Luis Terror Dias

Me gustaría que el Banco de Reservas (que nos pertenece a todos los dominicanos) pudiera asumir el rescate y difusión de la obra musical y literaria de Luis Terror Días (1952-2009) y llegar a un acuerdo con sus herederos y propietarios de sus derechos de autor, a fin de que sus grabaciones puedan remasterizarse y formar parte de la colección discográfica “Reserva Musical” y de que puedan publicarse sus libros, a los que Miguel D. Mena se refirió recientemente en Facebook, tal como cito a continuación:

“A Luis se le sigue oyendo en casetes malísimos, no hay ninguna señal de que su obra vaya a dársele un tratamiento como se merece, al nivel artístico que él se merece… Yo me alegro con lo de la esquina dedicada a Luis. Si me pregunto sobre el valor de los homenajes es para reflexionar sobre lo que viene o debería venir después. Ya Luis tiene 9 años de ido. ¿Cuántos años tendremos que esperar para que se genere algo concreto de recuperar su obra? Veo que entre la hija y la viuda hay un tirijala permanente con todos aquellos que recuperamos la obra de Luis. Yo mismo tuve que retirar del mercado un libro que el mismísimo Luis me había entregado -tengo testigos-, un libro cuyo primera versión él escribió para "Luis Días, ¡échale gas!". Hablo de "El merengue de Chicha". Me dije: "no quiero ruidos con Mary" ¿Y qué ganamos con eso? Ganamos simplemente que el Luis escritor se desconozca. Y así pasa con otro libro que Luis me entregó, un súper libro sobre el merengue dominicano, con partituras y todo… Pensaba lanzarlo en algún momento, pero a partir de esa experiencia me dije: "no puedo tocar nada de Luis porque no tengo ni un centavo para dárselo ni a los hijos ni a la viuda". Así funcionan también las mordazas. No quiero ruidos, simplemente conversar la importancia de compartir la obra del Terror”.

Creo que el Banco de Reservas haría bien si acoge la sugerencia respecto a las grabaciones y los libros de Luis Terror Días, así como también pienso que el Premio Nacional de Literatura debiera llamarse Enriquillo Sánchez (1947-2004), quien fue su creador, su gestor, su artífice, cuando laboraba para el Banco Hipotecario Miramar, el cual, por iniciativa de Enriquillo, propuso en 1989 al entonces presidente Joaquín Balaguer la creación del premio dedicado a reconocer la obra de toda una vida de escritores dominicanos, con el patrocinio del Estado y de dicho banco, coincidiendo con una sugerencia de José Rafael Lantigua mediante carta pública al mismo presidente Balaguer que fue respaldada por la Asociación Dominicana de Críticos Literarios que meses antes habían fundado Bruno Rosario Candelier, Soledad Álvarez, Josefina de la Cruz, Lupo Hernández Rueda y el propio Lantigua. 

Escribió Enriquillo en su columna Para uso oficial solamente (El Siglo, 8 de noviembre de 1989): “Se trata de fundir, en un solo bloque de inspirada estrategia cultural, al sector privado y al sector público. Si queremos cultura -si queremos la permanencia de la cultura y su vigoroso desarrollo- tendremos que contar con el empresariado y el Estado trabajando mano a mano. No hay otro camino. La lógica que los impulsa es firme y nítida: no habrá desarrollo sin cultura, lugar común que repito hasta la saciedad, sin novedades dialécticas, con la misma devoción de un catequista.”

Decía Enriquillo en su citado artículo de 1989: “Este premio es habitual en todo el mundo. Era, entre nosotros, una carencia señera. Ahora podemos decir que hemos dado un paso significativo. Será la cúspide generosa de nuestra vida literaria, que es un eterno Santomé verbal, espacio aguerrido en el que los aedas se desangran heroicamente. Ya recibirán, realizado el trabajo, un tributo merecido y justo.”

Enriquillo Sánchez Mulet

Concluía Enriquillo su referido artículo con estas palabras: “El Premio Nacional de Literatura es un paso hacia la organización, alrededor de unos cuantos y prácticos postulados, de nuestra vida cultural. El primero de ellos es la libertad. El segundo, acudir, siempre que sea posible, donde esos titanes que vencieron, con su ternura, su lucidez y su desgarramiento, el descaro de la página en blanco, esa monstruosidad que a muy pocos hombres excita.”

Enriquillo redactó las bases del premio y propuso que los rectores de las principales universidades del país integraran el jurado, del cual él fue secretario, con voz, pero sin voto, en representación del banco patrocinador. En su primera entrega, en 1990, Juan Bosch y Joaquín Balaguer recibieron el premio Ex-Aequo, en un histórico acto de cuya organización fue responsable Enriquillo.

Luego de producirse la quiebra del Banco Hipotecario Miramar, el patrocinio del premio fue asumido, a partir de 1992, por la Fundación Corripio, por iniciativa de quien era su director ejecutivo, Manuel Rueda, acogida por su presidente, Pepín Corripio, con el aval de la Secretaría de Estado de Educación entonces y del Ministerio de Cultura actualmente, con el propósito de “honrar por una sóla vez a la persona que haya dedicado su vida al engrandecimiento de las letras dominicanas”.

Anualmente, el galardonado se anuncia cada 26 de enero, Día de Duarte, y entre 1992 y 2018 ha sido otorgado a Manuel del Cabral, Pedro Mir, Manuel Rueda, Antonio Fernández Spéncer, Marcio Veloz Maggiolo, Virgilio Díaz Grullón, Lupo Hernández Rueda, Mariano Lebrón Saviñón, Víctor Villegas, Carlos Esteban Deive, Hilma Contreras, Franklin Domínguez, Andrés L. Mateo, Diógenes Valdez, María Ugarte, Diógenes Céspedes, Bruno Rosario Candelier, José Alcántara Almánzar, Mateo Morrison, Jeannette Miller, Armando Almánzar, José Mármol, Tony Raful, Roberto Marcallé Abreu, Ángela Hernández, Federico Henríquez Gratereaux y Manuel Salvador Gautier (solo cuatro mujeres, ¿será la quinta en 2019?).

Al respecto, el galardonado en 2015, Roberto Marcallé Abreu, acaba de publicar el pasado lunes en El Día el artículo contenido en el siguiente enlace:

http://eldia.com.do/cosas-veredes-sancho/

Sería bueno que en lo adelante sea denominado Premio Nacional de Literatura Enriquillo Sánchez en justo homenaje al creador, gestor y artífice del galardón, del mismo modo que tenemos, en los premios anuales de literatura que otorga el Ministerio de Cultura, el Premio Nacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña (que Enriquillo ganó en 2003 por su obra El terror como espectáculo), el Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez (que Enriquillo ganó dos veces, en 1983 por Pájaro dentro de la lluvia y en 1996 por Memoria del azar), el Premio Nacional de Novela Manuel de Jesús Galván, el Premio Nacional de Cuento José Ramón López, etcétera.

Recordamos que Enriquillo Sánchez, en su libro Convicto y confeso I (Ediciones del Centenario de Brugal, 1989, impreso por Mograf en 1990 y puesto en circulación en marzo de 1991), reunió cuatro poemarios: Por la cumbancha de Maguita, Pájaro dentro de la lluvia (Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez 1983 y que la Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos había impreso en su Colección Premios Nacionales, en Editora Taller en 1985), Sheriff (c)on ice cream soda (Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío 1985) y Los cantos del húsar. En la contraportada del libro, el autor escribió: “Nací en Santo Domingo el 25 de agosto de 1947. Escribo desde la infancia, con menoscabadas ferocidades. En la vida sólo me han cegado dos cosas: una piel y un habla, sin la cual esa piel no existiría. Como toda la poesía que mi generación ha escrito en lengua castellana a partir de los años sesenta, estos poemas han fracasado. Son derelictos. Yo los reúno porque deseo que separen una prehistoria de una historia, que desde luego se sitúa, como siempre, en el porvenir. La aventura, modesta e íngrima, se extendió de 1971 a 1986. Quedan fuera de esta edición ocho títulos: Memoria del azar, Convicto y confeso, Muy respetuosamente, Artículos de primera necesidad, Esso es la muerte, Para atar cabos sueltos, Escritorio marino y Letras de cambio. Ahora los siento como todos esos magníficos órganos ausentes del propio cuerpo: ellos harán su trabajo a pesar de mí mismo, con mucho mayor sabiduría que la que el destino o los dioses nos conceden”.

Se suponía que esos ocho títulos que quedaron fuera de Convicto y confeso I aparecerían después en Convicto y confeso II, pero este segundo libro no se publicó nunca, aunque cuatro de los ocho (Memoria del azar, Artículos de primera necesidad, Escritorio marino y Letras de cambio) fueron reunidos en el libro Memoria del azar (Colección Banreservas, 1996), Premio Nacional de Poesía Salomé Ureña de Henríquez 1996. Está pendiente la tarea de rescatar y publicar en libro los textos de Enriquillo Sánchez que permanecen inéditos o se hallan dispersos en periódicos y revistas, incluyendo las notas editoriales que Enriquillo escribió en la sección Palotes que editaba en la revista ¡Ahora! entre 1976 y 1979, que si bien es cierto la mayoría fueron compiladas en un libro publicado por el Ministerio de Cultura en 2010 (con prólogos de Basilio Belliard y René Rodríguez Soriano), dicho libro no las incluyó todas.

También está pendiente la tarea de publicar los tomos que recopilen los artículos de su columna Para uso oficial solamente a partir de 1992, pues ya en 2000 la entonces Comisión Permanente de la Feria del Libro editó el tomo 1989-1991, así como también fueron compilados los textos que escribió en la página sabatina que, en los dos últimos años de su vida, publicó en el periódico Hoy (Devo[ra]ciones, Ediciones Ferilibro, 2005), al igual que sus cuentos completos (Rayada de pez como la noche, compilación de Miguel Collado, Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña, 2006), con algunos de los cuales ganó, en el concurso de La Máscara, dos menciones en 1966 y una mención en 1971; en el concurso del periódico La Noticia, el segundo premio en 1974; y en el concurso de Casa de Teatro, una mención en 1978, el segundo premio en 1990 y el tercer premio y una mención en 1992.

En dicho concurso de Casa de Teatro, el cuentista más galardonado fue Pedro Peix (1952-2015), quien recibió el primer premio en cuatro ocasiones, el segundo en tres ocasiones y el tercero en una ocasión, para un total de ocho premios y además, cuatro menciones. Sobre él, escribió Enriquillo Sánchez hace 41 años, en la mencionada sección Palotes (en la revista ¡Ahora! número 735 del 12 de diciembre de 1977, página 42), lo siguiente:

“De Pedro Peix puede decirse que es uno de los primeros escritores jóvenes dominicanos, pero se estaría diciendo una verdad banal o, lo que sería peor, se estaría emitiendo un prejuicio, de esos que tienen su origen en el insuperable “me gusta, no me gusta” de la sacra crítica literaria.

Seamos sacrílegos. Pedro Peix es un productor de atrocidades. Pedro Peix es un agresor. Pedro Peix es esas dos cosas y además poeta, algo que lo convierte en una amenaza mayor. Herir con ternura no es tarea cómoda.

Podría ser el gran escritor dominicano que todos esperamos si poseyera una consciencia más desastrosa. Entendámonos. La nuestra es una época dominada por las antítesis. El desastre es la dialéctica misma y la consciencia desastrosa no es sino la aprehensión de la realidad que nos tocó y de su profundo sentido promisorio. Se espera de él un equilibrio en el desastre, es decir, mayor profundidad, generosidad máxima.

La literatura es la solución imaginaria de conflictos insolubles en otro terreno que no sea el suyo propio. Pedro Peix es un escritor de raza y todos verán que muerde sin piedad, asumiendo esos conflictos hasta sus últimas consecuencias.

Se dirá que se trata de loas. No pudimos evitarlas, de todos modos. Es suficiente que justifique el acto de leer, tan olvidado”.

El pasado miércoles, 12 de diciembre, se cumplió el tercer aniversario del fallecimiento de Pedro Peix, cuyos herederos (sus hermanos Patricia de Moya y Manuel Fernández-Peix) están realizando el importante proyecto de rescatar y divulgar su obra, publicando sus libros (tanto los inéditos como los ya conocidos pero cuyas ediciones se agotaron hace años), colección ya iniciada con las nuevas ediciones de sus cuentos completos, en seis volúmenes: Las locas de la Plaza de los Almendros, La noche de los buzones blancos, Los despojos del cóndor, Pormenores de una servidumbre, El fantasma de la calle El Conde y Los muchachos del Memphis (dos de los cuales fueron galardonados con el Premio Nacional de Cuento José Ramón López:  Las locas de la Plaza de los Almendros en 1977 y El fantasma de la calle El Conde en 1987) y que seguirá próximamente con los demás libros de Peix, incluyendo su muy esperada novela inédita La Tumbadora, con la que ganó en 1985 el Premio de Novela Biblioteca Nacional (que todavía no se llamaba Pedro Henríquez Ureña).

René del Risco

Es de gran trascendencia cultural que se rescate y divulgue la obra de nuestros escritores fallecidos, como también están haciendo los herederos de René del Risco Bermúdez (sus hijos Minerva y René) a través de la Fundación René del Risco Bermúdez que el 12 de septiembre pasado instauró, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, la Cátedra de Literatura Caribeña René del Risco Bermúdez, con una conferencia magistral de Leonardo Padura, titulada “Identidad y literatura en el Caribe”; y una disertación de José Rafael Lantigua, titulada “René: el testimonio de un llanto de polvo entre los ojos”. Esta última aparece, dividida en tres partes, en estos enlaces:

https://www.diariolibre.com/opinion/lecturas/evocacion-de-rene-del-risco-bermudez-1-de-3-GP10791869

https://www.diariolibre.com/opinion/lecturas/evocacion-de-rene-del-risco-bermudez-2-de-3-EM10853676

https://www.diariolibre.com/opinion/lecturas/evocacion-de-rene-del-risco-bermudez-3-de-3-AI10903344

Mañana jueves, 20 de diciembre, se cumplen 46 años del fallecimiento de René del Risco (1937-1972). Al día siguiente del trágico suceso, Pedro Peix escribió en su columna Entre días (en el Listín Diario del 21 de diciembre de 1972) los siguientes versos:

La realidad es a veces muy grosera.

Más perversa que la misma muerte.

No sólo arranca la vida, sino que

cercena lo que lleva dentro.

Y cuando se es poeta,

no hay tumbas que guarden sus versos.

¿Para qué cavarle la fosa a un poeta?

El talento no descansa bajo tierra.

No hay ni habrá jamás epitafios

para los que le canten a la vida.

Las únicas lápidas de los bardos son las generaciones.

René del Risco acaba de nacer con su muerte,

su obra empieza a mamar el pezón de la fatiga.

La muerte de un joven poeta indigna

tanto como la muerte de un niño.

Pedro Peix

¿Cuántos versos impúberes habrá abandonado?

¿Cuántas novelas dolorosas habrá engavetado?

¿Cuántas hostias habrá dejado de bendecir en su cáliz creador?

La muerte de un joven poeta no sólo desconcierta,

sino que enfurece y arrebata…

nos vuelve prosaicos y soeces crédulos de Dios.

Y después alegan que la vida no es corta,

de los veinte a los treinta años empezamos a gaguear.

Pero ese gagueo de la vida

hay que darle forma, hay que plasmarlo.

Porque la muerte no respeta ni siquiera al tiempo.

Se engendró en el caos y de él no ha salido nunca.

Por eso los poetas la desprecian.

La ven diluirse en una copa,

en la voluta tóxica de un cigarrillo

o en las últimas sombras ebrias de la noche.

La muerte de un poeta es como un nuevo parto.

René del Risco ha nacido vivo y viable,

porque al escribir dejamos de morir.