Este título propende diferir de la creencia que tienen muchos actores políticos  que la dinámica de la lucha interna dentro de  los partidos políticos debe ser una guerra campal a vida o muerte.

A juzgar por las experiencias de fragmentaciones y divisiones internas derivadas de esta dinámica, juzgo que la actitud de los partidos políticos, por los hechos,  así lo han interiorizado, debido a que la histórica política registra una cantidad enorme de grupos o tendencias, que con sus facciones, han creados otras células partidarias, pudiendo haberse entronizado la creencia de que esta lucha resulta muy nociva para la unidad interna y las supervivencias de los partidos.

La lucha intrapartidarias, resulta que no es exclusiva de nuestros tiempos, desde el propio renacimiento, la política se ha diversificado en multiplicidad de tendencias dentro y fuera de los partidos políticos.

Pablo Verdú, en Principios de Ciencia Política, 1971, pág. 82, nos obre la definición siguiente:

¨tendencia interna que intenta dominar los puestos claves del partido y establecer sus directrices programáticas y  tácticas, considerándose autentica representación de todo el partido¨

A partir de esta definición, defiendo el criterio, que la unidad interna dentro de los partidos resulta un imposible, ya que la dinámica misma de los partidos, según la definición anterior, depende de la dialéctica entre sus corrientes internas.

Las mismas son expresiones concretas del dinamismo, en la medida que surgen, se desenvuelven y se enfrentan con otras tendencias internas, se imponen o tratan de imponerse, dando paso a teorías que establecen que a través de ellas, los partidos alcanzan su máximo grado de dinamicidad. 

A propósito, se ha planteado, que son connaturales, ya que devienen de la interpretación de la ideología y del programa o del enfoque que cada grupo o sector le consigne, haciendo justificar que se considere natural que las tendencias broten dentro de los partidos políticos.

El sistema de encarnadura de la ideología en el partido no siempre puede ser unánime, puesto que caben enjuiciamientos y aplicaciones diferentes de ella por sus miembros. (Verdú, pág. 83)

A pesar  que los estudiosos de esta dinámica, la justifican y la ven muy útil a los partidos, coinciden en que no debe ser una lucha campal, más bien una vía para expresar las contradicciones de las diferentes interpretaciones de las ideologías, los programas, estatutos y objetivos. De otra manera, reflejan el pluralismo ideológico, por decirlo de algún modo. Sin embargo, como cuña nuestra, no se puede negar que  en virtud del propio foco de contradicciones en la sociedad, estas se insertan en el seno de los partidos.

Es sabido que líderes políticos integran tendencias para apoderarse o controlar puestos de mandos; presidencia, secretaria del partido, control del congreso, puestos en el estado, etc.

Por otro lado, se ha planteado que su existencia en los partidos políticos, también se alimenta, de la modalidad de la representación proporcional, ya que detrás de ella subsiste el interés de un grupo de imponer candidatos de la propia corriente, o cuando no, tocar en la representatividad del poder.

No nos podemos perder y verla como algo extraño ni dañina, más bien, comprenderla como algo intrínseco o natural de los partidos políticos.

Para mí, resulta algo fisiológico de la vida política, ya que plantea la lucha por la distribución de puestos en la dirección del partido y los que las corrientes puedan alcanzar en un eventual  gabinete.

Ahora bien, algunos tratadistas, establecen que jamás puede desbordarse, su papel de ser  dosis de dinámica, recomendándose que por su importancia en la vida interna de los partidos, sólo debe asumirse,  como medio de legitimización del control político de una facción, que ha podido ganar la corona del control del poder como  tendencia.

Asumiendo la conciencia que unos van delante y los otros van detrás, ya que no hay cama para tanta gente, y entendiendo además, que existen en la dinámica política, lo que se llama elites instaladas y elites alternativas, que los sectores que no llegaron a controlar el partido, su función es ser instrumento del relevo cuando se desgaste la corriente triunfadora.

Ahora bien, coincidiendo con tratadistas del tema, postulamos, que nunca debe desbordarse el sectarismo, como causante de la amenaza de unidad política del órgano.   

En caso actual, en el debate de las primarias abiertas o cerradas, las dos tendencias de control en el partido del poder, asumieron posición contrapuestas a este método, sin embargo, los  politólogos aconsejan que las luchas internas no pueden pasar de una guerra semántica por el control de la dirección del partido y del poder de una grupo determinado, planteando incluso, que lo primero que los  partidos políticos deben tener en cuenta es, que todas las corrientes deben, en primer plano,  la adhesión a la causa principal del partido que es o conservar el poder o alcanzarlo.