Era el tema que menos gustaba de Luis. Sucumbíamos. Sólo quedaban tres o cuatro minutos de concierto. Luis cerraba la noche. Era el octavo día de algún Dios desconocido hasta ahora. Luis nos lanzaba a nuestra propia suerte, como arroz que se tira a los cuervos más oscuros del cosmos. Nos resistíamos seguramente. Nos mirábamos como siempre, huérfanos. ¿Cómo hundirnos por un concierto de Luis Terror Días?
Gracias a nuestro siempre querido Alex Guerrero conseguí una versión de “Ya yo me voy”, como todo lo suyo, bootleg. Luis Dias y “Transporte Urbano” seguramente en las Ruinas de San Francisco. Juan Francisco iniciaba con una atmósfera bien U2, Luis pedía y Guy se lanzaba con los platillos en onda celestial. La entrada del bajo de Peter Nova era la confirmación de que ya estábamos en la alfombra. Es un minuto y 10 segundos de los seis y nueve que dura el tema. “Cójanse las manos porque me voy”. Nos expulsaban del paraíso con todo y hojas de parra y miradas no sospechadas bajo lo divino. “Ya yo me voy”. ¡Pero Terror, por qué nos haces eso!
Con Luis siempre había caños, cataratas, tornados. Cuando conversábamos sobre su llegada a Santo Domingo en los Setenta siempre recordaba una Iglesia evangélica que visitaba por la Juana Saltitopa, no porque sufriera algún fulgor en su camino de Damasco, sino porque había un hermano que fue como su maestro de guitarra. Entre prácticas y sesiones, se colaban las metáforas del Apocalipsis, algunos párrafos de las epístolas de Pablo, imágenes que serían luego su fundamento. Luis nunca dejó de predicar desde entonces. Juntó la Biblia a otros libros sagrados: el Campo, sus creencias taínas, creencias que no fueron baratijas de algún rezagado de Woodstock sino profunda identificación con la Naturaleza en su punto vital, esos en los que te sientes bendecido porque llueve o porque puedes grabar tus deseos y sueños sobre piedra. Eso fue Luis: un grabador sobre piedras.
“Oye, cójanse las manos
porque me voy
ya yo me voy…
A ti yo te canto,
Oh Enriquilllo
Oh Caonabo
Oh hijo de Yaya
Oh Macocael
Porque me voy”
Sacadas las letras de la canción, serán balbuceos de algún niño que no puede salvar sus tres bolas de helado en la barquilla. Oírla en vivo, repetirla una y otra vez ahora, cuando hay un pedazo de Isla obligatorio en yu mesa y tu llave de salida se ha trancado en el candado, será imposible si no acabas el pote o te sigues deshaciendo, como siempre, con Luis Terror.
“Ya yo me voy” es el punto final de todo lo que hizo y sigue haciendo Luis Terror Días. Hay está el ADN de su creación, con su palabra mágica, siempre desgarradora: ir, irse.
Luis siempre se estuvo yendo. Vino sólo para irse. Nos dejó con torrentes de idas y huidas. Esa es la condición insular: haber llegado para irse. Puedes revisar la discografía completa del Días y siempre verás algo cebrático, en flecha, subiendo, bajando, deshaciéndose, yéndose.
Después de lanzarnos su “Ya yo me voy” el planeta Luis-diúrnico sufrió su gran revolución copernicana. El mundo dejó de ser una bola para convertirse en una raya, con puerta de salida.
Entonces nos acostumbramos a enfilarnos por la puerta de la salida porque por más que quisieran y desearan los chicos del Transporte y más que media humanidad, con Luis no había bises, ni cántame “Candelo” ni cántame lo otro, “ei pipo”, qué manera de atolondrarnos, de jamaquearnos, de no poder pedirte nada nunca a sabiendas de que no eras ningún santicló y que lo que dabas era porque te salía así, de refilón, pero nada con lazos y que los cumplas feliz.
“Ya yo me voy” no podía ser cantado por nadie. Ni siquiera a Hugo Pérez, experto karaókiko por excelencia de los 80, se le ocurriría interpretar este tema.
Luis se iba. El Transporte comenzaría a empaquetar. Tommy recogería los cables. Nosotros nos levantaríamos bien lentamente porque el corazón estaba a punto de salírsenos otra vez, caeríamos más tarde por el último naufragio de Drake’s y logrando ya que John tocase su campana, con seguridad que Luis habría llegado, cerveza en mano, pantalones explotándose, su alegría de niño cumpleañero en Piedra Blanca frente un bizcocho de dos libras.
Dejos de U2, Weather Report, unos solos de Peter que de seguro que Pastorius aprobaría con sus ojos a medio abrir, Transporte nos regalaba una de las noches más angelicales en aquellas Ruinas a las que siempre volveremos para irnos, porque sí, porque “Ya yo me voy”, ya me voy, me voy. "Ei pipo, Luí".