Te cuento: fui a casa de Roberto el jueves pasado, me invitó yerba y a disfrutar de su colección de vinilos. Su casa es una casa de techo alto en la Zona Colonial, desordenada pero simpática. A Roberto lo conozco desde hace años aunque no recuerdo de donde, imagino que alguna noche, en algún parque o en algún bar, hablamos de algo interesante y compartimos Facebook. Roberto es un buen tipo, arquitecto, amante de la música, la pintura y la literatura. Él es de esas personas que vemos una vez cada 3 o 4 meses y sentimos como amigos, fue por esto que aquel día me di la libertad de preguntarle sobre ese olor tan raro que había en su casa.

-Es bay rum, mano.

-¿Cómo que bay rum? ¿Qué tu tá haciendo con bay rum? -Le pregunté

-Mi abuela, men. -Respondió con timidez

-¿Tú abuela la que se murió el año pasado?

Roberto me miró sintiendo culpa y recostó el cuerpo sobre la silla. Pasaron algunos segundos y decidió mirar hacía el vacío antes de contestarme.

-Bueno, no… pero… Chichi, yo creo que me estoy volviendo loco, mano. -Me dijo avergonzado

-¿Por el bay rum? -Le pregunté

-No, no men, mira, es que se supone que tu no deberías sentir ese olor.

-Ah bueno… -Respondí pensando que ya era hora de dejar de fumar.

-Lo que pasa es que hace como una semana me hice una paja mirando unas fotos viejas que encontré en una casa de Gazcue que estamos restaurando.

-¿Qué tiene que ver eso con el bay rum? Yo me pajeo viendo hasta el Club 700.

-Bueno, tiene que ver. Eso yo lo hice en el baño de esa casa, ósea, desesperao… no sé: ni buenas estaban las tipas de las fotos y eran fotos viejas, cómo de los años cuarenta. Aunque eran fotos de mujeres de aquí y eso prende, lo pienso y no taban de na’… fue como que algo se me metió en el cuerpo.

-¿Y qué carajo tiene que ver eso con este bajo a bay rum? -Interrumpí

-Ya voy a eso, cálmate… -resoplaba Roberto- el asunto es que me pusieron loco las fotos, no entiendo porqué pero me dieron ganas y eso tampoco es lo raro, lo raro empieza de ahí pa’lante: como a la media hora tuve que venir a casa, me sentía súper cansado. Cuando llegué ni siquiera me quité la ropa, caí redondo en la cama; eran como las cinco de la tarde. Mal, yo nunca que me acuerde me había dormido a esa hora. Bueno, me desperté como a las una de la mañana, porqué sonó mi celular, era José Luís, preguntando que qué me había pasado, que porqué no había ido a casa de Ana si yo sabía de la fiesta sorpresa y bla bla bla, no pude ni responder viejo, el celular se me cayó de las manos y a mi casi me da un infarto: mi habitación estaba llena de viejas, loco. Osea… no llena, pero habían como 5 o 6 viejas en mi habitación a las maldita una de la maldita mañana, men.

Miré a mi alrededor con cara de quien acaba de chupar un limón, como esperando que pasara algo, que me dijese que era un chiste, o no sé, que cayera un rayo, lo que sea. La verdad es que el hijo de puta de Roberto me había metido un miedo increíble en el cuerpo. Quise mirarlo como se mira a un loco, pero no pude.

-”No tengas miedo” dijo una de las viejas con una voz, de hecho, muy dulce. -Siguió contando Roberto- a mi me subía un escalofrío por la nuca que nunca había sentido y al pasar un par de segundos que me parecieron días, salí de mi parálisis y muy nervioso les pregunté que quienes eran, “Somos las mujeres con las que te masturbaste esta tarde”, me dijo otra, vestida de blanco y con una redecilla en el pelo. No te miento mano, salté de la cama como un gato al que se le está quemando el rabo; miré desubicado a mi al rededor y de nuevo un “Cálmate, no te vamos a hacer nada.” dicho por la primera que me había hablado, interrumpía mi frustración de ese momento. Yo estaba muy mal, loco Chichi: todo estaba pasando muy rápido, no sabía que hacer o decir; me arrinconé agarrando con fuerza las paredes como si se estuviesen cayendo encima de mi y seguía preguntando como loco que quienes eran, que qué buscaban ahí. “Nosotras somos las mujeres con las que te masturbaste esta tarde y tampoco sabemos porqué, pero ocurre esto cada vez que alguien se hace una paja con alguna foto nuestra: aparecemos en algún lugar que no conocemos, aparentando la edad que teníamos cuando morimos y cerca de un hombre, al que luego de mucha conversación le sacamos que se masturbó mirando fotos nuestras. ¿Tienes las fotos ahí? ¿Verdad que fue así que llegamos aquí?” Me dijo la que parecía más calmada y a la vez cansada de lo qué pasaba, -con esto me pareció que ya se les había repetido muchas veces esta situación-.

Miré a Roberto con la cara desencajada y lo único que pude decir, tratando de suavizar el raro momento fue que su yerba era muy buena, pero a Roberto esto no le hizo gracia, me miró muy serio y decidió proseguir su historia:

-Men, mira, puedes buscar en toda mi casa, aquí no hay bay rum, nunca ha habido de eso y tu lo sientes, te tiene arrebatao el olor a bay rum ¿O no? ¡Yo no toy loco, mano!

Tomé aire e intenté preguntar detalles, pero no me salían palabras. Roberto entendió y continuó:

-Me fui calmando poco a poco cuando me dijeron que siempre pasaba, que lo mejor era esperar y estar tranquilo, que sólo tomaba un día. Y que se yo, viejo, he limpiado esta casa muchísimo, varias veces al día, a ver si se va el olor y nada. El delivery del colmado de la esquina ya me mira raro y los del otro colmado ya no quieren ni venir, me pasé como cinco días llamando cada hora pa pedir cloro, Ace, jabón, vinagre… he usado de todo Chichi y desde ese día, el olor a bay rum no se va ¡No se quita!

-¿Y entonces? ¿Qué pasó después con las viejas? -Pregunté resignado

-¿Y entonces? -se preguntó para sí Roberto- Bueno, eran fantasmas… y fantasmas de doñas, men, no de súper héroe… ¿Qué iba a pasar? Terminé despierto la noche entera y al rato ya se me había ido el miedo, la verdá. Hablaban mucho, increíblemente hay gente a la que no le basta la eternidad para hablarlo todo y para colmo disparates, porque no sabían nada del más allá, ¡Hacían historias de cuando estaban vivas! Entre una cosa y otra me plancharon algunas camisas, me pidieron jugar la lotería, hicimos un bingo en la sala, tuve que darle un masaje en los píes a una, hacer café, té de jengibre y al pasar exactamente 24 horas, desaparecieron para siempre, como si nada hubiese pasado, porque la vida es un CD de Nikauly de la Mota.

-Mierda… -Resoplé totalmente alucinado

-Eso mismo dije yo, brother. Me saqué en tercera con los números que me mandaron a jugar.

-Bueno… -Le dije desorientado, sin saber muy bien a que respondía.-

-Yo nunca compré bay rum mano… eso es lo peor, que no entiendo eso.

Nos quedamos un rato en silencio y yo decidí mirar al suelo, no sabía mirar a Roberto.

-¿Y qué pasó con las fotos? -Decidí preguntar

-Están por ahí… -Respiró Roberto- me dio miedo botarlas o quemarlas. Mejor en un lugar seguro… ¿Te gustaría verlas Chichi?

-No, Roberto, no. Yo estoy bien, mano. Casi me tengo que ir, viejo.

Nos quedamos callados otro momento, contemplando la Ciudad Colonial. Y antes de irme Roberto me dijo que no volvería a pajearse nunca en su vida. Le respondí que le entendía, que yo tampoco volvería a hacerlo.