Mi primer contacto con Luis Abinader se produjo en el Club Universitario de la universidad estatal, la UASD, en el mes de junio del 2013. Fue una conversación muy breve y amena; pero el corto tiempo fue suficiente para abordar, aunque a grandes rasgos, aspectos fundamentales del país, especialmente un tema de carácter académico, político y de administración pública. Noté firmeza, carácter, educación y profundidad en aquellas palabras del joven político. Aún tengo la impresión que me causó y aprecié que era un explorador por excelencia de los problemas políticos y sociales. Recuerdo textualmente lo que le expresé sobre el complejo tópico y la rapidez certera de su respuesta. Él, como líder joven, iniciaba el recorrido por la senda pública de un largo trayecto ya iniciado por él mismo desde la práctica política militante con su progenitor. Ahora lo tenemos como Presidente electo del país.

El movimiento social del país reclamaba en las calles, aunque no mencionaba propiamente el término, un cambio de rumbo de la nación y, a la vez, una revolución moral en el Gobierno. No habrá cambio de rumbo sin una revolución moral desde el patriotismo, la ética, la democracia y la justicia social. Luis ofreció ese cambio en su discurso, firme, pero sin estridencias. Realizó una compaña política inteligente y prudente, sin cometer un sólo error. Él sabía que encarnaba los anhelos de cambio del pueblo. Dijo muchas cosas, pero no lo dijo todo. Tenía claridad de la táctica y de la estrategia. Ahora nos coloca a la Dra. Milagros Ortiz Bosch, uno de los más altos símbolos y ejemplos de la trasparencia política, para que inicie el cambio de época en la política, más allá de una época de cambios políticos. La responsabilidad de Milagros es grande, pero posee la inteligencia, el compromiso y el coraje. Y el apoyo del Presidente.

Sin embargo, ahora se hace más necesaria la estructuración del proyecto de Poder Ciudadano, que promoviera el propio Presidente en su campaña. Como también se necesita la movilización de lo mejor del partido y de la sociedad. Es necesario no sólo el contrapeso al gobierno, sino también el empuje en la misma dirección de los mecanismos políticos y los propósitos transformadores que rompan con el lastre de la cultura política, base del saqueo de los bienes públicos, la impunidad y la corrupción. La sociedad espera cada día las nuevas designaciones, previas al 16 de agosto, del Ejecutivo. Es el reflejo claro de una voluntad política y cívica, deseo y anhelo, pero no es suficiente. Si la nación se movilizó para sacar del poder a un partido que se convirtió en el Estado mismo, y que lo logró, ahora se necesita la misma voluntad popular, como fuerza motora y rectora de todos los cambios que se producen en las sociedades históricamente. Ahora es el gran desafío!