocurrió a la vista de todos, y poca duda cabe.
El político más carismático y exitoso del continente suramericano se creyó por encima del bien y del mal, inmune, amparado por las masas, soberano infalible, y chulo de la crápula política de países tercermundistas. La enfermedad del poder le infecto el cerebro; igual que hace con quienes nos vienen gobernando y quieren seguir haciéndolo. Al niño pobre le gusto ser rico.
Desde su nostálgico bunker situado en el Sindicato Siderúrgico de San Paoulo, volvió a explicar que es un perseguido de la justicia y de sus enemigos- sofisma preferido de políticos delincuentes. Su último discurso ha sido una auto santificación dirigida a quienes le siguen incondicionalmente.
Sin embargo, dando muestra todavía de sensatez y cordura política, se ha entregado a las autoridades, impidiendo un choque fatal entre sus seguidores y las fuerzas pública. Evitando muertos y desordenes sociales innecesarios en una nación traumada por los escándalos de corrupción que él y sus allegados han exportado por toda Iberoamérica, y otras partes del mundo.
Saldrá de la prisión en pocos años, presentándose ante el tribunal de la historia. Pero también, qué duda cabe, para disfrutar de las riquezas que él y su familia mal ganaron. No aparecerán a su nombre, ejercerá de millonario anónimo a través de testaferros y cuentas globales. Pero la vergüenza, el descrédito, y la degradación del héroe llevaran su impronta.