La semana que acaba de pasar me recuerda los años cuando yo era un niño y tenía tiempo para ver de cerca cada espectáculo de pleitos de ¨viejas de patio¨ que se escenificaba en cualquier patio de por mi casa.  Ellas se gritaban, se jalaban los moños, se estrujaban, se manoteaban y hasta se mordían y se aruñaban. ¡Lucha libre!

Los pleitos de patios (de mi niñez) no era en lo absoluto nada que se pareciera a los dimes y diretes que se dicen hoy en día en las redes sociales.

Para ilustrar, en estos días se ha hablado mucho de la diputada Lucia Medina.  Al grado tal de llegar a la ofensa personal.  Se le ha hecho meme, rap, comedia y parodia.  Muchos son los golpes propinados en la cara, al punto, de hacerla llorar delante de sus compañeros en el hemiciclo; y todo esto, ¨porque 400 mochilas compradas por su fundación ‘salieron por error’ con el logo del Ministerio de Educación¨

En efecto, ¡la honorable diputada está enredada en una cabuya!

¿Cómo saldrá la congresista de este bollo de hilo de cocer? En lo personal espero que salga bien, ella no merece ningún mal. 

Lo que a ella más le perjudica, en este preciso momento, no es el logo del Ministerio de Educación colocado indebidamente en las mochilas de los niños pobres del país.  Lo que a ella más le perjudica es que ella es la hermana del Presidente, y esa marca afecta mucho. 

Ser la hermana del Presidente en cualquier parte del mundo es una cuestión de honorabilidad  y respeto y como tal: los familiares, los descendientes directos, cónyuge y los amigos cercanos tienen que cuidar sus pasos cuando caminan  y medir sus palabras cuando hablan. Por ejemplo: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo.”

La congresista agotó en el hemiciclo, poco después de la rueda que ofreciera el señor  Felipe Isa, presidente de la empresa Ston Blue SRL quien asumió toda la responsabilidad de los hechos (íntegramente del error),  por lo que, antes de acabar la sesión ella (la diputada) pidió la palabra para dirigirse a los diputados; y entre tantas cosas que dijo en casi 45 minutos de disertación, señaló lo siguiente: ¨mi error fue mandar hacer 3 mil mochilas¨.  ¡Patético!

Pero creo que no señora diputada, su error no fue ese.  Su error, desde mi punto de vista, fueron dos: el no mandar hacer las mochilas con los textileros de la provincia de San Juan y segundo, después de haber cometido el primer error, no supervisar e indagar minuciosamente los artículos comprados en dicha fabrica textilera el cual tenía un descuento de casi un 25% con relación a los precios que se le ofreciera a otros clientes (como es el caso del Ministerio de Educación quien pagaron las mochilas a otro precio muy diferente al suyo).  Entonces, después de estos dos errores no era necesario tratar de tapar el sol con un dedo.  Sino actuar en consecuencia.

Por esta razón, sus asesores políticos la asesoraron aún mucho peor que los asesores que la asesoraron a usted a comprar las mochilas para donar a través de su fundación y hacer proselitismo con eso.

Por lo que, le sugiero diputada, comience  a corregir y a cortar cabezas en su equipo de campaña política y de comunicación.

La situación que comenzó siendo simple y de poca consideración para la población (recuerde que el pueblo no tiene tiempo para detenerse en 400 mochilas que al fin y al cabo están dirigidas al pobre) pudiera terminar en impredecibles consecuencias políticas para los políticos actuantes y vigentes en el país.   

En otras palabras, todas estas contradicciones de precios, facturas y otras órdenes de compras pudieran convertirse en un alud  que arrastrase el sustrato y la capa vegetal de otros políticos.

En resumidas cuentas, la historia está llena de escándalos políticos que les ha costado el cargo a los políticos, por errores simples. 

Para citar tengo un caso el de Eliot Spinzer, gobernador del Estado de  Nueva York: el quedó al descubierto y enlodado al contratar prostitutas y pagarles altas sumas de dinero.  En efecto,  el funcionario público tuvo que renunciar a su cargo; y con palabras entrecortadas dijo a la prensa antes de despedirse lo siguiente: "No puedo dejar que mis fracasos personales interrumpan el trabajo de las personas".