No sólo el contexto de este libro espera ser analizado como parte de un archivo de barbarie que provocó respuestas, muchas veces ahogadas por la retórica política y militar imperial, llevada a cabo por un gobierno poderoso de un país poderoso.  Se trata, como ya lo hemos comentado, de una práctica política instalada por un gobierno imperial que “cobra caro” sus llamadas ayudas a países dependientes que “negocian” sus deudas, préstamos a veces impagables o a pagar con muchos sacrificios y, bajo circunstancias esclavizantes, acuerdos que un pueblo no sabe muchas veces por qué los sufre o por qué paga deudas que han contraído sus administradores estatales o gubernamentales.

Tal y como se revela en Los yanquis en Santo Domingo, la fuerza de un discurso y una práctica de ocupación milita,r decide muchas veces el llamado  “destino” de un país en cuya historia de la opresión se establecen también formas y fórmulas contradictorias de un contrato político, donde el supuesto ganador será el perdedor de la historia, asumida y narrada en un contexto convulso y marcada por la resistencia popular.  Los ocho años de ocupación junto a sus efectos posteriores, constituyen un marco político particularizado que nos llevará más tarde a una dictadura de treinta y un años, donde el mismo autor de Los Yanquis en Santo Domingoparticipó como actor internacional y representante político en un espacio de relaciones plurales y diplomáticas sellado por límites y contratos de representación y acción.

La política o las políticas de la interpretación de la República Dominicana en el siglo XX constituyen visiones que aún esperan ser estudiadas profundamente, pues las mismas son objetos muchas veces de visiones desacertadas y revelan juicios de valor erráticos en sus interpretaciones o análisis.

La papelería de un testigo de la Primera Ocupación norteamericana, es un documento aprovechable para un análisis de Los yanquis…, en la medida que el juicio histórico político traduce también el espesor y la fuerza de un hecho político.

Tulio M. Cestero fue también actor que acompañó a MHU y a su padre, el doctor Francisco Henríquez y Carvajal en su travesía de rescate de la soberanía y la vuelta a la autodeterminación del pueblo dominicano.  El narrador y diplomático dominicano luchó a favor de una independencia interrumpida, pisoteada y negada por un gobierno imperial que, como hemos visto, removió y obligó a nuestro gobierno a emprender una acción a favor de sus principios y autodeterminaciones sociales, políticas, económicas, culturales y administrativas, entre otras.

En efecto, en la papelería de Tulio Manuel Cestero, recopilada por Julio Jaime Julia (Ver Escritos de Tulio Manuel Cestero, Publicaciones ONAP, Col. Literatura No. 5, Santo Domingo, 1985, 624 págs.), nuestro escritor relata y analiza “la injusta ocupación militar de la República Dominicana por el Presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson”. (Ver, Op. cit. p. 45)

Nuestro autor, también marcado por aquel hecho imperial asume el discurso de Los yanquis… bajo matices y expresiones protestatarias propias del momento y en el marco de lo que considera” Civismo y Patriotismo”:

“…Al producirse el desembarco de las tropas, renuncia al Presidente constitucional don Juan Isidro Jiménez (sic) y el congreso procede a elegir Presidente provisional, por medio de ley con tres lecturas de cada Cámara.  A Federico Henríquez y Carvajal, a la sazón presidente de la Suprema corte de justicia, le favorecen los votos  en las tres lecturas de la Cámara de Diputados y en dos del Senado, pero el Ministro Russell le hace conocer condiciones diplomáticas: declinó la Primera Magistratura del Estado”. (Vid. Ibídem. Op. cit.)

La línea argumental seguida por Tulio Manuel Cestero empalma con la doxa crítica de Max Henríquez Ureña, pues el escenario era el mismo y bajo las mismas consecuencias y derivaciones ligadas a las mismas cardinales que explican los sucesos ocurridos en el país.

Según Tulio Manuel Cestero:

“Con el concenso (sic) unánime de los partidos políticos, el Congreso elige entonces al Dr. Francisco Henríquez y Carvajal, su hermano menor.  Hombre de pensamiento, orador de potente enjundia, Secretario de Estado de Relaciones Exteriores en el gobierno de libre elección que sucedió a la dictadura de Heureaux.  Ex presidente de la Delegación en la Segunda Conferencia de la Paz de La Haya y ex EE. Y Ministro Plenipotenciario en Haití, y semanas antes de la elección, abril de 1916, Delegado en la Alta Comisión de Legislación Uniforme reunida en Buenos Aires.  Designó Ministro de lo interior y policía  a Don Federico Henríquez y Carvajal, que aceptó renunciando al cuadrienio (sic) como Presidente de la Corte Suprema de Justicia, para continuar la dinámica defensa de la soberanía nacional”. (Ibídem.)

Al considerar nuestro intelectual TMC dicha intrusión y reconocer que su país había sido ocupado por todo lo antes señalado, nos muestra un primer plano de lo que fue el contexto inicial de la Ocupación norteamericana, y sus efectos políticos desastrosos:

“Y cuando el 29 de noviembre de 1916, el ocupante establece el Gobierno Militar, ambos próceres, el Presidente Provisional doctor Francisco Henríquez y Carvajal se expatrian y prosiguen la ardua labor patricia.  El primero, en la Conferencia de Versalles y al frente de la Comisión Nacionalista en Washington, D. C., de 1919 a 1921, cuyos integrantes fueron Federico Henríquez  y Carvajal, Tulio M. Cestero y Max Henríquez Ureña. A los tres confióles gestiones confidenciales en América del Sur, investidura patriótica con la cual visitaron Chile en marzo de 1921”. (Ibídem.)

Toda la travesía narrada por TMC, forma parte del archivo político e ideológico de la primera Ocupación Norteamericana, analizada y retratada en su contexto por Max Henríquez Ureña   en Los yanquis… Lo que necesariamente conduce a una explicación documental de sus estrategias como texto-sentido y a la elucidación de sus puntos fuertes como sucesos, reacciones  y críticas ante la situación creada por el gobierno de los Estados Unidos en la República Dominicana, en las dos primeras décadas del siglo XX.

En efecto, lo que surge de ambas reflexiones de dos intelectuales dominicanos emblemáticos, es su decisión de rescatar, volver a la soberanía perdida del país, debido al pie ocupante que provocó el suceso en cuestión.  Al analizar el “discurso” de la Ocupación Militar MHU va desmontando, mediante pruebas documentales y una presentación caracterizadora del hecho, el rechazo al mismo y la búsqueda de una solución rápida al problema.  Los Henríquez y Carvajal y los Henríquez Ureña ya no podían vivir en su país y se vieron en la necesidad de continuar su lucha fuera el país.

Al entender que el país no saldría de aquel atolladero político y económico, siendo un país ocupado y sin derecho a su propia autodeterminación, nuestros intelectuales emprendieron sus luchas en el plano internacional, en Chile, España, Argentina, Francia, La Haya y otros, bajo el argumento de la desocupación del país por parte del ejército y el gobierno de los Estados Unidos de América.

Una historia de los intelectuales dominicanos de aquel período debe tomar en cuenta la reclusión del historiador y patriota Américo Lugo y Herrera; del poeta y narrador Fabio Fiallo y otros que también acompañaron la causa de la desocupación del país que ocurriría en 1924.